Parpadeos fugaces

jueves, 31 de julio de 2014

Desnuda

"Nunca un solitario necesitó tanto unos labios"

Quizás por aquella razón de necesitarlos tanto se asustaba continuamente. Con pies de plomo caminaba por los senderos de sus sentimientos para que ninguno se diera cuenta de que le observaba, paciente, a que palpitara en sus adentros al ritmo de su corazón.
Había cosas que no entendía, su amiga tristeza a veces se desvanecía, se encendía y se fundía con el día que aparecía de repente en el brillo de sus ojos.  Habían nacido juntas pero esta vez, parecía que no quería estar junto a ella.
La angustia existencial que había arrastrado a lo largo de sus años estaba tranquila, como en standby.
Había algo en sus adentros que gritaba de emoción, que corría sin control allí donde la soltasen, quizás, fundida en el éxtasis que le provocaba el roce de miradas y sus continuos juegos de manos.
Le angustiaba la idea de perder.
Quizás antes lo único que podía perder era la vida, la familia y un par de amigos, pero sin darse cuenta podía perderlo todo.
Perder la cabeza, de una manera que jamás habría imaginado, perderla a cachitos y recuperarla a base de pellizcos y de “no estoy soñando”
Perder el alma, ese trozo de seda que cubría todo su cuerpo bajo su piel, que habían roto tantas veces y  tantas veces había cosido, como Peter Pan su sombra, a sus pies.
Llegó a la conclusión de que podría perder hasta el poco corazón que le quedaba, que medio muerto seguía latiendo recuperándose de la mala vida que le habían dado.
Cuando lo perdiese todo, si lo perdía, no tendría nada que perder y se fundiría entre los mares de odio, soledad y autodestrucción como siempre había hecho.
Solo de pensarlo temblaba. Y sus lágrimas temblaban escondidas en el lagrimal.
Si pudiera anclarme en la tierra, en el mar, en el cielo, entre las estrellas, si pudiera arrancarme el motor del pecho que mueve mi cuerpo, si pudiera coserte a mi piel, viajar en las corrientes de viento y chocarme en tu ventana, si pudiera, ¡ay si pudiera!

La idea de perderlo todo había echado raíces, que apretaban su garganta asfixiando incluso a sus propios silencios. A veces quería vomitar, vomitar frases y frases de porqué no entendía lo que pasaba allí adentro. Porque de repente se sentía tan fuerte y débil a la vez, indefensa lejos del aroma de su esencia, protegida dentro de sus poderosos brazos, que suavemente transmitían una paz infinita al estrecharse entre su cuerpo.
No entendía como podían temblarle tanto los huesos al caminar hacia la terraza de las 4 de la tarde. No entendía porque su amor por el café ya no lo era todo a esas horas, se había vuelto insignificante el café, una excusa, un pretexto, un  ritual que marcaba la espuma que se intentaba desbordar por la taza. 
Un ritual en el que el tiempo, como los niños más cojos jugando al fútbol en el patio del recreo, se escogía lo último. Como un cactus en una maceta abandonado en una estantería, como la televisión. Olvidado. Porque no entendía que prisa podría tener. 
¿Correr hacia dónde? 
¿Prisa por qué? 


El nudo en la garganta era constante, a pesar de tragar saliva las palabras no dichas hacían tapón. 
La música la ayudó, coordinando sus pensamientos con las letras de las canciones, pero sabía, desde hace tiempo, que no sería suficiente. 
Había tantas frases y frases que olvidó al caer en sueños, entre hojas de cuadernos y papeles perdidos. 

Ojalá fuera tan fácil hablar como escribir.
Sin nudos, sin dudas, rápido y espontáneo, que salgan como locas expresándose con fuerza sobre el papel. 
Otras veces simplemente se esconden. 
Las busca y se esconden y cuando las encuentra se aferran a la comisura de sus labios. La comisura de sus labios, cementerio de recuerdos de besos, flexibles al sonreír, tirantes al llorar, que retiene el deseo de convertirse en un animal y lo transforma en un mordisco que alivia por momentos. 

Después de varias partidas ganadas a su timidez crónica toca descanso, en algún rincón de un poblado donde los árboles camuflan tanto como abrigan, tumbados en sus sombras, con el Sol cálido intentándose colar entre sus ramas. 
Embobada miraba su cara. 
No era el prototipo de cara masculina que sale en las revistas de fitness ni en portadas de moda, simplemente era una cara que no podía dejar de mirar ni de admirar. Una cara con su alma y su corazón bajo esa misma piel, con unos ojos que cazaban al vuelo sus besos. 

