Parpadeos fugaces

martes, 13 de febrero de 2018

En voz alta y muda

Ya no me queda nada por decir.
Solo tengo este silencio que grita en tierras olvidadas.
Estoy cansada, de no saber hablar, de los días que pasan, de la ropa y su influencia en los demás, de los nervios con origen desconocido, de estar muerta por dentro y no querer hacer ni el amor.
Estoy harta de que el roce con la realidad me deje ampollas.

¿Qué más da que haya sido mi cumpleaños y no hayas estado? ¿Puede hacerme aún más daño? Es que yo sigo aquí, nadando en la herida, y todavía a día de hoy trago agua.

Y todavía a día de hoy estoy esperando a algo que nunca va a pasar y siempre lo espanto tan solo con decirlo en voz alta. Pero el eco no llega a todos mis rincones y siempre me quedo esperando, como el perro a que vuelva su amo, siempre me quedo esperando a la noche, para quizás con suerte , volverte a ver.
No soy capaz de articular dos palabras. Una y media. Sin que se me caigan las lágrimas.

Llevo una especie de aura que me persigue, color inerte, que me estruja sin tregua.
Como Peter Pan sin su sombra o Angus Young sin su guitarra.
Una bala perdida en el Oeste,
un grito de auxilio en la superficie de cualquier océano.
Podría poner tres mil ejemplos:
¿Qué sería de Bonnie sin Clyde? ¿Y de Bonnie y Clyde sin un banco que atracar? ¿Qué sería de Picasso sin el bombardeo en Guernica? De la fotografía sin que alguien encuadre lo que es la vida.
¿Qué sería del esfuerzo sin su recompensa?

Tengo un cráter de Luna, que brilla en la oscuridad, en mitad del pecho; y allí os guardo a todos para no sentir tanto el vacío.

Aún así, de día, se puede apreciar un rastro de desolación que va dejando migas de ilusión por si algún día retomo el camino y decido volver.



martes, 23 de enero de 2018

Hollow

Hay un hombre en la Tierra que sobrevive tan solo con medio corazón.
El resto, se lo robó el amor, se lo llevó la muerte, se lo arrancó y se lo entregó a su hija, para que no se marchara sola.
Con medio corazón acaricia nuestra herida, olvidándose de la suya.
El mundo se sigue rompiendo y él aguanta con su medio corazón, sin decírselo a nadie.

El otro día subí a verte y allí seguías, intacta y preciosa.
Entre los rayos del Sol, en la cumbre tumbada, en los escalones hacia casa.

Allí seguías y yo quería llevarte conmigo.
Allí seguías, sin que nadie sepa cómo velas por ellos.
Allí seguías y yo no quiero estar ni ser, ni cómo ni porqué.

Entre tanta niebla no pueden caber tantas lágrimas, entre tanta distancia no puede albergar tanto dolor.

Fue tal el abandono que la razón decidió hacer las maletas y dejó destrozado a más de un corazón, que a pesar de latir aquí, lo siente todo allí.
En aquellas maletas solo había teorías descabelladas, alguna pista que condujera a ninguna parte.
Toda la rabia nos la quedamos en casa y poco a poco nos acostumbramos.

Fue tan duro verte abandonada.
Fueron tan duros los golpes que todavía oigo su eco.
Fue tan reconfortante, aún así, verte reír.

Es inútil, mire donde mire por todos lados hay huecos.
Huecos en casa, en el sofá, huecos en la cama junto a papá.
Huecos en la calle, huecos en la grada, huecos entre la manta, huecos entre venas y arterias.

Y casi que no aguanto verte resumida en una fotografía, cualquier día.
No me queda paciencia para nadie.

No tengo reloj para darme un poco de tiempo.
Últimamente dejo la toalla en el suelo para no coger rutina.
Y parece que nada tiene emoción, porque no la tiene cuando pasan 10 segundos.
Parece que nada me importa, ¿Y qué importa?

Mantener la cabeza ocupada en otras cosas es una bala perdida, mojarme el gusto con cerveza, quizás caer de lleno en una carcajada, esconderme detrás de un abrazo. No  sirve de nada.

Hay tanta nostalgia por la muerte en su mirada, tanta preocupación entre sus canas, tantos intentos por avanzar en los besos en la mejilla. Hay tanto sufrimiento exprimiéndole el cuerpo que parece que la tierra nos llama.

No es solo hoy, también los Jueves, todos los Martes acompañados de los Miércoles, algún Lunes con insomnio y muchos Viernes ahogados en espuma. También hay huecos infinitos en los fines de semana.

Todas esas campanadas no significaron nada.
Todos esos rostros excesivamente cargados de autocompasión no significaron nada.
Tampoco significó nada la música que acompañaba.
No significa nada una victoria ni un empate, ni tampoco una derrota aunque duela.
Parece que nada es suficiente, aún así no significaría nada.

Estoy naciendo de crisálida en crisálida, cambio de piel para intentar ser una persona nueva.
Con menos dolor y más ganas.

Atrapada entre la negación y la aceptación saco el revólver para añadir un hueco más a mi pecho.
Y curiosamente no hay nada, dejé que te lo llevaras todo. Y aún así te mataría para que volvieras.
Porque ya solo te veo en sueños, en recuerdos, y no es suficiente porque no significa nada.
Y quizás mi ataúd esté llenos de flashbacks, pero no consigo dejar de pisar en el hielo aun sabiendo que se romperá.

Un día subí y allí estabas, y pensé: por fin has visto nevar.
Si supieras todo el invierno que has dejado. Un frío que quema y escuece por dentro, que llega a pudrirte y que al dormir no te deja ni soñar.

