Parpadeos fugaces

lunes, 2 de diciembre de 2013

Los ojos de Diciembre

Había veces que no sabía qué hacia en ese mismo lugar, como cuando vas a la cocina abres la nevera y piensas "¡Joder, si yo iba a mear al baño!"
Algún enchufe de la cabeza explota cuando de repente se da cuenta que ha estado caminando durante 30 minutos, escuchando música, con las manos en los bolsillos y el frío a la chepa.
Reía a carcajadas y después de reírse del propio eco de su risa, otro enchufe se desenchufaba y olvidaba porqué reía.
Al segundo atenta, al siguiente segundo distraída, así parecía.
Con sus gestos; todos acompañados de algún tono de voz característico.

Una vez, ante el furioso ejército del General Insomnio consiguió defenderse con los escudos de la imaginación, eso a lo que los mortales llaman "soñar despierto"
Mientras su cuerpo relajado de la punta de los pies hasta la punta de la cabeza ella empezaba a echar ingredientes en la cacerola de su interior.
Se abre el telón:
Un paisaje extraño, oscuro.
"No me gusta demasiado oscuro" susurraba frunciendo el ceño.
Apareció un paisaje nocturno, una sierra vista desde el punto más alto iluminado por la luz de la luna llena.
Levantó el brazo con los ojos cerrados, mientras imaginaba como con el dedo iba pintando una a una las estrellas. Como si de pegar pegatinas fluorescentes se tratara.
Suspiró.
"Un búho" pensó.
Y una figura negra se dejó ver entre las ramas de los árboles que estaban más visibles. Aquellos ojos gigantes parecían dos focos de luz al reflejarse la luna.
El cántico lúgubre de los búhos por la noche le daban la sensación de tener frío.
Y enseguida acudió el escalofrío a la llamada.
Abrió los ojos del temblor y la imagen nocturna desapareció en su mente.

Insomnio 1 - Sueño 0

El gusano de la competitividad mordió con fuerza y enfurecida cerró de nuevo los ojos.
"Quiero calor" dijo en voz alta.
Tras un fundido a negro apareció el paisaje un tanto emborronado, como cuando se empañan los cristales e intentas ver a través de él.
De repente le quemaban los pies y al mirarlos sus zapatillas se convirtieron en cenizas. A lo lejos pudo vislumbrar una montaña que parecía ser un volcán, y al acercarse para desempañar la imagen se desvaneció como un espejismo.
Fue tal la decepción que la lava empezó a burbujear con fuerza.
"¡Quiero dormir!" gritó en sueños, pataleando.
El grito llegó hasta los oídos de las neuronas muertas que vagaban por su viscoso cerebro y éstas resucitaron.
El sueño empezó a temblar y el suelo se convertía en lava, descolocando la superficie y haciéndola tambalear.
"Apocalíptico" consiguieron decir sus diminutos labios, que se apretaban fuerte el uno contra el otro.
Cuando la tierra dejó de temblar, y los trozos de tierra estaban repartidos en diferentes zonas a distintas alturas consiguió ver el océano de lava. Inmenso, precioso.
Entonces notó aquella paz, esa que siempre sentía un segundo antes de ser acunada por el sueño. Y allí estaba, el compañero fugaz que se pasaba de vez en cuando alguna noche por su cabeza. La ilusión de su presencia nadando en aquel océano de lava.
Y mientras se desnudaba, metió el dedo gordo para comprobar la temperatura en la lava.
"Perfecta" susurró mordiéndose los labios.
Se hundió poco a poco en la lava achicharrando todo su ser, y mientras se acercaba sensualmente a su compañero fugaz de sueños, recitó en su cabeza la gran hazaña:

"Me sentaba paciente ante los ojos de Diciembre, paseaba descalza cuando los árboles mudaban de piel. A veces podía sentir el frío de tantas maneras diferentes que ni siquiera me resfriaba. Sentía tantas cosas que dejé de sentir. Un día paseando me encontré con los océanos de lava, que desembocaban en los ríos que ellos llamaban "Infierno" y me senté a observar como gritaban de dolor. El calor que desprendía dicho océano consiguió derretir todo el metal de los engranajes que mi cuerpo acumulaba con los años y una vez fundida me incorporé a sus olas, a sus ríos que llevaban al Infierno, a la fiebre que nos provocaba por dentro"

