Parpadeos fugaces

domingo, 5 de febrero de 2012

La vida nunca tuvo un final feliz.

Es curioso echar la vista atrás. Comprobar que los puntos que cosieron tus heridas han cicatrizado con éxito. Recordar los días soleados y los nublados, los lluviosos y los interminables. Es curioso echar la vista atrás y recordar tus sueños, tus esperanzas, tus metas, el grado de imaginación que tenías por aquel entonces, las expectativas del futuro, tu inocente mirada.
Es curioso, y peligroso echar la vista atrás.
¿Recuerdas las heridas que nos hacíamos en las rodillas? Persiguiendo al enemigo número uno de tu clan imaginario, gobernando el patio del recreo con crueldad, esclavizando a tu manada de 4ºB sin derecho alguno, reteniendo en la portería del campo de fútbol a tu preciosa princesa.
¿Recuerdas como luchaste por rescatarla? Con aquel palo tan fino, que en cuanto el aire le daba un poco de lado parecía que se iba a partir. ¡Pero allí estabas tú! Alzando ese palo insignificante para el enemigo y maldiciendo su existencia. La tormenta en aquellos inviernos era habitual. El pelo al viento, el palo en alto, la valentía y el amor por aquella dama estaban más altos que los propios edificios que rodeaban el pequeño campo de batalla. ¡La princesa gritaba!
-¡No, vete de aquí!
La lucha siempre terminaba en risas que se escurrían por el suelo, que se caían en el barro sin preocupación; risas que saltaban en los charcos mientras las madres de aquellas risas corrían tras ellas. Nunca nos dejamos doblegar, seguimos saltando charcos y salpicando emoción, mojando la infancia con nuestras botas de plástico colorido.
Poco tiempo tardaste en darte cuenta, de que querías ser una heroína en un mundo de héroes. Pronto te diste cuenta de que no tomabas el mismo camino que los demás, que de alguna forma no sentías lo que ellos sentían. Pronto te diste cuenta de que el rescate de aquella princesa era más importante que tu propia vida.
Tu fiel acompañante espadachín, recién llegada de las tierras del Torres Quevedo, imitaba a tu sombra persiguiéndote por cada rincón, endulzando con su risa tus gracias.
Fue entonces cuando la presión del "no volverte a ver" alzó la valentía de la espadachina. Tragó con dolor y miedo su cobardía, y tapó sus mejillas rojas con sus manos que escribían su sentimiento más profundo. Novata en relatos, escribió en una humilde hoja de papel de cuadros "No sabía que las flores andaban" y sin más dilación dejó caer la nota en su estuche, colocado estrategicamente en su mesa de trabajo.
Tal preocupación tenía que no tardó en darse cuenta de la situación. La joven princesa se aproximaba. Con su elegante y característico paso lento y seductor, su coleta colgaba de un coletero negro y sus ojos pendían del rostro más bello que jamás tuvo el valor de observar. El corazón en un tarro de cristal, comprimido sin poder respirar. Se deciden a hablar:
-Hoy me ha ocurrido una extraña situación, en mi estuche encontré, colgada de un cordón, una nota de amor. Amor, o un halago como otro cualquiera.
Su corazón latía con fuerza y sus mofletes notaban las altas temperaturas. Su corazón grita y su boca calla.
-¿Sabes de quién puede ser?- preguntó la princesa, con total inocencia. Los ojos como platos intentando extraer información de los suyos. Continuó su intuición:
-Está escrita como si fuera zurda.-Totalmente cierto, pero la culpable era diestra.-Y solo sé de una persona de aquí que sea zurda.
No cayó en la cuenta de que se espadachín, su mano derecha, su mejor amiga, su sombra, era zurda. No quería otra confusión, y al fin la boca abrió; sin más dilación su corazón gritó:
-No pienses que es de ella, que no es así. Grave equivocación y un gran socavón en mi cavaríais si pensarais que esa nota es de ella.-Traga saliva y respira de nuevo.
-¿Y sabes de quién puede ser?- su sonrisa se cuela por mis rendijas iluminando mi interior. El nudo de cobardía que se tragó antes de escribir su sentimiento se hacia notar. No podía hablar.
-Princesa...¿Qué pone en la nota?- las lágrimas asomaban en sus ojos, el corazón luchaba con ese nudo de cobardía: ¡Adelante! ¡Sin miedo! Gritaba.
-¡Princesa!-se asusta- Esa nota, sé de quién es. Sé perfectamente de quién es, y si me permitís mostrároslo, será el mayor honor que...
-Adelante. ¿Y bien?
El nudo de cobardía se escurrió por la garganta, como si fuera miles de cristales rechinando en paredes metálicas. El corazón por fin libre, habló sin cadenas.
-Era todo un mero truco, escribir con la mano izquierda, por temor a que descubrierais quien era, por miedo a fracasar en esta arriesgada misión.
La princesa no daba crédito ante tal información.
-Continúa.-dijo.
-Quizás el poema, el halago o la letra no fue lo suficiente elegante. Ni el papel lo suficiente especial como para tocar tu piel. He de confesar, que la tinta que simula estás letras en forma de poema no es tinta sino sangre, sangre que confesó a fuego el afecto que siente mi corazón hacia su elegante figura.
Bajó la cabeza sintiendo vergüenza y una risa suave acarició su rostro.
-¿Eres tú la incógnita de este trozo de mi vida?
-Puedo ser lo que tú imagines, lo que desees, lo que te alegre, lo que se te antoje.