No sé ni como acercarme a cuánto te echo de menos.
Esperaré a que mis lágrimas sequen, a que la sangre hiele, y entonces cerraré los ojos al verte.
Algo me dice que cuando estoy de espaldas, observas.
Algo me dice que cuando camino de frente, sigues mis huellas.

Si me tiro al suelo no puedo evitarlo. No me queda paciencia, no he ido a buscarla, no la quiero.
No hay ningún sentido en continuar una vida sin sentido. Pero sí tiene sentido vagar de aquí para allá.
Hay infinitas señales, de izquierda a derecha, de arriba a abajo. Me quedé sentada en mitad del cruce.
Quizás sea una mentira el otro lado, el infierno y el cielo por supuesto.
Yo tengo claro que estás dentro de mis huellas, por dónde y cómo piso, pero déjame primero que me sacuda el alma y le dé el aire, que huele a cerrao' y no entra la luz.

Que no puedo.
No puedo.
No puedo con esto ni lo otro.
No puedo con tanta lágrima.
Con tanto hueco.
Y voy a dejar de esforzarme y que me lleve la corriente donde quiera a ver si con suerte me encuentro a mí misma en alguna isla. Y si me pierdo solo tendré que seguir la piel que haya ido mudando.

El otro día subí a verte, y pensé: por fin has visto amanecer.
Y créeme cuando susurro:
-Que envidia.-
Cuando subí a verte, pensé: solo puedo escuchar tu risa entre tanto silencio de montaña.
Y sentí paz y nostalgia con calma. 

Y ese segundo de paz lo guardé con mimo para algún día, coser con él por fin mi alma.



domingo, 12 de noviembre de 2017

Cucurrucus

Es la primera vez que escribo el título antes que el texto.
Hay un pensamiento inquieto que ha deshecho las maletas en mi cabeza, dice que con el tiempo se irá, que no va a quedarse. No le creo.
Hay un pensamiento que a veces se calza las botas y me persigue por la ciudad. Dice que quiere tomar el aire, que está harto de estar encerrado aquí dentro, que necesita pisar el asfalto. No le creo.

Mientras te marchabas guardé con celo una botella de paciencia, un gran reserva. Dije:
- Necesitaré esto más adelante sino, me volveré loca.-
Al día siguiente me la bebí de dos tragos y ya no me queda.

Al principio viajábamos por mi subconsciente, en barca, a pie, incluso en un carro de caballos. Visitábamos ciudades nunca vistas, más sumergidas que la Atlantida. Había colores por todos lados, escaleras, puertas que llevaban a diferentes dimensiones, donde la gravedad era solo una palabra y no una teoría.
Recuerdo el día, mejor dicho la noche, que navegábamos tranquilas en una barca en un cuadro de Monet. No podíamos parar de oler los nenúfares y desprendían pintura al cogerlos. Cada vez que veía un silencio entre tus rizos me preguntaba ¿Será así siempre?
Tú me respondías:
-¿Sabes que esto no es real? Cuando despiertes yo no estaré.
Había un segundo en el cual pensaba que eras cruel, después, encajando el corazón en un puño descubrí que era totalmente cierto.

Había noches donde llegabas cargada de dolor y no podíamos movernos, ni hacer nada, simplemente dejar que el sonido de tus llantos y los míos terminara, con suerte.
Estaba despierta, un día en el salón, dejando pasar las horas frente al televisor. No había ventanas abiertas, ni corrientes, ni humedad.
Pero aún así se me rizó el pelo de la nuca y por más que intentaba quitarme ese escalofrío no se iba.
Desde ese día no he vuelto a soñar contigo, ni con barcos, ni esferas, ni colores, ni siquiera con tu aroma o con tu dolor.

Después de aquello llegó ese pensamiento recurrente que todos los días se levantaba con más energía que yo.
Créeme cuando te digo que te busco por todos los rincones de mi cabeza, buscando tu rastro en cualquier recuerdo, tanto bueno como amargo, algún flashback, alguna pista o una nota que me diga que todo está bien, que no pasa nada, que ya nos veremos.
Mientras tanto Diana no para de maullar, buscándote por toda la casa.

Este pensamiento recurrente no hace más que tocarme la conciencia.
Siempre se escucha su eco de fondo, ¿Porque nunca te hice caso y en aquel momento sí?
Nunca me da la razón. Ni la tregua.

No sé cómo hacerlo.
No sé cómo cojones ha pasado.
No sé por donde empezar, por donde está la auténtica grieta.
No sé si estoy en paz o estoy en guerra porque no he sido suficiente. Nunca ha sido suficiente.

Lo peor de esto es que van pasando los meses y todo tiene menos sentido.
A veces imagino como sería si esto fuera una broma, si de repente entras por la puerta o si viera tu cara entre la gente.
Y luego vengo aquí y lo escupo y a decirte que te odio y no te odio por no estar y a dedicarte lágrimas y a confesarte que todos mis dientes sonríen porque ya no pueden más.
Me escondo detrás del jersey que llevo puesto porque parece que me da vergüenza el dolor.

Dicen que si no sacas todas las lágrimas terminarás por hundirte,
¿Pero quién no se va a hundir estando hueco?
Me bebería ahora mismo un chupito de calma. Mejor tres, no voy a mentir.

El pensamiento recurrente del que os hablaba, a veces me aprieta las tuercas, no me deja respirar. Un día bien, otro mal, tres mal, uno bien. Es una especie de relación a medias, un boicot contra el equilibrio, una oda al sufrimiento o como suele decirme "Apología del arrepentimiento"
Siempre le saco las mismas cartas y aún así me gana, no hace falta que ponga cara de poker, él me conoce, sabe donde caigo.
Luego hay veces que duerme hasta tarde, que me deja estar un día entero sin devorarme las uñas.