Insomnio 0 -  Sueño 1

jueves, 14 de noviembre de 2013

Pirómanos Anónimos

Heredaron la pasión del fuego de sus ancestros, ardían en cólera con poca frecuencia, solo cuando la sangre lo pedía. Bajo sus ojos reflectantes se mecían las noches de insomnio y sus sueños perdidos. La piel desquebrajada se transformaba en ceniza, simulando cualquier día de Diciembre donde cae la nieve.
Su ceniza era de una textura más fría que la nieve de Enero o la escarcha de Febrero. Todos los meses del año se le caían trozos de piel, dando a entender que como las hojas se caen en otoño, los recuerdos se desprenden de una mente torturada, dejándole respirar.
Paisajes por los que paseaba se convertían en caminos de lava donde la temperatura abrasaba todas las dudas que una vez tuvo en aquella cabeza tan fría.
Era un cubito de hielo en una isla desierta en mitad del vacío del espacio. Contaba estrellas e inventaba formas entre ellas: caballos, lagartos, dragones.
Cuando el ácido hacia efecto, su cerebro explotaba esparciéndose por todo el universo resaltando el lago celestial de la Vía Láctea. 
Había días que se levantaba de la cama y le molestaba la piel. Su mejor amiga, la fiebre, le acompañaba todas las madrugadas y nunca le fallaba. Tenía como mascotas un par de cerillas y velas que le hacían compañía cuando las lágrimas hacían temblar a sus llamaradas.
Cada vez que le ardían las ganas agarraba la botella de absenta con fuerza, para que le quemara por dentro.
La ciudad le resultaba estresante, agobiante, una cuerda de diamantes con la que la hipocresía y las prisas le ahorcaban en cada paso. Siempre le gustó dejar huella allá por donde pasaba, de vez en cuando quemaba algún contenedor.
Pensaba que nadie jamás podría aguantar el contraste brutal de temperatura que sufría desde hace años.
Algunas veces su corazón desprendía un olor a chamusquina que preocupaba a su madre, convencida de que su retoño podría calmarlo.

Pero cada día que pasaba más se impregnaba el invierno en su interior. Con la escarcha afilada como mecanismo de defensa ante el caótico amor, apuñalaba sin miedo a todo aquel que intentaba cazarlo.
Nunca pensó que un día se levantaría y se engancharía al fuego del mismísimo infierno. La hoguera de las hogueras. La burbuja de oxígeno que te da un empujoncito de ventaja ante la muerte; notaba como el sufrimiento le daba una tregua cuando sonreía, utilizando su mirada como un potente analgésico.
Había conocido a un alma errante que vagaba por las sombras y la oscuridad al mismo paso que él, pero por diferentes terrenos. Tenían el corazón medio muerto, donde apagaban los cigarrillos que se fumaban pensativos, como si fuera un cenicero.

En cuanto la besó se dio cuenta. Cuando observó que la lluvia se evaporaba al tocarlos cayó en la cuenta.
Y es que nunca le dio por pensar que el frío extremo puede llegar a quemar.
¡Así es! El hielo quema.

Y se quemó los labios cuando besó los suyos, confirmando la teoría. Había encontrado quizás, la vista más privilegiada desde la cima del iceberg. Había chocado su piel de nieve con su cuerpo de hielo cristalino y saltaron las chispas, se prendió el bosque, las calles, la ropa, las miradas.
Se derritieron por fuera pero no se descongelaron por dentro, porque fue aquello lo que les unió.
Que los dos vivían en un eterno invierno donde el sufrimiento añadía una capa más de nieve al día, conviviendo con la tristeza como si fuera la felicidad.

Besaba sus labios y en sus lenguas se podían degustar los finos copos de nieve que se intercambiaban a través del calor más frío que podía existir.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La impotencia de los genes

¿A dónde van todos aquellos recuerdos cuando la memoria falla?
¿Hay algún lugar especial en la mente? ¿O simplemente se desvanecen?
Cada segundo de su vida perdido en el olvido involuntario, cada momento importante retenido tan solo en las fotografías, inmortalizadas para siempre en el efímero papel fotográfico, guardado con cautela en un álbum de fotos, en una comunidad de recuerdos.
¿También se olvidará de mí?
¿Cogeré sus manos y me preguntará quién soy?

Crueldad y realidad, los principales ingredientes de una enfermedad que arrasa con todo aquello que valoras.
Los días los pasa dolorosamente, andando despacio entre suspiros, como andan sus lágrimas por sus mejillas a sus anchas, manchando nuestra armadura de goma espuma.
Sus huesos están cansados de luchar. Su corazón no se rinde, a pesar de que a veces, le da por flojear.
He aprendido tanto, he reído tanto por tus locuras, que siento que necesito más. aunque no tengas nada más que decir.
Me gusta apoyarme en tus cómodos silencios mientras me acaricias las manos.
No quiero que me olvides.
No quiero que nos olvides.
Porque si tú me olvidas yo te recordaré con más fuerza, y se convertirá en una cuchilla que apuñalará mi alma sin piedad, desquebrajando los músculos, triturando mi moral, arrancándome el poco corazón que me queda.
Quédate conmigo, aquí sentadas tú y yo, mientras discutes a voces, solo quiero escuchar tu voz.

