Parpadeos fugaces

lunes, 20 de febrero de 2012

Profundidades.

Tengo que huir. Ya sea volando por la ventana, bajando a las mugrientas alcantarillas o explotando en la tierra. Esconderme en cualquier sombra que no ilumine una puta farola. Dejar de respirar cuando pases a mi lado, para que no me escuches y pases de largo. Tengo que huir. Lejos o cerca. Mis piernas quieren correr y el alma torturada que hay dentro de mí tiran de las cadenas. Tenían que ahogarme las palabras para huir, tenían que inundarme las lluvias para poder huir. Tenía que tocar y sentir el extremo para correr en dirección contraria. Me quemo con fuego y derrito con hielo. Pero yo tenía que correr en una dirección que no estaba muy clara.
Yo, yo, yo y más yo. ¿Algún pensamiento más egocéntrico que ese? Tenía que huir de la mente que me poseía y controlaba. ¿Pero cómo? Si ni durmiendo soy libre.
¿Cómo huir de una cárcel que has creado para ti? Sellando tus puntos débiles y marcándolos a fuego. Ni siquiera te concentras durante un minuto en otra cosa que no sea en los problemas de tu mente. Te torturas con tu propia voz y ni siquiera tienes la llave para abrir los grilletes.
Pero tenía que seguir corriendo hacia ningún lugar, aunque solo fuera mentalmente. Tenía que sentir el cansancio en sus huesos para saber lo que era realmente el dolor. Tenían que llamarla fea para que se viese realmente guapa en el espejo.
¿Y si el espejo me miente? Últimamente mi alrededor está plastificado. Asfixiado en sus propias mentiras y excusas, en su tiempo perdido y en mi tiempo malgastado. No me importa, yo tenía que seguir huyendo.
Huir de un asesino que te persigue día y noche, ¿Dónde te escondes en mitad de un desierto? Sabiendo que bajo la arena te espera una muerte segura y venenosa.
Me siento una niña pequeña, con tantas preguntas inéditas y tan pocas respuestas. ¿Respuestas de qué? De todo en general. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? Imagínatelo.
Lo imbécil que pareces llorando frente a un espejo, ¿Te quieres ir? Vete y no vuelvas. Total me sirves de poco.
Somos cadáveres putrefactos, hijos de una tierra muerta. Hablamos y enlazamos palabras con significados huecos, vacíos. Miradas opacas que no dejan ver sus auténticas intenciones. Estás solo realmente a pesar de sentirte arropado por el amor y el cariño, quizás no lo verás ahora, pero eres tú el que se pudre en un ataúd, eres tú el que sufre el dolor de vivir y el que la disfruta, eres tú el que enferma y se cura. Eres tú el que llora frente a ese espejo y el que ve sus ilusiones rotas junto con ese trozo de cristal manchado de sangre, tú sangre. 

Pero tranquilidad, que esto nadie lo entiende por muchas veces que se lo expliques. Da igual todas las líneas de colores que hagas señalando las zonas importantes del esquema, da igual que pongas puntos 1), 2) o 3).
Quizás es que tu mente los sobrestima.
La culpa es tuya, por haber nacido. Y por tocar esos acordes tan tristes. La culpa es tuya por mirar el mundo con los ojos ciegos. Por oír el latir de tu corazón y no compartirlo con el mundo. La culpa es tuya, por callarte las palabras que escalan por tu garganta. Por no gritar para que te hagan caso. La culpa es tuya por haber crecido en un mundo de dragones escupe-fuego. La culpa es tuya por creer en sus máscaras y por respirar el aire que respiras.
Siempre he intentado repartir el mundo para cada persona. Regalar ríos de recuerdos agradables, que naden por la corriente sus sonrisas, sin miedo a hundirse o a no saber nadar.
Siempre he intentado contagiar el aroma de mi risa, como una cura, en sus vidas atormentadas. He intentado iluminar sus sótanos y desatascar sus tuberías atascadas. Casi siempre lo he conseguido.
Pero el vaso tiene un nuevo fondo, y el agua no lo rellena del todo.
El no puedo anula al no me sale. ¿Y si no me sale de dentro de donde va a salir?
Acostumbras al cuerpo a callar y cuando quieres decir el silencio es lo único que narra. Desquiciante.
La culpa es mía por no darme cuenta de en qué momento me dejó de importar, si pensaba realmente que podía vivir en un mundo normal siendo así. La culpa es mía por todo y por nada.
¿Quién ha roto el ordenador? He sido yo, aunque no lo fuera.
¿Quién le ha quitado las pilas al mando? No he tocado el mando en semanas, pero he sido yo.
¿Quién ha tirado el agua del pájaro al suelo? No llego a la jaula, pero he sido yo.
La culpa de todo es de todos, aunque solo le caiga el marrón a una sola persona.