Desnuda de armadura no tenía más armas que la sinceridad de sus palabras, un sentimiento tan vivo que bailaba a su alrededor.
La princesa aceptó ser su musa por los siglos de los siglos. El sol alumbraba cada día en el corazón de aquella luchadora.
¿Recuerdas lo ilusionada que te levantabas por las mañanas? ¿Lo bien que te preparabas los versos? ¿Los besos? Practicando inconscientemente con la almohada los abrazos, soñando con su sombra y su figura, son su risa, con sus ojos marrones. Se podía decir que el Sol dejaba sus ojos. Y eso nunca fue tan bueno.
A medida que pasó el tiempo...¿Recuerdas que pasó?
¿Recuerdas las malas noticias? ¿Las traiciones? ¿El dolor?
El Sol alumbraba como cada mañana, pero la Princesa no dejaba ver sus ojos. No se dejaba acariciar ni hacer reír. Se preguntaba en su cabeza que estaba pasando, no lo entendía tan repentino cambio.
Un informador la cogió por banda, agarrando a la espadachina del brazo.
-Malas noticias.
-¿Malas? ¿Qué es lo que está pasando?
-No todo es oro lo que reluce, ni todas las verdades son verdaderas. Su lengua es veneno y sus ojos engañan a cualquiera que los mire. Su luz es tóxica, es mala, contagia engaños, provoca lágrimas.
-¿¡Qué es lo que estás diciendo!?
-¡Digo! Que deberías desenmascarar la verdad, que está frente a vuestros ojos, pero que no queréis ver. Es su luz, que os deja ciegos de verdades. Os miente y seduce con su dulce voz, pero crecen espinas en su interior. No os dejéis seducir, acorralad sus mentiras, hacedme caso. La Princesa es un pozo de traiciones.
-¿Es cierto lo que tu boca anuncia? Como no lo sea, yo te...
-¡Es cierto! ¡No dudéis de mi palabra! Pues no es solo la Princesa la que os ha traicionado. Su sombra, su gemela, su mitad, su espadachina, su mano derecha, está involucrada en tal masacre.
-¿Pero cómo?
Los primeros pétalos de su corazón comenzaron a caer violentamente. En el silencio de su interior se oía el típico tic tac y miles de cristales rotos cayendo desde lo alto de su pecho. No podía creer en un solo argumento, así que decidió buscar más información. ¡Y vaya si la encontró! Al parecer la noticia corrió colegio arriba y colegio abajo, traspasando paredes, llegando a los oídos de los gusanos que vivían en la tierra.
Tal traición hizo tronar su cielo, quebrarlo en dos. Partió su corazón en mil pedazos, desintegrado el sentimiento de amor evaporó sus lágrimas nacientes y buscó a la princesa.
La Princesa aterrada ante el descubrimiento de su traición intentó seducir con sus palabras de arrepentimiento a la espadachina, que había dado la vida por salvarla en numerosas ocasiones. No lo consiguió. Jamás lo consiguió.
La espadachina fundió en sus venas su armadura de metal, para que jamás pudieran herir su interior. Arrojó cada pedazo de su corazón a un papel mojado que se escaparía por algún desagüe de alguna mugrienta ciudad. Encadenó sus lágrimas a sus ojos, impidiéndolas caer de nuevo y enfriar su risueña cara. Prohibió a su memoria recordar que era aquel sentimiento tan eufórico. Quemó su piel para evitar sentir dolor; selló su destino.
¿Recuerdas el pequeño resurgir de ese sentimiento? Que se evaporaba con cada pensamiento.
Y como cada día se ha ido alimentando de pequeños trozos de ilusión.
Es tan grande la historia de nuestras vidas que aunque acabes de nacer ya tienes algo que contar.
Es curioso echar la vista atrás. Es curioso, nostálgico y en ocasiones triste.
Las cosas que no podrás hacer, como abrazar a tu abuela.
Las ilusiones que jamás podrás tener.
Los sueños que se han roto, estampadas contra la realidad.
La magia que perdiste y la inocencia que se ahogó en lágrimas.

La ostia que nos dio la realidad cuando crecimos no es comparable a la ostia que nos daremos cuando seamos más viejos que jóvenes. 


Es curioso echar la vista atrás, y es más curioso volver a tu presente y olvidar que has estado en el pasado. Es curioso volver, es curioso recordar, anhelar. Es curioso sentir que el tiempo te ahoga. Es peligroso agobiarse con una obsesión tan inestable.
Es peligroso que te quite el sueño tus propios sueños, el agotamiento de la arena en tu reloj. Que abras los ojos y que estén eligiendo tu futuro.
Es jodido saber que todo lo que hagas nadie sabrá que lo has hecho, cuando todas hayamos muerto, nadie recordará las buenas acciones, las malas, las risas, las coñas.
Cuando todos estemos muertos no habrá foto, ni escrito, ni fórmula que diga como realmente es sentir la presencia de la muerte en tu espalda. No habrá biografía que relate como eras realmente.
Cada día me convenzo de que al menos hay que intentar construir esta vida de cimientos de papel, que cada día hay que plastificar un piso más, que cuando llegues a la cima podrás volar a su alrededor. Podrás saltar desde lo alto de todos esos escalones enormes y podrás sentir la auténtica libertad. Podrás sentir como el viento huracanado arranca tu piel sin dolor alguno, podrás sentir como tus ojos recuerdan por última vez todos tus sucesos inscritos en todos esos escalones que observan como te atrapa la gravedad.

Y cuando el reloj dé la última campanada...¿Dónde estarás?

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