Parpadeos fugaces

martes, 19 de marzo de 2013

Si encuentras la tecla adecuada te dejo grabarte en mi memoria.

Hace tiempo que en esta habitación no sale el Sol, y la falta del calor solar empeora la piel y el corazón, que cada día están más fríos. Los sentimientos bajo cero, enterrados además por las numerosas decepciones y traiciones. La sangre se estanca en la nieve. Aquella imagen tan bonita de un árbol arropado por capas de pura nieve blanca, sin que el viento o la lluvia la pueda hacer caer, no existe hoy.
Las hojas secas en el suelo y la corteza del tronco más dura que nunca. 
Tantas ramas han sido podadas para intentar que volvieran a crecer con fuerza, no ha servido para nada. Cortar por lo sano no sirve para nada. 
De vez en cuando abrimos las ventanas para ver al tiempo jugar en el parque con los otros niños, mientras ellos ríen, tú envejeces. 
Quizás más de una vez nos hemos dejado la ventana abierta y se ha colado sin querer el recuerdo acogedor de un antiguo rayo de Sol, que teñía las paredes de un color veraniego en donde el relax y la comodidad reinaban en nuestras cabezas. 
Caótico y frío invierno cubre nuestros ojos, congelando las lágrimas antes de que salgan de casa, paralizando palabras antes de que salgan de la boca, helando los sentidos, llegando a congelar nuestros oídos y nuestra percepción del mundo. 
Hielo en las calles y humo en nuestros pulmones. La lluvia no nos quiere y nos salpica con su odio, calando nuestros huesos, haciendo que nos replanteemos el lugar dónde vivimos. 

Cómo se nota que esa rabia no es sincera, pues la sangre de los tuyos no ha inundado las calles, recorriendo avenidas con el eco de sus gritos, sus puños en alto no te dicen nada, cómo se nota que no has sentido lo que ellos un día sintieron. 

Añadimos una hora más al reloj, ¿Y para qué? Para seguir perdiendo el tiempo en respirar un aire contaminado, para asumir el desastre que se nos viene encima, para cerrar la boca mientras otros opinan. Llega la primavera y con ella tu ausencia, y tus guitarras siguen con el mismo polvo bajo las mismas cuerdas que un día compusieron tus mejores canciones y tus alegrías. 
Y llega la primavera y con ella nuestros dientes, como si fueran un estreno, se lucen en el escaparate de nuestro boca, dejando ver nuestras mejores sonrisas. 
La Primavera llega con una capa roja al estilo Superman, limpiando con amoniaco todos nuestros días nublados, soplando como si fueran velas de cumpleaños, nuestros nubarrones. A las tormentas la deja en paz y en su caos natural, pues de vez en cuando en Primavera también hay desequilibrios y agua demás.
El Sol, un poco menos tímido que antes, se deja ver y se pasea de Este a Oeste con todo su esplendor y calor.
Aunque sigues estando por dentro, inundado, no dejas abrir las alcantarillas y el agua no puede escapar de tu interior. Cada día que pasa las tuberías gotean un poco más, dejando al bombeador con el agua casi ahogándole.
Si encuentras la tecla adecuada para liberarme te dejo grabarte en mi memoria, a través de mis ojos, dejándote la huella de mis labios en tus frías mejillas, mientras el vaho habla por nosotros.
Mientras tanto el agua sigue inundando los pasillos de este cuerpo seco y desquebrajado. Cualquier día esta inundación desbordará los límites de mi vida y empezará a llevarse por delante todo lo que encuentre, como un tsunami dejará a la Tierra muda y a la vida inerte.