Siempre pensé que a ti el alma no te pesaba 23 gramos.

Es tan frío aferrarse a la imagen congelada de una fotografía.
Es tan frío que sea plana, que solo haya congelado ese momento pero no haya conservado el calor.
Es tan fría la nostalgia.

Siempre tuviste una especie de fobia a la vejez, nos reíamos del paso del tiempo y nos creímos inmunes a sus efectos.
Siempre he pensado que yo tuve la culpa.

Me ardía la sangre.
-Ahora podéis descansar vosotros.-
Como si hubieras sido una carga. Acojonante.
Es triste, muy triste, ver el trozo de sombra que cubre una excusa apilada sobre otra.
Darse cuenta después de que no ha servido de nada ninguna de ellas.
Me arde la sangre.

Últimamente me muevo por impulsos que de alguna manera me dan chispazos de vida. Aunque son efímeros, los guardo con mimo por si algún día me quedo sin luz.
Sigo sin poder conjugarte en pasado, no me da la gana.
A veces pienso que vagas por aquí, que de vez en cuando vienes y te enfadas al ver la casa. Tenías que ver como está mi cuarto ahora, tenías razón, tengo más espacio.
Otras veces, sin obsesionarme con el tema, pienso que realmente no hay nada más. No hay auras ni sombras, ni fantasmas ni una dimensión donde todo es mejor. A veces creo que estás atrapada en el hospital. Otras que no puedo dejarte escapar de mi interior porque sino todo se pudrirá.

En algún momento, ya sea jueves o martes, tendré la sensación de que al moverme no se me abrirá la herida, estará allí, en forma de cicatriz o como una especie de cráter en la piel donde una vez hubo dolor, pánico y nostalgia.
Estará allí recordándome lo que hemos sido, lo que hemos tenido que ser sin ti y lo que seremos cuando seas algo más que una lágrima cayendo por las mejillas.
Mientras tanto esperaré a que llegue, pegándome con todo, levantándome de la cama por cojones, por ovarios. Mientras tanto tendré miedo, temblaré de rabia y con toda probabilidad me consumirá la depresión en una especie de agujero negro. Mientras tanto veré la vida en blanco y negro, como solías soñar, y tendré que recordarte en vez de poder abrazarte y volveré al bucle de la ira, a la apología del sufrimiento. Mientras tanto los días no significarán nada, las semanas serán un cúmulo de números sin importancia, los meses y sus aniversarios me añadirán más piedras en mis hundimientos. Mientras tanto la ilusión estará en algún lugar del mundo, donde no pueda encontrarla. Mientras tanto todo me parecerá insuficiente, sin dar la talla, cualquier cosa me parecerá que no está a la altura. Mientras tanto buscaré algo con lo que llenar el estómago, los pulmones, el corazón. Mientras tanto buscaré la aguja adecuada para coserme el alma y que no se rompan los hilos. Mientras tanto seguirás siendo lágrima en vez de vino. Mientras tanto ese pensamiento recurrente se levantará con más fuerza que yo y el mundo dejará de ser fascinante.

Pero cuando llegue el día, ese día, ese maldito día, sea martes o jueves o incluso un lunes, ese maldito día pondré los pies en el suelo y el pensamiento recurrente se habrá ido sin avisar. Y haré movimientos bruscos al recordarte y no se abrirá la herida. Conseguiré abrazar una fotografía y el recuerdo que en ella alberga y no te convertirás en lágrima.
Serás un trozo de alegría porque solo quedará agradecimiento cuando el dolor se haya cansado de existir. A pesar de que me seguirás doliendo, miraré atrás y desde lo más alto, veremos con claridad todo lo que hemos avanzado.

Y ese día, estés donde estés, sentirás como yo, que en las cenizas de un Fénix no hay más que superación y orgullo, y todo lo que nos has enseñado.




martes, 10 de octubre de 2017

Un regalo acuático en un envoltorio de viento

Abres los ojos, despiertas, es de día.
Siempre de la misma manera, te das la vuelta para dormir un poco más.
La mente empieza a funcionar.
Hay un rastro de dolor en cada rincón, muy fácil de seguir, muy difícil de ocultar.

El amor por la ruina lo hace todo más difícil, más lento, lúgubre, algo inquieto, silencioso.
Abres los ojos y ahí está, el nuevo día, aportándote diferentes opciones para que emplees el tiempo que te otorga en maquillar dicho rastro.
Una especie de fanatismo por el lado oscuro de las cosas, un amor enfermo por las cosas rotas, desquebrajadas, abandonadas, inquietante el reflejo cuando miras dentro de la ruina y sientes el calor de un hogar.

Una especie de vida perdida entre cachos de tiempo no consecutivos.
Siempre en la sombra, amándola.
Un calor acogedor, frío y azul.
Es la comodidad nata que te regala el dolor de una herida, no te da opción de quedarte en él o irte y olvidar, pues tú mismo has escogido antes de que esa herida se haya abierto.

Abres los ojos y ahí está, el Sol entrando por la ventana como si fuera bienvenido.
Las zapatillas entrando en los pies, el calor extinguiéndose en el hueco del sofá, el coletero sujetando millones de mechones incontrolables. Abres los ojos y en què momento, no ocurre absolutamente nada. Solo hay una reunión de silencio en cada habitación de la casa.
Solo está esa oscura comodidad que no desaparece cuando cierras los ojos, apagas la luz o cae la noche. Nunca desaparece.