Cuando sus suspiros fugaban de su boca y se mezclaban con el aire de la habitación o el humo del petardo, recordaba de nuevo aquella paz. Cerraba los ojos. Rebobinaba en el tiempo. Justo en el momento deseado. Retenía en sus pupilas aquellas imágenes confortantes y sus ojos parpadeaban cristalinos. 

Cómo dibujar algo que nunca has visto, silbar una canción que nunca has escuchado, expresar de tal manera, sin exagerar y sin maquillar, cómo. 
Había experimentado su cara más amarga, el otro lado del infierno, y tenía montones y montones de palabras para ellas. Pero para esto no. 

Quizás todo lo que tengo que decir se resume en un grito que viaja de una punta del mundo a la otra, una patada en el suelo que hiciera temblar todos los cimientos, cuatro brazos que duermen y se buscan en la cama. 

No diría nada y sin embargo estarían todas esas frases interminables ahí, haciendo cola en mi garganta. 

Veo pasear tus ojos por mis praderas y tus labios por mis llanuras, tus manos recorren mis caminos y yo desnuda camino a tu lado. De la mano empezamos a despegar. 
Allí, en lo alto del mundo, superando las montañas, las nubes,las estrellas, se me olvida que somos humanos y mortales, que la esclavitud del tiempo y el trato con la muerte no se cancela aunque sigamos mirándonos a los ojos. Allí en lo más alto, se me olvida vigilar los muros que rodean mi corazón. Anestesia para mis dolores se me olvida todo lo demás, se me olvidan incluso los días tachados en el calendario, las horas masticadas y domesticadas, las noches frías, todos los acordes que toca mi guitarra echándote de menos. 
A pesar de no poder volar eternamente la tierra en los pies ya no me quema. 
Volveré a pensar porqué, porqué desnivelas mi vida y la vuelves a equilibrar, sin un temblor, sin un amago. 

Desnuda me encuentro ante tu espejo.
Ajenos de ropas que no dicen nada, ajenos a tanta gente que no dice nada. 
Ajenos de tantas cosas como de pensamientos irracionales, de ideologías estúpidas, de cerebros vacíos. 
Desnuda sigo ante tu espejo y me abro las entrañas. 

Quizás no soy el tipo de persona que encajaba con tus planes, un camino lleno de flores, de días cálidos. Quizás sea bajita y se me desgasten las puntillas al igual que las huellas dactilares al escribirte en el ordenador. Quizás sea fría, como el café con hielo que bebes, y novata. 
Quizás desquicie tu vida y arruine la mía, quizás no. 

El futuro es tan incierto que me agobia pensar en su negro final. 
Aventurera de sueños cojo el sombrero y la mochila y me voy a explorar, cada defecto de tus adentros, cada poro de tu piel, acampar en tu regazo mientras la Luna nos observa, risueña y brillante, madrugar para verte amanecer y trasnochar para sonreír mientras bostezas. Acariciarte las ojeras con el pulgar y guardar en la memoria ese color malva tan característico. Enroscarme y crecer como una enredadera por tus muros cuando me quiero estirar y combatir tus juegos de manos hasta el final.
Vagaré por tus infiernos habiendo conocido tus paraísos aprendiendo a convivir con ellos, fusionados en el carácter fornido que desprende tu nobleza. 
Esa nobleza que tanto me fascina y admiro, indomable, así es. 
Bebe sin miedo el agua que gotea del hielo y con paciencia espera a que se vuelva a llenar. 
No imaginarás nunca lo seco que estaba este desierto hasta que algún día te enseñe su arena, ni conocerás tampoco las tormentas que inundaron los barcos que aquí mismo flotaban. 
Pero imagina, que duro sin tu esencia lo mismo que dura un barco de papel en el mar. 
Que los días tachados se marcan a fuego y se acumulan en la espalda. 
Que a pesar de que las palabras se atraganten, hagan tapón y asfixien a su mensajera, siempre podrás hablar conmigo entre miradas y entre susurros. 

Que a pesar de que vengamos de distintos infiernos, siempre estarás invitado a mis paraísos.