Mente se pregunta que estás haciendo. Si realmente tiene ella la culpa o tú por hacerla pensar. Ella piensa que eres egoísta, y que no la dejas descansar, y que encima de no poder dormir por las noches por tus caprichosos sueños, le echas las culpas de tus desgracias y desquiciamientos. ¿Realmente se lo merece?
¡No le eches la culpa a la pobre muchacha por tu avanzada angustia existencial!
Eres tan cruel que ni tú misma te perdonas. Solo tienes que hablar con ella, piensa en todo lo que piensas. Piensa si merece la pena realmente. ¿No obtienes respuesta? Rodéala.

Te daré un consejo: afloja tus cadenas y vuelve a respirar. Si solo quieres salir de tu trampa es más fácil que ir pa' casa, solo tienes que salir por la puerta. 


Las cosas más difíciles siempre han sido tu fuerte, siempre has querido demostrar tu fuerza y te has puesto retos que quizás si no los superabas te hubieses hundido. ¿Y te hundes ante una puerta de plástico? De verdad que no entiendo lo que está ocurriendo, no entiendo estos altibajos, estos baches, estos agujeros negros que absorben tu energía y te dejan seca y sin luz. No entiendo por que miras el espejo y deseas ser el reflejo y no el cuerpo que se mira en él. ¿Qué tripa se te ha roto? ¿Qué cicatriz se te ha abierto? ¿Qué fuga interior está desinflando tu vida?  Vives en un laberinto donde el principio y el final solo te devuelven al mismo sitio, un bucle muy peligroso que puede acabar en una tragedia tan grande como la muerte. ¿Qué peor tragedia para tu vida que esa?

Debería darte un tortazo, o dos, y recordarte que vives hoy y no en mañana o en ayer. Debería darte un tortazo para hacerte olvidar el sonido del reloj. Debería darte dos buenas ostias y hacerte olvidar lo peligrosa que es la vida, lo frágil que es el cuerpo humano, lo cerca que está la muerte, expectante de tus acciones.
No serviría de nada. La violencia no sirve para nada más que para más violencia.
Tus estúpidas obsesiones van a acabar con tu vida.

Y vas a tocar las campanas antes de que el reloj anuncie tu hora.
 

martes, 7 de febrero de 2012

Lea las instrucciones del medicamento y consulte a su farmacéutico.