No hay frío en la herida, no hay tristeza en el alma, no hay baile de despedida.
Siempre hablamos de invierno, de frío, cuando por desgracia la vida nos congela en una fecha concreta.
Quizás nos congelamos para conservar los recuerdos como son, perfectos, risueños, amargos, y así con el tiempo que no se pudran en la frontera entre la memoria y la imaginación.
Una forma de conservar todo, aunque una parte de ti también se quede latente.
Conservar la esencia, la risa, incluso el olor. Conservar con celo todos los trozos de alma que ha ido regalándote durante toda su vida y la tuya, como si estuvieran reencarnados en pétalos de rosas.


Te has convertido en viento y yo en agua, me acerco al fuego para sentir más que la nada, todo se reduce a polvo, no encuentro ninguna mirada entre la niebla.
Octubre es una especie de roca gigante que me aplasta.
Que me aplaste Octubre es una excusa más, un suplemento, un condimento digamos.
Me pesa tanto el echarte de menos que casi no puedo ni arrastrarme.
¿Es tan complicada la búsqueda de la ilusión?

Te llevas medio corazón mío, como dijo el abuelo, y la otra mitad se la doy a los míos.
Me quedo sin nada y sin embargo me lo dáis todo, ¿pude yo dártelo todo?
Son preguntas que me escaman.
¿Qué pasará cuando suba a la colina y hable sola? ¿Y cuando haya un hueco en la mesa en Navidad? ¿Qué pasará cuando no te encuentre en mis sueños? No te vayas nunca de ellos.
¿Qué pasará cuando coja el pincel y no consiga ver el error?

Esta falta de motivación es como un bloque de cemento en los pies, no hace falta estar bajo el agua porque la vida sigue tan igual que el "no cambio" te asfixia por dentro.
Es un ciclo extraño plagado de bombas ocultas en cualquier superficie, tarde o temprano llegará una fecha que explotará bajo tus pies, que te hará rebotar contra todo el avance que habías conseguido, que una vez abatida terminará explosionándote por dentro, y te quedarás allí tirada con cara de gilipollas, como siempre.

Yo también quiero ser viento Madre y así poder viajar contigo
Y así poder escucharte en cualquier rumor, jugar con las ondas en el agua, quiero ser viento como tú, y darle un toque de alegría a un vuelo triste de falda.
Quiero ser viento y por fin cumplir nuestro sueño.
Pero soy agua.

Y que injusto es cuando te arrebatan a una persona con tanta crueldad a sabiendas de que jamás le soltarás la mano. Que injusto cuando te arrancan el corazón cuando estás encadenado.
Que injusto el silencio en casa, por la noche, que injusto el número de servilletas en la mesa, las grietas nuevas que salen en la pared.
Y ya no sé si es por obsesión, pero parece que la casa también amarillea. De repento todo se rompe, todo está sucio, todo desordenado, reina el caos donde debería reinar los domingos con manta y tus ronquidos.

Yo también quiero ser viento Madre y así poder flotar y no ahogarme.
Ser viento y quizás, no ser vista cuando vague triste entre montañas. 
Ser viento y poder levantarme del suelo sin esfuerzo.

Parece que al estar vacía, cada día es una especie de piedra con algo inscrito, se puede leer:
"Te echo de menos"
"Ojalá"
"¿Porqué?"
"Siempre te querré"
"Vuelve  a mi lado"
Piedras pequeñas que me llegan ya hasta las rodillas.
Al ser de agua no paro de caminar por el fondo.
"Lo de todos los días"
"Esto lo cura el tiempo"

Yo solo podía pensar, con un toque egoísta: Quédate conmigo siempre.
Todo parece que suena a despedida, quizás la idea equivocada del no saber qué hay después de la vida te lo transforma en un "Hasta luego"

Creo que se me escapa la vida o la alegría en cada lágrima que arrojo. Éstas me queman.

Está claro que el peor enemigo que puedes tener eres tú mismo y las ganas que tengas de mirarte en el espejo. Un día no soportas esas ojeras, mirándote fijamente, las pupilas que están cansadas se reflejan vagamente en un cristal sucio.
Para no escucharme subo la música hasta el 100. Pero casi nunca funciona.
Tampoco funciona cantar por encima de ese volumen, ni dar vueltas hasta perder el eje del equilibrio.

Otros días te miras en el espejo y comentas la jugada con la letra de alguna canción:
"Va a costar, hacer ver que no hay dolor, que todo sigue igual, esconder los desperfectos y disimular. Qué bonita es..la felicidad"
El autoengaño y el falso optimismo han sustituido al azúcar en el café.
El conformismo de "podría ser peor" es como el sinónimo de una palmada en la espalda de consuelo de alguien que has visto tres veces en tu vida.

Es normal.
Nadie quiere irse donde sea con las manos vacías.
Nadie quiere irse donde sea con la sensación de que lo ha dado todo para convertirse en recuerdo y no ser más que eso.
Por eso nuestros corazones, o al menos la mitad de ellos, se han ido contigo, para que al menos no te quedes con la sensación de "manos vacías"
El consuelo es el resultado de cualquier teoría absurda que pueda aniquilar, al menos durante 30 segundos, este dolor tan punzante.

Recuerdo tantas conversaciones que creo que ya las mezclo y todas me suenan a lo mismo.

Es tu cumpleaños Madre y no te he comprado nada.
Soy de agua perdóname, no lo puedo evitar, me evaporo y es tan cobarde que me da vergüenza.
Estoy flotando en la herida. ¿Cómo lo conseguiste tú?
Soy agua, y lo siento, me da pánico soplar las velas.
Acostumbrarse es cruel, muy cruel.
Me viene grande este océano, no estoy acostumbrada a tanta humedad, a la sequía de repente, a los espejismos en sueños desérticos, a ocultarme bajo la manta en días de tormenta.
No te he comprado nada y estoy aquí, regalándote sin querer toda esta tristeza que se desborda y lo inunda todo, lo que tú más odiabas, será el primer cumpleaños que no acierte con el regalo.

