Parpadeos fugaces

martes, 27 de marzo de 2012

Tómate esto y esto y esto y esto y esto y esto y esto y esto y esto y esto...

Caes de rodillas y el mundo gira ante tus ojos, rodeándote como lo haría tu madre con una manta si tuvieses frío. Tus manos agarran la poca serenidad que queda en tu ser, y la temperatura sobrepasa tu termómetro. El asfalto quebrado intenta narrarte las calamidades que ha sufrido y el aire que respira huye de ti, intentando no envenenarte. 
Cada parte de tu cuerpo es frágil, complicada de recuperar. No es tan fácil como cuando sin querer rompías un jarrón y con disimulo lo pegabas con superglue, reconciliando sonrisas y reparando el dolor causado. 
Has pensado muchas veces en qué pasaría si estuvieras más de 2 horas allí de rodillas, en esa carretera tan desquebrajada y llena de descerebrados. 
¿Huir a dónde? ¿Qué clase de lugar sería seguro si ni siquiera confiamos en nosotros mismos? 
Tú cuerpo y tú mente, tú templo. 
Repasa lo sucedido, ¿Hay alguien más a quien quieras salvar? ¿Comprendes ya que un humano no puede ser un superhéroe y un superhéroe no podrá ser un humano corriente? 
Vagan los virus tóxicos por mi interior, metiendo mi salud entre panes, dándose festines con mis defensas, violando mis resistencias. 


Y aquí estamos en primera línea, por que alguien nos mandó esta posición. 
Bombardeos, metrallas, muerte, sangre, vómitos, sudor, siguen cayendo como moscas. Y aquí dentro no sale el Sol. Sangra nuestro interior y no lo puedo controlar. 
¡Envíen refuerzos a morir por nosotros mientras disfrutamos de este vino tan exquisito! 
Y siguen cayendo como moscas, están débiles. 
Tan débiles, que no soportan las ráfagas de viento que susurran la derrota. Y caen, y siguen cayendo.
Tú cuerpo débil y tú mente enferma, tu templo se parte por la mitad. 
Y todo esto retorciéndote de dolor en tu cama de agua, a 39º tu mente como el calentamiento global más y más. E intentas caminar y es inútil, ¿Por qué no lo dejas ya? Te vas a caer, te vas a desmayar.


Querías sentir brisa y la brisa te dejó plantada, no quería saber nada de ti cuando abriste la ventana.
Querías beber agua y ésta se secaba antes de tocar tus labios.
Querías frío y lo único que te dieron fueron escalofríos.


Tú cuerpo una hoguera y tú mente un infierno, tu templo apocalíptico. 




El dolor como la muerte, siempre están ahí.