Hoy me he levantado sobre un somier de madera, con un colchón Relax blanco forrado con una sábana principal color crema. Estaba bajo un nórdico negro y rojo, como si fueran manchas dibujadas. Me sentía caliente y relajada. El reloj se burlaba ya que otra vez, cada mañana, me había quedado dormida. La luz de la bombilla de mi lámpara de piolín, OSRAM, se enciende violentamente. Una voz no cariñosa anuncia su enfado:
-¡Son las 8:03 am!
El cuerpo empieza a tensarse, a no querer moverse de ese colchón. Los escalofríos que habitan en las zonas frías de la cama son punzadas en la piel para comenzar a desperezarse. Saco un pie, luego el otro, vuelvo a meter los dos pies; y los caliento frotándolos el uno contra el otro. La voz enfada humilla al silencio partiéndolo en infinitas partes:
-¡Levántate! ¡Ahora!- Se escucha su eco desde el pasillo.
Abro los ojos con cuidado, despacio, suavemente, parece que pesan una tonelada cada párpado. El cuerpo, como si de una marioneta se tratase vaga por las alturas al levantarse de la cama; regula su velocidad e intuye su equilibrio. Poco a poco va desperezándose, al ver la hora sus ojos siguen inertes, ciegos de realidades. Quiere sueños.
Agarra con la mano el pomo de una de las puertas de uno de los miles de armarios de su cocina. Abre la puerta y ha escogido el armario de las tazas de café, los cuencos de cereales, y los platos pequeños para los huevos fritos. Agarra una taza sin sensibilidad alguna en la mano. La taza, de los cogollitos, enuncia Cultivo de Guerrilla: Siempre ocultos esperando...el día de la cosecha.
Rellena esa taza con un frío café mañanero hasta un poco más de la mitad. Se da la vuelta sin ganas y abre la nevera, donde coge la leche desnatada aprisionada en un brick rosa rectangular. Echa la leche.
Observa como se mezclan y forman ese café perfecto y milagroso.
Ese café contiene: café y jarabe de glucosa. El café torrefacto ha sido tostado con azúcares. 
La leche contiene: leche de vaca desnatada.
Cuando el irritable sonido del microondas decide que ya es suficiente tortura térmica para mi taza de café vuelvo como alma vagabundeante y lo saco de aquel infierno.
La superficie acaricia el vapor casi hirviendo. Parece nitrógeno líquido.
5 cucharadas de café y si acaso alguna más. El café dulce y las mujeres calientes.
Una cucharilla se compincha con mis dedos y remueven el fondo de la taza, donde poco a poco se ahoga el azúcar.
Un sorbo de prueba, y el vapor ardiente no deja acercar mis labios al borde la taza. Mi lengua peligra.
Otro sorbo después de varios soplidos me dejan catar el café.
Una sensación de paz y satisfacción recorre mi cuerpo a gran velocidad. Sensación que se estrella cuando la voz enfadada vuelve a gritar:
-¡Date prisa por favor! ¡Venga, vamos!
Madres que no entienden que el café está ardiendo y no se puede beber como un chupito.
Después de perder varios minutos en muchos sorbos cuidadosos la taza está vacía y mi alma rellena de cafeína con azúcar. Rápidamente desnudo mi cuerpo por el pasillo lanzando la ropa a ningún sitio, cambiándola por otra más limpia.
En el espejo se muestra mi reflejo vergonzoso y adormilado. Las ojeras hacen acto de presencia, ¡Un minuto de silencio por los sueños que no nos han dejado soñar hoy! ¡Gracias despertador! Sonaba irónicamente en mi cerebro ausente.
Cojo el cepillo de dientes, y el dentífrico.
El dentífrico contiene: Phosphate Dihydrate, Aqua Glycerin, Sodium Lauryl Sulfate, Sodium Monofluorphosphate, Silica, Cellulose Gum, Aroma, Sodium Hexametaphosphate, Methylparaben, Sodium Saccharin, Menthol, Cl 19140, Cl 42051.
Y ahora me brillan los dientes y huelo a menta. La sonrisa de Mona Lisa seguro que no tenía tanta complicación al lavarse los dientes.
Me he aclarado la boca con agua del grifo, y he escupido tres veces. He limpiado el lavabo y me he vuelto a mirar en el espejo.
Espejito, Espejito, ¿Qué nos depara hoy? Solo sé que me voy a quedar dormida en cuánto me siente. 
Apago la luz, y dejo atrás el baño. Me desplazo a la terraza y hago la mochila:
La mochila contiene: 5 botes de acrílicos, (Blanco, Negro, Magenta, Azul, Amarillo) un estuche lleno de pinceles (de mayor a menor), una paleta de plástico blanca, un estuche con más de 4.000 tipos de bolígrafos y que ninguno pinta bien, un bloc casi sin hojas con mucho arte dentro de él. Un libro de inglés casi sin usar, ya que el aburrimiento me aborda en esas clases, una carpeta con un mixto de apuntes y apuntes de dibujos, que va a reventar en breves, una madera con una linda muchacha pintada, previamente coloreada con los acrílicos, una agenda que está llena de incoherencias y exámenes, lapiceros, celo, pañuelos, cosas inútiles y olvidadas. 
Observo por la ventana el panorama y el clima frío de esta ola congelada de ilusiones calientes y cubro mi cuerpo con un forro polar verde, más la camiseta roja del corazón sangrante y la camisa de cuadros. Añado a esa lista textil el abrigo negro de Quechua y el pañuelo de Jordania.
Mis zapatillas hacen el trabajo de andar y mis pies tan calientes dentro de ellas. Los cubre con esmero, dos pares de calcetines negro Artengo. 
Siento en la piel el frío de la mañana y la brisa escalofriante, que hiela mis poros y enfría mis ideas.
El frío es más frío si has sentido un ardiente fuego dentro de ti y se ha apagado.
Camino hasta un Toyota. Uno negro, pequeño, 4 plazas, y un millón de folletos de vinos en el suelo. La radio canta Nothing else matters - Metallica; pues está sintonizada Rock'n'gol. 
El alma despierta con cada estrofa, las manos simulan baterías imaginarias, los dedos acordes erróneos, la voz clava la letra y el tono grave.
Recorremos la carretera por el carril derecho, como se conduce en este país. Semáforos en verde, ámbar y rojo. Peatones con mochila. Peatones trajeados. Peatones que entran en sus coches y se convierten en conductores. Peatones que van en grupos, congelados de frío. Peatones que no miran al cruzar un paso de cebra. Peatones que corren para no perder el autobús. Rotonda, giro a la izquierda, todo recto, semáforo en rojo. 2 minutos de espera, viendo como la vida en la calle es fugaz. Dentro del coche la calefacción empieza a calentar los pies. Semáforo en verde y avanzamos.
Dos minutos después y dos semáforos que cambian el rojo por el verde nos dejan llegar.
Abro la puerta y un beso cargado de Muchas gracias se va en el coche con mi madre.
La mañana se abre al conocimiento, aburrimiento y a la alegría. Cansadas las horas de estar sentadas, se toman un mini descanso en el recreo, vuelven a la carga hasta la hora de comer segundos.
Mis pies cansados y mis piernas fatigadas me llevan a casa casi a cuestas, calle abajo.