Quiero ser de viento Madre, no sé cómo hacerlo, ahora mismo tan sólo tengo de aire el signo del zodiaco.
Quizás cuando evapore todo, cuando realmente aprenda a respirar bajo el agua.
Quizás transformándome en vapor consiga mezclarme con el viento y aunque sea más efímero, podré dejarte varios grados de temperatura que escriban en cualquier cristal Te quiero, Te echo de menos y alguna pregunta con una respuesta cruel, como solías decir: "Así es la vida"
Odio hablar de ti en pasado.

Te dije que te quedaras conmigo, pero no me hiciste caso.
No te odio, yo también he heredado esa cabezonería por hacer lo que nos salga de las narices.
En ningún momento he entendido este castigo, porque cuando superas un obstáculo que te marca de por vida te encuentras con uno más grande.
Es verdad que al final del partido ya no hay más que hacer, ¿pero realmente un tiempo muerto para siempre? ¿De verdad?

Menos mal que cuando cierro los ojos y te veo bajo mis párpados, cojo carrerilla para volver a intentar saltar el muro. Nunca lo consigo pero al menos sé que algún día por viejo se acabará cayendo.
Y el equilibrio estará al otro lado, y el viento correrá de aquí para allá, y estaremos entre corrientes y en una de ellas te encontraremos y te volveremos a abrazar. 

Y mañana será igual que hoy, pero tú tendrás 55 años y yo estaré avergonzada de haberte hecho un regalo tan horrible, con el alma un poco más rota, con los ojos más cansados, pero siempre mirando de frente, como tú siempre lo hiciste.

El año que viene te regalaré algo mejor, te lo prometo.






miércoles, 23 de agosto de 2017

A mis alas de Fénix

Te fuiste un domingo casi de la mano del atardecer. Mi número favorito, más pronto que tarde.
Te veo en los ojos verdes de mi hermana, en el brillo que aún conserva mi padre en los ojos al nombrarte.
Te encargarás ahora de cuidar los picos de las montañas, de hacer crecer fuertes a las plantas, de vestir de gala al paisaje en primavera y de blanco en invierno. Contemplarás las tormentas sin mojarte mientras ahuecas las nubes como si fuera la almohada.
Te veo sonreír en todas las cosas que amabas, te oigo como una especie de eco en la risa de mi abuelo.

Todos mis recuerdos me hablan de ti.

Hoy he cerrado los ojos y te he visto moviendo la cabeza con esa medio sonrisa escuchando de fondo a los dire straits, a veces me hundo en el fondo para no escuchar como mi alma reclama algo que nunca le devolverán.
A gritos duermo entre pesadillas y cuando no sueño y despierto el vacío que siento es el primer desayuno del día.

Siempre pienso "nos observa desde lejos, que estará pensando"
No puedo creer que el mundo siga girando cuando yo me he quedado en medio de una estación abandonada, sin dinero para volver, sin billete, sin minutos que esperar para que pase el siguiente.

Como si algo me faltara, como si nunca hubiera habido raíces, solo el agujero donde hubo un árbol enorme, el cráter colosal que se queda en la tierra cuando se seca la charca.

No me puedo creer nada porque realmente no me cabe más dolor en la herida. Siempre me ronda un pensamiento constante, la frase siempre empieza de la misma manera: "Y si..."
Tengo la cabeza llena de recuerdos agradables, los malos han huido por vergüenza o porque simplemente nadie les ha dejado entrar.

La vida sigue y ese conformismo me consume por dentro.
A veces no es que no pueda, es que no quiero.
Un respiro, un descanso, un verdadero descanso en línea recta, no sentir nada, que el tiempo se congele, que no pase absolutamente nada.

Creo que estoy hundida y me he quedado en el fondo, tranquila, pensando cuantas veces no he podido dormir, he venido al salón y tú estabas igual, viendo la televisión.


Me arde por dentro todo lo no dicho, los planes no hechos, los "algún día"
No voy a mentir, antes de que te fueras todo me recordaba a ti, aunque no de una manera tan nostálgica, te veía en todas las calles que pisaste y en cada etiqueta de algún buen vino.
Te veo en palabras como el aguante, como paciencia, como superación. Qué cojones, siempre has sido una luchadora, te has dejado los dientes por hacerte un hueco en el mundo y el cáncer solo fue una prueba más donde te pasaste demostrando toda la valentía y fuerza que tenías.
Que pena que estas cosas le quiten de un soplido las máscaras a los necios del tiempo, que piensan que son eternos y que no gastan ni un minuto en dejar de mirarse en el espejo.

Supongo que esto ya lo pasaste tú antes y la herencia que me has dejado ha sido no girar la cara  con ningún problema, aunque te frieran la cara a ostias. En cualquier situación me salta un recuerdo como si fuera un videojuego y si ya tenías razón entonces: ahora más.

A veces creo que vas a salir de algún lado, que voy a lavarme la cara y cuando me mire en el espejo estarás ahí, quizás pegándome un susto de muerte pero podría decirte en menos de un segundo todo lo que mi garganta me hubiera permitido.

Últimamente soy color lágrima, aunque ya no me quede ninguna. A veces cierro los ojos y hago el esfuerzo de no olvidar tu voz, aunque recordarte sea como masticar cristales.

