Parpadeos fugaces

domingo, 5 de junio de 2016

Crónica de un pequeño detalle con complejo de héroe

Se podría decir que me gusta estrellarme contra la sensación de tener un pie en la tierra y no en el hoyo, de agarrarme a un clavo ardiendo y sin temblar congelarlo. Se podría decir que desde hace mucho tiempo me siento dentro del agujero de mi ataúd a sentir la tierra húmeda en las plantas de los pies, a echar raíces, a seguir escabando en la profundidad de la mente hasta tocar el núcleo.
Se podría decir que el cambio de paisaje me alegra los días, el cambio de aire, hasta el cambio de hora, los 5 minutos más en la cama, que se convierten en segundos caprichosos cuando se inquietan al no sentirte en la cama.
Muchas veces me ahogo en un vaso de lágrimas, cuando todo sale mal, cuando continuamente te pisan los pies al bailar, cuando la conexión entre mente y corazón se rompe. Miro de frente a los problemas y ni siquiera parpadean, no tiemblan, no hablan. Aquí seguimos de pie contra todo pronóstico.
Sueño que la Muerte nos besa la frente cuando dormimos, esperando un sueño triunfal que se acabará cuando abramos los ojos, cuando nos encontremos que deambulando por los alrededores siguen los problemas sin parpadear.
Hay alguien en el espejo que dice que rendirse es de cobardes y que la suerte es para los perdedores.
No nos rendimos pero flaqueamos, de vez en cuando, susurro en bajito que estoy triste, que empapo la almohada de sudor, convertida en rotonda al dar tantas vueltas.
No tengo ni un hueco donde caerme muerta, no dejan que tiemble ni susurre.

Nunca lo digo cuando me caigo, cuando me tropiezo y me raspo las rodillas. Me siento de cristal, rota en pedazos tirada en el suelo. Lo sorprendente de encontrarme en pedazos en el suelo es la imagen de tu cuerpo  recogiendo con tus manos todos mis pedazos, sin miedo a cortarte, con paciencia y suavidad, para después volverlos a pegar.
Que gran obra de arte, que sensación romperse y que te arreglen, que locura encontrarse bien y respirar.
Que descanso en la profundidad de la mente, que tranquilidad el corazón, que vuelve a latir.

Te has tirado aposta, aunque disimules, a mi lado. A emborronar la.imagen de la muerte besándonos la frente, a barrer los días nublados, a compartir el veneno en una misma copa y repartir el peso que hay sobre mi espalda.

Y cuando estas besando mis pedazos rotos a mi se me derrite el alma, todas las mañanas, aunque el tiempo no acompañe y tu no estés en mi cama, me alivia la sensación de que en tu mirada siempre haga sol, de que aunque temblemos de miedo vibramos más fuerte cuando reimos y sobre todo, que después de ahogarme en aquel vaso de lágrimas abro los ojos y allí estas, recogiendo mis pedazos sin descanso, besando cada uno de ellos, por diminuto que sea, calmando sus miedos.

Ahora duermes, y yo descanso sobre tus párpados contemplando tu movimiento al respirar, y sí, no puedo dormir, tampoco lo necesito, si no me acuesto en tus párpados lo haré en tus ojeras y seguiré sintiendo el mismo calor.

He perdido la ilusión por tantas cosas y tu sigues luchando contra mi cabezonería para que la recupere, día y noche la motivación es continua y poco a poco salgo a flote.
Siempre estas detrás, empujando, cuando vamos cuesta arriba, me acompañas de la mano en linea recta y no dejas que me pierda entre cruces.

Dicen que hay muchos peces en el mar, pero yo ya te tengo en cada gota que compone todos los océanos y mares del mundo y aqui sigo bailando con las olas del mar.

Gracias