En una olla que previamente ha estado llena de agua caliente, con unas gotas de aceite y un poco de mantequilla, hirviendo dentro de ella dos tipos de pasta (espaguettis y tornillos). Escurrida en un escurridor rojo aguarda a mi llegada. Me relleno un plato y le echo litros y litros de tomate.
El tomate contiene: Tomate, aceite de girasol, azúcar, fécula de maíz, sal, cebolla, ajo y conservador (E-202). 
El queso en polvo estilo italiano contiene: Queso, mantequilla, proteínas de leche, sales fundentes: E-331, E-452, almidón de patata, sal, conservador: E-202. Puede contener trazas de lisozima de huevo.
Siempre acompañada de una barra de pan.
La corriente eléctrica y el botón de On/Off le dan la vida a la televisión, que sintoniza Cuatro.
Castle, me gusta.

Sigue mi vida, aburrida y sentada en este sillón, narrando la cotidiana mañana de un Martes fresco y casi congelado. Consumiendo los productos, las horas de vida, y las chinas que se esconden en mis bolsillos.
Mañana miércoles.
Los miércoles contienen: Madrugón a Filosofía, Desesperación a Diseño, Aburrimiento en Inglés, Soledad en Historia de España y Cólera en Lengua Castellana. 
Los jueves contienen: Desánimo en Lengua Castellana y sueños rotos, Aborrecimiento de la Lengua extranjera y más sueños rotos más ojeras relucientes, Un descanso entre la impotencia de Diseño, Desorientación en Historia de España, Ausencia en Volumen, Hambruna en Séptima. 
Los viernes contienen: Paisaje fantasmal en Historia, incoherencias en filosofía, divinas técnicas gráfico-plásticas, interrogante volumen, caótica lengua castellana. 


Mi vida contiene: Altas dosis de incoherencias, metáforas inexpertas, comparaciones cotidianas, músculos blandos y músculos bombeantes, un bote lleno de razón y de lógica y dos botes de superación. Un cuenco relleno de vergüenza sólida y muchas cajas de regalos con sonrisas dentro. Dos cucharadas de ojos verdes y muchas miradas. Un kilómetro de melena y muy pocos cuidados. Un saco con un par de personas milagrosas y una esquina oscura donde almaceno las cosas que no me importan. Una taza de café todas las mañanas. Un cuerpo con dos brazos, dos brazos con dos antebrazos, dos antebrazos con dos manos, dos manos con 5 dedos cada una, 10 dedos que escriben en 27 teclas lo que su cabeza comenta. Dos piernas con dos rodillas, dos rodillas con dos espinillas, dos espinillas con dos pies y 5 dedos en cada pies, que analizan la superficie que piso cada día y marcan el paso y el camino de hoy, mañana y ayer. Trazando rutas. 


No sé como terminar mi rutina. Con la rutina del "The End"

domingo, 5 de febrero de 2012

La vida nunca tuvo un final feliz.