Ahora he escogido tu lema para limpiar la herida "Así es la vida"

Que no te odio por haber querido rendirte, por decir "no puedo" por soltar borderías cuando no tenías el humor de terciopelo. Jamás.

El otro día escuché una frase  'la culpa es tal vez el compañero más doloroso de la muerte'
No sé si es el más doloroso, pero el más pesado y axfixiante, no me deja dormir ni respirar, ni siquiera me da un margen donde poder pensar "quizás no"
Un pensamiento recurrente que se queda sentado y echa raíces como si realmente quisiera que se quedara, como si con lágrimas lo regara.

No asimilo del todo que la vida sea capaz de avanzar sin ti, no asimilo tampoco que ya nada tenga un cierto grado de emoción simplemente porque no voy a poder reírme contándotelo. No asimilo muchas cosas, y ya no sé si es porque me niego.

Me acuno en las noches no dormidas, contando ojeras, clasificando súplicas, acumulando sangre en la herida.

"Tiempo al tiempo" como si realmente fuéramos eternos. Una herida abierta, eso eres, que refresca en verano y congela en invierno, como una metáfora del mar, con su olor a sal, con los días en calma cuando pase el tiempo y con la mar brava cuando te recuerde. Tormentas.

Creo que he cogido todo lo que me has dado y un poco más y así nunca estaré vacía del todo, pero siento decirte que tú te has llevado todo de mí y este silencio y todas las veces que no te he dicho te quiero me entierran el alma.

Queda mucho invierno y creo que es para siempre, en verano ya no volverá a salir el Sol.

A veces respiro lágrimas imaginarias que se mueren por caer y ser libres, por limpiarlo todo y hacer revivir las raíces secas, pero no dejan más que lodo.

Buceo en el fango.
Me inspira fuerza la risa de mi tío, calma, respirar hondo y avanzar.
Me muevo por sensaciones y navego a través de ellas, a veces me estampo de bruces contra la realidad cuando la sensación de que estarás en el salón sentada en el sofá se desvanece.

No puedo cerrar los ojos y no verte y mucho menos abrirlos y no encontrarte.

Ojalá sea, por lo menos, la mitad de mujer que has sido tú. Que mis hijos tengan, por lo menos, la mitad de lo que has sido, con tus defectos también.
Ojalá supiera como cojones enfrentarme a esta mierda sin chocarme con todos los obstáculos.
Ojalá supiera como encontrarte en mis sueños y comunicarme con los tuyos.
Ojalá supiera todo lo que estabas pensando en ese momento.

Ojalá, ojalá, ojalá.
Destrucción, desolación, silencio, agonía, desesperación.

En tierras del llanto recorro caminos inventados siguiendo un patrón de estrellas que siempre iluminan hasta el alba: "Ningún viajero podrá perderse con el brillo de tu estela" me escribiste una vez.
Me siento sucia por no poder escribirte algo que esté a la altura de lo que has sido.

Me agobio con todo y con nada.
Me ofende muchísimo que el mundo no esté roto como lo estamos nosotros, aunque en el fondo me alegro de que no te hayan conocido porque no me apetecía compartirte.

Supongo que superare esto cuando deje de imaginar que en cualquier momento abrirás la puerta de casa o que me despertarás de la siesta con tu risa.

Sé que la mayor parte de ti se quedó en el corazón de mi padre, ahora roto, pero que poco a poco seguirá latiendo. También sé que lo tenias todo planeado, no dejar ningún cabo suelto o al menos, no los importantes.

Todos los días cierro los ojos e intento no olvidar tu voz.

No queda nada, sólo recuerdos que arden a los que me agarro como si no hubiera nada debajo.
Esto parece la segunda parte de 5 horas con Mario, pero más cariñoso.

Encuentro consuelo cuando miro tus fotografías, pero dura poco cuando pienso que todo lo que venga ahora no va a poder conocerte.

Que maravilla cuando reías sin parar, ahora entiendo a mi padre. Que maravilla.

No calculo ya el tiempo, que pasa desapercibido entre los días, a la sombra de sus noches entre semanas que se acumulan como la ropa sucia en la silla de la habitación.
No tiene ningún valor ya la coherencia, la resignación, no tiene ningún sentido disimular.
No tiene ningún sentido nada, ni siquiera como corre la vida en el mundo sin ti. A veces bailo entre la ira y la desesperación y joder, tenemos bastante compenetración.

Todos los días cierro los ojos e intento no olvidar tu voz. Que maravilla, que maravilla más dolorosa.

Lloraré a los pies de Octubre, a las 19:40; cuando no encuentre mi sitio y no escuche tus ánimos, cuando llegue el 23 de agosto y haya pasado un mes que no ha significado nada para más de la mitad del mundo.

Y creeme que cuando llore regaré mis fuerzas para después dejarla de herencia a los que vengan. Siento la necesidad de no dejar a nadie en el camino que quiera estar conmigo, de hacer crecer de mis costillas más brazos para sostener a la gente, de repartir empatía y alegrarles los días.

Te juro que me arde por dentro no haberte dicho te quiero todos los putos días de mi vida, no haberte hecho sentir ni la mitad de orgullo que yo siento por ti. Tendría que haberte dado el triple de tantas cosas que no puedo dormir cuando lo pienso.

A veces el búho se queda dormido y cuando sueña encuentra calma en tu presencia pero cuando despierta se arruina su alma.

Sé que hubieras querido que cogiéramos impulso, que nos agarraramos a lo que fuera pero con fuerza, que nunca traguemos agua por estar siempre en el fondo de la laguna, pero si te soy sincera desde entonces no me he atrevido a coger un pincel.

