Parpadeos fugaces

martes, 13 de febrero de 2018

En voz alta y muda

Ya no me queda nada por decir.
Solo tengo este silencio que grita en tierras olvidadas.
Estoy cansada, de no saber hablar, de los días que pasan, de la ropa y su influencia en los demás, de los nervios con origen desconocido, de estar muerta por dentro y no querer hacer ni el amor.
Estoy harta de que el roce con la realidad me deje ampollas.

¿Qué más da que haya sido mi cumpleaños y no hayas estado? ¿Puede hacerme aún más daño? Es que yo sigo aquí, nadando en la herida, y todavía a día de hoy trago agua.

Y todavía a día de hoy estoy esperando a algo que nunca va a pasar y siempre lo espanto tan solo con decirlo en voz alta. Pero el eco no llega a todos mis rincones y siempre me quedo esperando, como el perro a que vuelva su amo, siempre me quedo esperando a la noche, para quizás con suerte , volverte a ver.
No soy capaz de articular dos palabras. Una y media. Sin que se me caigan las lágrimas.

Llevo una especie de aura que me persigue, color inerte, que me estruja sin tregua.
Como Peter Pan sin su sombra o Angus Young sin su guitarra.
Una bala perdida en el Oeste,
un grito de auxilio en la superficie de cualquier océano.
Podría poner tres mil ejemplos:
¿Qué sería de Bonnie sin Clyde? ¿Y de Bonnie y Clyde sin un banco que atracar? ¿Qué sería de Picasso sin el bombardeo en Guernica? De la fotografía sin que alguien encuadre lo que es la vida.
¿Qué sería del esfuerzo sin su recompensa?

Tengo un cráter de Luna, que brilla en la oscuridad, en mitad del pecho; y allí os guardo a todos para no sentir tanto el vacío.

Aún así, de día, se puede apreciar un rastro de desolación que va dejando migas de ilusión por si algún día retomo el camino y decido volver.



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