Es curioso echar la vista atrás. Comprobar que los puntos que cosieron tus heridas han cicatrizado con éxito. Recordar los días soleados y los nublados, los lluviosos y los interminables. Es curioso echar la vista atrás y recordar tus sueños, tus esperanzas, tus metas, el grado de imaginación que tenías por aquel entonces, las expectativas del futuro, tu inocente mirada.
Es curioso, y peligroso echar la vista atrás.
¿Recuerdas las heridas que nos hacíamos en las rodillas? Persiguiendo al enemigo número uno de tu clan imaginario, gobernando el patio del recreo con crueldad, esclavizando a tu manada de 4ºB sin derecho alguno, reteniendo en la portería del campo de fútbol a tu preciosa princesa.
¿Recuerdas como luchaste por rescatarla? Con aquel palo tan fino, que en cuanto el aire le daba un poco de lado parecía que se iba a partir. ¡Pero allí estabas tú! Alzando ese palo insignificante para el enemigo y maldiciendo su existencia. La tormenta en aquellos inviernos era habitual. El pelo al viento, el palo en alto, la valentía y el amor por aquella dama estaban más altos que los propios edificios que rodeaban el pequeño campo de batalla. ¡La princesa gritaba!
-¡No, vete de aquí!
La lucha siempre terminaba en risas que se escurrían por el suelo, que se caían en el barro sin preocupación; risas que saltaban en los charcos mientras las madres de aquellas risas corrían tras ellas. Nunca nos dejamos doblegar, seguimos saltando charcos y salpicando emoción, mojando la infancia con nuestras botas de plástico colorido.
Poco tiempo tardaste en darte cuenta, de que querías ser una heroína en un mundo de héroes. Pronto te diste cuenta de que no tomabas el mismo camino que los demás, que de alguna forma no sentías lo que ellos sentían. Pronto te diste cuenta de que el rescate de aquella princesa era más importante que tu propia vida.
Tu fiel acompañante espadachín, recién llegada de las tierras del Torres Quevedo, imitaba a tu sombra persiguiéndote por cada rincón, endulzando con su risa tus gracias.
Fue entonces cuando la presión del "no volverte a ver" alzó la valentía de la espadachina. Tragó con dolor y miedo su cobardía, y tapó sus mejillas rojas con sus manos que escribían su sentimiento más profundo. Novata en relatos, escribió en una humilde hoja de papel de cuadros "No sabía que las flores andaban" y sin más dilación dejó caer la nota en su estuche, colocado estrategicamente en su mesa de trabajo.
Tal preocupación tenía que no tardó en darse cuenta de la situación. La joven princesa se aproximaba. Con su elegante y característico paso lento y seductor, su coleta colgaba de un coletero negro y sus ojos pendían del rostro más bello que jamás tuvo el valor de observar. El corazón en un tarro de cristal, comprimido sin poder respirar. Se deciden a hablar:
-Hoy me ha ocurrido una extraña situación, en mi estuche encontré, colgada de un cordón, una nota de amor. Amor, o un halago como otro cualquiera.
Su corazón latía con fuerza y sus mofletes notaban las altas temperaturas. Su corazón grita y su boca calla.
-¿Sabes de quién puede ser?- preguntó la princesa, con total inocencia. Los ojos como platos intentando extraer información de los suyos. Continuó su intuición:
-Está escrita como si fuera zurda.-Totalmente cierto, pero la culpable era diestra.-Y solo sé de una persona de aquí que sea zurda.
No cayó en la cuenta de que se espadachín, su mano derecha, su mejor amiga, su sombra, era zurda. No quería otra confusión, y al fin la boca abrió; sin más dilación su corazón gritó:
-No pienses que es de ella, que no es así. Grave equivocación y un gran socavón en mi cavaríais si pensarais que esa nota es de ella.-Traga saliva y respira de nuevo.
-¿Y sabes de quién puede ser?- su sonrisa se cuela por mis rendijas iluminando mi interior. El nudo de cobardía que se tragó antes de escribir su sentimiento se hacia notar. No podía hablar.
-Princesa...¿Qué pone en la nota?- las lágrimas asomaban en sus ojos, el corazón luchaba con ese nudo de cobardía: ¡Adelante! ¡Sin miedo! Gritaba.
-¡Princesa!-se asusta- Esa nota, sé de quién es. Sé perfectamente de quién es, y si me permitís mostrároslo, será el mayor honor que...
-Adelante. ¿Y bien?
El nudo de cobardía se escurrió por la garganta, como si fuera miles de cristales rechinando en paredes metálicas. El corazón por fin libre, habló sin cadenas.
-Era todo un mero truco, escribir con la mano izquierda, por temor a que descubrierais quien era, por miedo a fracasar en esta arriesgada misión.
La princesa no daba crédito ante tal información.
-Continúa.-dijo.
-Quizás el poema, el halago o la letra no fue lo suficiente elegante. Ni el papel lo suficiente especial como para tocar tu piel. He de confesar, que la tinta que simula estás letras en forma de poema no es tinta sino sangre, sangre que confesó a fuego el afecto que siente mi corazón hacia su elegante figura.
Bajó la cabeza sintiendo vergüenza y una risa suave acarició su rostro.
-¿Eres tú la incógnita de este trozo de mi vida?
-Puedo ser lo que tú imagines, lo que desees, lo que te alegre, lo que se te antoje.