Tener memoria nos hace fuertes y tener conocimientos libre, ¿cuántas veces hemos discutido sobre la guerra civil?

Me parece tan patética la humanidad y su doble moral que hasta nos turnábamos para insultar a la televisión.

Encuentro el equilibrio en los ojos de mi hermana. Hoy estoy rara, mañana más.
Supongo que durmiendo no me duele el mundo.

Aprenderé algún día a vivir sin ti como tú aprendiste a convivir con la idea de que algún día ya no estarías. Es como dar martillazos a algo que está hecho añicos hasta convertirlo en polvo, en cenizas.

Has estado y estarás en cada logro que consiga, jamás lo dudes, en cada uno de mis pasos para llegar al sitio que quiera. Allí y en todas partes.

Seguiré cerrando los ojos todos los días y recordando tu voz y tu risa para no olvidarte. Esa risa, que puta maravilla.

He transformado en miles de gestos las gracias que he querido darte siempre, aunque no te lo haya dicho ni el 50% de las veces que hubiera querido.

Siempre te he dicho que eres la puta ama y a día de hoy sigues siéndolo, nadie jamás podrá superarte.

Podría decirte en todos los idiomas del mundo "Gracias", " Te quiero", pero todo eso se resumía cuando conseguíamos hacerte reír en un día malo.

Porque siempre serás tú, arropada por nosotros, vayas donde vayas, estés donde estés.

Te quiero con toda mi alma mamá.
Te queremos con todas nuestras fuerzas.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Siempre yo, yo, yo, pero nunca nosotros.

No ha sido un buen año, ¿debería decirlo en plural? No han sido buenos tiempos, no lo son ahora.
El tiempo consume, lo hace rápido, no le tiembla el pulso.
La mosca sigue detrás de la oreja, susurrando el anhelo de una cura que no existe.

Soy vulnerable y de cristal tintado. No dejo que me veas a través de la piel.
Oculto cosas, como todas las veces que he deseado la muerte para acurrucarme en el silencio y en la suavidad congelada de un trozo de seda.
Silencio. Tranquilidad. Equilibrio.
Una línea recta que atraviesa los sube y baja que encontramos en los días que vivimos.
Pero solo la encuentro cuando el aire es fresco.

No soy dueña de mi autoestima, no depende de mí.
Quizás por eso aguanto cosas que jamás habría aguantado, porque es más fácil ceder que morir lentamente ahogada en mi propia mierda.


Excusas. Jamás.

Ando vagando por los mapas establecidos, por calles similares a las que he dejado atrás, deambulo y cuánto más lo hago más me destruye el tiempo y me congela por dentro.
Hay días que no daría más de dos pasos para salir de la habitación, otros sin embargo andaría hasta que me sangrasen los pies.
Últimamente en mi vida solo hay blanco o negro, nunca gris. Solo silencio.

A veces tengo conversaciones imaginarias conmigo misma:
Ella me cuenta que le duele absolutamente todo y yo siempre le digo que no es para tanto, que un poquito más, pero me termina arrastrando y agotando.

Perdóname por desear que se acabe el sufrimiento, que también me arrastra, nos arrastra, hacia algún agujero en mitad del jardín.
Perdóname todas esas veces que he hincado las rodillas y he gritado que no podía más.
Perdóname por hacerte tropezar, por no ser útil. Perdóname por no decirte que te quiero todos los días.
 Quiero que me perdones por tantas cosas que espero que nunca lo hagas cuando llegue el momento, porque me sentiré el doble de culpable por no haber estado a la altura. 

Hay días que la música no me dice nada.
El día me odia, la noche me engaña y la tarde hace días que no me habla.
Hay gente que no aprecia lo que tiene, ya sea físico o más fino que el aire.
Me quema por dentro y me escuecen los párpados, muchas veces desvarío y me doy de bruces con acciones impulsivas que no sé de donde han salido.

Siempre yo, yo, yo, pero nunca nosotros.
Siempre bien, bien, bien, pero nunca mal.

Estoy muerta por dentro. No me dejan reír, tampoco llorar. No me dan margen cuando tengo un error, tampoco lo puedo arreglar. No puedo parpadear por miedo a perderme algún cambio. Ni siquiera me dejan bailar con alguien que no sea el anhelo de respirar.

El hoy es un desastre, mañana ya veremos.
La vida no es para tanto.
Creo que estos días me lo he pasado tan bien que ahora tengo doble ración de depresión: dejadez, indiferencia, odio dormido, rabia contenida, tristeza larga y áspera, sueño acumulado, pesadillas extrañas, recuerdos atravesados.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche,
Escribir, por ejemplo: Mi alma está rota y no hay Dios que la cosa. 
Alguien intenta bordarla, pero al primer movimiento se desquebraja.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche, 
pero como es de día, aguanto un poco más.

Siempre está bien revolcarse en la sombra de los clásicos, desemboca en alivio, y el alivio trae paz.

Lo de aguantar me lo dice mi orgullo, yo ya no tengo ni voz ni voto.
Es verdad, hay días mejores en los que respiro profundo y se me hinchan los pulmones de serenidad.
Otros días, en fin.

Tengo una herida abierta y se me cuelan las lágrimas caídas.
La herida no tiene nombre, solo tiene un calendario que cuenta los días en los que me duele.
Esa herida también escuece cuando estoy alegre.
¿Podría hacerlo peor? ¿Podría apoyarme sin que nadie después metiera sus dedos en la herida?
Supongo que con tanta decepción, se hace más grande.
Pero aunque sea gigante, no cabe el amor.
Supura miedo, repugnancia, odio. Siento que me inundo de arrepentimiento y no puedo nadar como castigo. Soy una especie de madrastra malvada, da igual lo que haga, siempre seré la mala.

¿Es un don hablar con los ojos?
Podría cerrarlos y terminar la conversación, pero nadie me escucha.
No me quiero escuchar, por miedo a oír lo que me tengo que decir.
 De las conversaciones que tengo conmigo misma nunca salgo con algo en claro, siempre queda un doble fondo de duda y misterio. Nunca tengo nada claro y los universos paralelos también tienen que esperar a que me divida.
Enterraría todo lo que me hace daño en diferentes puntos del mundo, para que no vuelvan a buscarme.

Perdóname por no echarle más ganas a todo lo que tengo delante, pero ya no tengo hambre del mundo. No hay ilusión, no hay pasión, no hay arte. No hay nada.

Seré tu sombra como lo soy ahora, como muchas veces lo he sido.
Antes de que caigas yo estaré abajo preparando el mantel y las pasas.
Antes de que llores estaré tapiando las goteras, allí en lo alto de tus pestañas.
Puedo ser el color azul en tus días nublados y puedo ser la claridad dentro de tus sueños.
Pero no me pidas que me vuelva a subir al mundo, que llegue a la siguiente parada, si no puedes subirte tú a él. No me pidas que avance si no vienes conmigo. No me pidas que me desprenda de todo el mal humor que te desborda cuando no hago más que achicar agua y extinguir fuegos.
No puedo ser el color azul si tus días negros no me provocan serlo.
Ni tampoco puedo levantarte si no te dejas caer.

Perdóname por no haber heredado ni un cuarto de la fuerza que tú tienes, por no partirme la cara con el destino y por cabrearme con tu conformismo. Me sale solo.

Nosotros somos tú
Tú eres nosotros

Volveré a subirme al mundo cuando tú subas conmigo, sino, no hay trato.


viernes, 6 de enero de 2017

¿Cuándo te has convertido en destrucción?

Miente el sueño cuando dice que descansa, el silencio cuando dice que calla y aguarda, miente el viento cuando dice que despeja, cuando la lluvia dice que limpia y renueva, miente el Sol cuando dice que alumbra y calienta.
¿Mienten los ojos cuando escupen palabras?

Miente el tacto cuando dice que agarra, miente el oído cuando dice que escucha y el olfato cuando dice que inhala.
¿Miente el alma cuando dice que llora?

Mienten las palabras, obligadas a reunirse, a formar.
Mienten los gestos, los sonidos, mienten los colores, miente la ciudad.
Mientes tú y tu compañero y todos los tatuajes que entre los dos suméis.
Mienten los labios que dejan escapar verdades a medias con forma de media luna, miente su eco y también miente el olor de su aliento.
¿Miente la propia verdad?

Miente el cuerpo a la mente cuando resiste, y la mente al cuerpo cuando lucha. Y todas esas mentiras queman la piel.
Tapan a medias los párpados, la tristeza en los ojos, mientras el sujeto duerme perdido en un sueño profundo y oscuro que apenas recordará cuando despierte.

Miento cuando me quiero dejar caer. De golpe.
Miento y no lo puedo evitar, porque la verdad me irrita, me hace temblar, me produce ansiedad.
"Mañana será mejor"
Y respiro y bebo mentiras, y como mierda que me nubla la vista y me distrae.

Me dice el cuerpo que resiste, que yo aguante que él me sigue, que consiga convencerme de que lo contrario sería sumergirme en la cara fea de la verdad más negra. Que resista, resiste, que no hace falta bailar todas las noches con la sombra de la Muerte.
Que no hace falta que me mienta, que sueñe sin miedo a no recordar lo soñado, que espere en silencio al viento que despeja, que bajo la lluvia renueve mis pasos de baile y limpie mi ansiedad.

Me dice la mente que no aguanta la presión, que yo aguante que ella me sigue, que cada tres días limpie la mirada con lágrimas de algodón y así ella podrá aliviar su opresión.
Que dice que bombea por alguien, no por ella, que disimula por alguien, no por ella, que sonríe, siente y respira por otra persona que no es ella.

La noche recubre a medias el sueño interrumpido entre las sábanas.
Otra noche de mentiras, ella también miente cuando dice que acuna, que no le gusta ser un regalo. Que ella no es propiedad de nadie.
Las estrellas también mienten cuando dicen que no mueren, y la oscuridad, en silencio, aguarda la mentira en las sombras.

No me encuentro y no es mentira, solo estoy agusto en el calor de sus pupilas.
¿Cuándo se me ha roto la orientación? ¿Cuándo me he perdido tanto? ¿Dónde me he perdido?
¿En la mentira del bienestar? ¿O en la mentira del optimismo? ¿En la verdad? ¿O en los continuos bailes con la Muerte?
Quizás me desorienté al dar tantas vueltas, al cruzar los límites de la esperanza, en pensar demasiado.

Me anudé al cuello la promesa de dormir bien, de recordar todos los sueños, de que cuerpo y mente se equilibran solas, como la noche y el día. Y no es así.
Y ahora con poco menos de nada me ahogo y no sé salir del vaso que me hunde.
Cuerpo sale a caminar, en contra de Mente, y yo observo a través de mis ojos todas las palabras que me dejo por el camino, que las tiro porque me sobran aunque luego las necesite.

Cada tres días limpio la mirada con lágrimas de algodón y Mente duerme relajada.
Salgo a caminar y corro hasta agotarme, y Cuerpo duerme relajado.
Y yo sigo abrazada al insomnio, dando vueltas y más vueltas, perdiendo la noción del tiempo, del espacio.
Agarrada a la orilla de la esperanza como un clavo ardiendo.