Desnuda de armadura no tenía más armas que la sinceridad de sus palabras, un sentimiento tan vivo que bailaba a su alrededor.
La princesa aceptó ser su musa por los siglos de los siglos. El sol alumbraba cada día en el corazón de aquella luchadora.
¿Recuerdas lo ilusionada que te levantabas por las mañanas? ¿Lo bien que te preparabas los versos? ¿Los besos? Practicando inconscientemente con la almohada los abrazos, soñando con su sombra y su figura, son su risa, con sus ojos marrones. Se podía decir que el Sol dejaba sus ojos. Y eso nunca fue tan bueno.
A medida que pasó el tiempo...¿Recuerdas que pasó?
¿Recuerdas las malas noticias? ¿Las traiciones? ¿El dolor?
El Sol alumbraba como cada mañana, pero la Princesa no dejaba ver sus ojos. No se dejaba acariciar ni hacer reír. Se preguntaba en su cabeza que estaba pasando, no lo entendía tan repentino cambio.
Un informador la cogió por banda, agarrando a la espadachina del brazo.
-Malas noticias.
-¿Malas? ¿Qué es lo que está pasando?
-No todo es oro lo que reluce, ni todas las verdades son verdaderas. Su lengua es veneno y sus ojos engañan a cualquiera que los mire. Su luz es tóxica, es mala, contagia engaños, provoca lágrimas.
-¿¡Qué es lo que estás diciendo!?
-¡Digo! Que deberías desenmascarar la verdad, que está frente a vuestros ojos, pero que no queréis ver. Es su luz, que os deja ciegos de verdades. Os miente y seduce con su dulce voz, pero crecen espinas en su interior. No os dejéis seducir, acorralad sus mentiras, hacedme caso. La Princesa es un pozo de traiciones.
-¿Es cierto lo que tu boca anuncia? Como no lo sea, yo te...
-¡Es cierto! ¡No dudéis de mi palabra! Pues no es solo la Princesa la que os ha traicionado. Su sombra, su gemela, su mitad, su espadachina, su mano derecha, está involucrada en tal masacre.
-¿Pero cómo?
Los primeros pétalos de su corazón comenzaron a caer violentamente. En el silencio de su interior se oía el típico tic tac y miles de cristales rotos cayendo desde lo alto de su pecho. No podía creer en un solo argumento, así que decidió buscar más información. ¡Y vaya si la encontró! Al parecer la noticia corrió colegio arriba y colegio abajo, traspasando paredes, llegando a los oídos de los gusanos que vivían en la tierra.
Tal traición hizo tronar su cielo, quebrarlo en dos. Partió su corazón en mil pedazos, desintegrado el sentimiento de amor evaporó sus lágrimas nacientes y buscó a la princesa.
La Princesa aterrada ante el descubrimiento de su traición intentó seducir con sus palabras de arrepentimiento a la espadachina, que había dado la vida por salvarla en numerosas ocasiones. No lo consiguió. Jamás lo consiguió.
La espadachina fundió en sus venas su armadura de metal, para que jamás pudieran herir su interior. Arrojó cada pedazo de su corazón a un papel mojado que se escaparía por algún desagüe de alguna mugrienta ciudad. Encadenó sus lágrimas a sus ojos, impidiéndolas caer de nuevo y enfriar su risueña cara. Prohibió a su memoria recordar que era aquel sentimiento tan eufórico. Quemó su piel para evitar sentir dolor; selló su destino.
¿Recuerdas el pequeño resurgir de ese sentimiento? Que se evaporaba con cada pensamiento.
Y como cada día se ha ido alimentando de pequeños trozos de ilusión.
Es tan grande la historia de nuestras vidas que aunque acabes de nacer ya tienes algo que contar.
Es curioso echar la vista atrás. Es curioso, nostálgico y en ocasiones triste.
Las cosas que no podrás hacer, como abrazar a tu abuela.
Las ilusiones que jamás podrás tener.
Los sueños que se han roto, estampadas contra la realidad.
La magia que perdiste y la inocencia que se ahogó en lágrimas.

La ostia que nos dio la realidad cuando crecimos no es comparable a la ostia que nos daremos cuando seamos más viejos que jóvenes. 


Es curioso echar la vista atrás, y es más curioso volver a tu presente y olvidar que has estado en el pasado. Es curioso volver, es curioso recordar, anhelar. Es curioso sentir que el tiempo te ahoga. Es peligroso agobiarse con una obsesión tan inestable.
Es peligroso que te quite el sueño tus propios sueños, el agotamiento de la arena en tu reloj. Que abras los ojos y que estén eligiendo tu futuro.
Es jodido saber que todo lo que hagas nadie sabrá que lo has hecho, cuando todas hayamos muerto, nadie recordará las buenas acciones, las malas, las risas, las coñas.
Cuando todos estemos muertos no habrá foto, ni escrito, ni fórmula que diga como realmente es sentir la presencia de la muerte en tu espalda. No habrá biografía que relate como eras realmente.
Cada día me convenzo de que al menos hay que intentar construir esta vida de cimientos de papel, que cada día hay que plastificar un piso más, que cuando llegues a la cima podrás volar a su alrededor. Podrás saltar desde lo alto de todos esos escalones enormes y podrás sentir la auténtica libertad. Podrás sentir como el viento huracanado arranca tu piel sin dolor alguno, podrás sentir como tus ojos recuerdan por última vez todos tus sucesos inscritos en todos esos escalones que observan como te atrapa la gravedad.

Y cuando el reloj dé la última campanada...¿Dónde estarás?

miércoles, 1 de febrero de 2012

A 100 kilómetros por beso.

Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden kleenex
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira.





Quisiera expresar mi respuesta. 


Quiero enseñarte el trayecto de mi vida desde que arranqué el coche. 
Quiero que veas las carreteras que desgasto, los paisajes que no contemplo pero me rodean. 
Las horas muertas que reviven con los puntos muertos, acostumbrarte a una vida solitaria, tú, yo y la carretera. Quiero que analices cada uno de mis poros, formando un atasco por toda mi piel. 
Retén mis ojos en un punto fijo que no sean esas líneas blancas que separan dos direcciones. Haz que fije mi mirada en tus agonías, en tus mareos, en tu palidez. Deja que ponga la radio y suena nuestra canción. Déjame abrir la ventanilla, tirar el pitillo y renovar el aire. Deja que respire. Acaricia mi mano, que sujeta las marchas, ¿Quieres acelerar? Próvocame un frenazo, que pare en seco mi respiración. Deja que sin querer, se estrelle mi melodía con la tuya. 
Perdóname, por todas esos segundos planos, donde tú y yo no importábamos, discúlpame por no acompañarte antes a cualquier lugar, por no reaccionar a tiempo ante las claras señales. 
Señales que me hacías, que marcabas con cada derrape en el suelo, con cada accidente que sufríamos dejabas una señal. No quiero que te bajes del coche en cualquier semáforo, que nos gobiernen tres colores que ni siquiera son mis favoritos. No quiero un parpadeo cuando cambie repentinamente tu vida, cuando entre en tu circuito y descoloque tu dirección. No quiero una palabra de mi carrocería, que brilla cada día para tu amanecer aclarar. Y el humo negro del tubo de escape, que escape por donde quiera, no entrarán de nuevo los problemas pasados en nuestra memoria. Se irán con aquel humo tóxico y perjudicial. Sostén sobre mi armadura, el capó de estrellas que señalaremos y nombraremos esta noche. Túmbame  en un cruce, y espera a que la batería se apague; en mitad del desierto, a oscuras, sin humanidad a nuestro alrededor, sin obstáculos, ni badenes.    
Sigue conmigo en esta carretera sin final, al infierno de las chicas bonitas; que engañan y seducen a príncipes disfrazados y malcriados.  No apartes la vista de tu cartera ni tus labios de mi piel, que besan y rozan delicadamente el asfalto que dejamos atrás. Cada segundo a toda velocidad, se queda atrás, escrito en un cartón la dirección que nunca tomó. Triste nos ve alejarnos, con nuevos segundos a nuestra disposición. No tomes en cuenta el reloj digital que marca el tiempo actual y olvida el perdido. No lo mires. Mírame, observa como en el retrovisor se evapora la gasolina y tenemos que parar. Escribe en mis piernas las direcciones que tomarías si pudieras ir a todas partes a la vez, dibuja con cualquier pincel los kilómetros que comerías a bocados en mis labios, baila en el reflejo de mis ojos mientras mis pupilas te provocan un cortocircuito. Cargame la gasolina y continuemos el viaje, quedan muchos misterios por desvelar, mucho dinero que gastar, mucho terreno que explorar. 
¿Escuchas el rugir de mi metálico corazón? Que se muere por sentir tus engranajes. Vibra la pista de baile y la tapicería cuando el motor  chilla. Frenamos en cualquier paso de cebra, observa las líneas rectas, condenadas a vivir siempre erguidas, sin nadie que pueda hacer nada por ellas, sin nadie que tuerza su estirada vida. No te entristezcas, pues los hilos de las marionetas algún día se romperán. Ese día sintoniza tu voz con la mía. No tengas prisa por acelerar, ni tengas miedo a frenar. 
Que exploten los airbags, que se desprenda el techo del coche y nos deje respirar. Que el maletero se abra para hablar: "Aquí solo hay maletas vacías, ¿Con qué las pretendéis llenar?" 
Nos hemos dejado en casa los "por si acaso" y nos hemos traído las ganas. Nos hemos dejado en casa olvidados los olvidos, y ahora solo recuerdo nuestros recuerdos. Me he dejado en casa a posta, el destino; para poder improvisar mi propia historia sin que nadie la haya escrito ya. He guardado en un bolsillo el anhelo del hogar, que cuánto más te alejas más la sientes; esta vez el hogar se viene conmigo. 
Si tienes dudas tenlas, pero no me ahogues en preguntas donde las respuestas no están claras. 
Improvísame un giro, un volantazo que nos haga volcar, para volver a tener una excusa para abordarte sin preguntar. Despiertame en medio de un atasco invisible, despiertame cuando las estrellas estén conduciendo en el cielo a la velocidad de la luz: ¡Deprisa, pide un deseo! 
Deseo que esa estrella quiera volver aquí conmigo, en el asiento de atrás, contigo. 
Escupiremos sobre las lunas de esos vehículos tan solitarios. Búrlate de su mediocridad, de su gasolina malgastada, de su energía sin estrenar.  
Saca el brazo por la ventanilla y simula aquel anuncio, sonríe tu sonrisa y se encienden mis intermitentes.  
El punto más ciego de mi ojo no consigue ver tus intenciones: ¡Róbame el corazón y vete corriendo calle abajo! ¡Con tal tesoro entre tus manos sangrando no irás muy lejos!
Sigo el rastro y te huelo. La brisa me ha dicho que tu olor no viene de muy lejos, que estás aquí a mi lado todavía, que todo era un mal sueño. Pisa el embrague y cambia de marcha, quiero que el mundo gire más deprisa de lo habitual. Quiero atropellar las rotondas, comerme las señales de STOP más dulces, burlar la seguridad de las fronteras, volar en cada badén, cambiar el color rojo por un verde permanente. 
Te doy luz verde para investigar mi corazón; arreglame las aboyaduras, cuida mis imperfectos, alímentame con tu energía. 
Atropellaré sin piedad cualquier obstáculo que se nos presente, qué más da si el coche se mancha. Arrojaré por la ventanilla todas tus reflexiones liadas en aquel papel tan fino y en aquella sustancia tan fina y divina. 
Los insectos serán los encargados de hacer volar tus fobias, fobias que aplastaré en mi luna cuando pase a toda velocidad. 
¡Olvida tu vida terrenal! Enciérrate conmigo en esta bestia mecánica y dame caña. 
Pisaré el acelerador mirándote a los ojos; ojos que no parpadearán o perderán el juego. 
Y cuando el paisaje se nos presenté turbio, pondré las antiniebla y te taparé los ojos, para que descifres los enigmas que hay por todo mi cuerpo. Y cuando el peso de mi carrocería se apoye sobre tu elegante tapicería nos enconderemos en el auto-lavado, evaporando los gemidos y limpiando nuestra conciencia.
Qué nos importa una rueda pinchada, un amanecer rajado, que aparezca el motorista fantasma, que no tengamos un corazón de repuesto guardado en el maletero. 
¿Oyes las guitarras que nos provocan y nos imantan?  Cambio mi respiración a la marcha 4, a 100 kilómetros por beso en esta recta inhabitable. 
Rugeme en el oído, muérdeme como los coyotes de este desierto lo harían a sus presas, aprisiona en tus manos trozos de mi piel, colecciona mis caricias, enmarca cualquier parte de mi cuerpo, sé el chófer de mi vida sin camino, hazme olvidar que esto es un coche, que nos vamos a estrellar. Hazme desear que esa estrella fuera yo. Haz que al tiempo le de un infarto al vernos, que se pare de repente y no pueda alcanzarnos. Arañame y déjame huella, pues mi pintura ya es vieja y se cae a trozos. 

Haz que lleguemos al mar y nos paremos frente a él, mientras el mundo gira sin nosotros, sin que nadie sepa que estamos allí, sin que nadie sepa de aquella playa. Haz que lleguemos al mar y nos paremos frente a él, mientras el mundo deja de girar si no estamos nosotros, mientras el mundo deja de girar si nos salimos del mapa. Y que nos busquen por las autopistas, que descubran nuestros derrapes, que nos atrapen por conducción temeraria.
Que el mundo nos detenga cuando el mar se pare frente a nosotros, mientras nosotros rodamos sobre la arena.