Sentía como se descosía mi vida hilo a hilo cuando con su mirada perdida, observaba las baldosas del suelo. De vez en cuando sonríe, y el sufrimiento nos da una tregua a todos.

Hay que coger el ciclo de la vida y agarrarlo del cuello, mientras le amenazas de muerte.
Siempre queremos 5 minutos más. Un día más, un mes más, nunca estamos conformes con el tiempo que se nos da.

Yo solo quiero para ti, la eternidad.

martes, 5 de noviembre de 2013

'Me electrocutaste con tus pupilas de alto voltaje'

A veces los chispazos eran constantes con los roces de una piel cargada de electricidad. Los calambres mutuos que se pasaban entre los dos se convertían en una especie de idioma, un método excitante de comunicación sin utilizar palabras.
Enredaban sus cables arrancándose el miedo plastificado que no les dejaba conducir bien la corriente.
Una vez en carne viva se electrocutaban sin piedad, provocando con las manos y los labios, continuas bajadas y subidas de tensión, luces que parpadean, tormentas eléctricas que causarían incendios inmediatos.
El alto voltaje de sus miradas se transformaba en una espiral adictiva a las quemaduras que les hacían sus propios roces en la piel.

Ella serpenteaba sobre sus caderas, él la empujaba con fuerza.

Tenían que calmar la sed bebiéndose a morro, las respiraciones echaban carreras a ver quién corría más. El éxtasis dentro de una lata de cristal.
A mordiscos la serpiente introducía el veneno en su sangre, causándole una adicción mayor que la nicotina.
La mañana llegó silenciosa y disimulando, convirtiendo en arte lo que por la noche tan solo eran siluetas y sombras.
La suave seda cosida a las yemas de sus dedos acariciaban sus curvas, que descansaban tranquilos tras la tormenta.

El eco de las risas, el fuego en las miradas, su química, su conexión magnética.

martes, 15 de octubre de 2013

El punto débil de los mortales

Llegan algunos momentos de reflexión en mi vida, cuando pienso profundamente en temas descabellados, situaciones imaginarias, cualquier situación que un médico o un psiquiatra declararía como alguien que sufre esquizofrenia o alguna enfermedad grave de la cabeza.
Al principio de dicha reflexión, pienso en toda la gente que estuvo o está en mi vida, porque la que vendrá, pues sin prisa la espero, distraída. 

La pregunta que se convierte en el pistoletazo de salida de dicha reflexión se forjó a partir de una micro obsesión que tengo, o de un gran final que tendremos todos, la muerte. 
Porque, hay muchas películas y series de fantasmas que se comunican con los vivos y van a sus propios entierros, pero ese sentimiento de impotencia al ver tu cuerpo frío e inerte es totalmente artificial. 
¿Qué se sentiría realmente al estar en tu propio funeral, junto a tus seres queridos quebrando violentamente el silencio con sus llantos mientras observas desconcertado tu cuerpo sin vida dentro de una caja decorada con flores? 
A parte de que tu corazón, ya muerto, se partiría al escuchar a los de tu propia sangre llorar sin consuelo alguno, ¿se sentiría algo más? 
¿Impotencia al intentar comunicarte y no poder? 
O tristemente, ¿no pasaría nada? No hay fantasmas ni espíritus malignos, ni alma, ni esencia, solo un cuerpo que se pudre con el tiempo y el eterno recuerdo dentro de todos los humanos que han pasado por tu vida, y que un día, también acabarán bajo tierra pudriéndose. 

Imaginaos si de verdad te conviertes en fantasma y vagas por la tierra a tus anchas, no hay material que pueda pararte y atravesaras cualquier obstáculo que se interponga en tu camino más fácilmente que abrir y cerrar los ojos. 

¿Quién acudirá a mi entierro? 

Toda mi familia, y espero que sin sorpresas, llorarían mi muerte como yo lloraría por la suya. 
Cuando el dolor de alguien se finaliza a través de la muerte, comienza el dolor de los de su alrededor.
Los amigos más cercanos, como se suele decir, uña y carne, se quedarían sin padrastros que arrancar o uñas que morder; tardes en el parque que pueden convertirse en una rutina agradable, el simple echo de vernos las caras y mantener una conversación o un prolongado silencio cómodo, que con otras personas de menos confianza puede llegar a ser incómodo. 

La ausencia de mi cuerpo terrenal les asfixia, agobia y entristece. 
¿Y los que no irán a mi entierro pero saben que he muerto? 
¿No van por respeto, porque no tienen cojones, o porque no me conocían lo suficiente? 

Y la eterna tortura de las preguntas de última hora que hacen arrepentirte de todo o casi todo. 
"¿Porque no quedé con ella ese día? ¿Porque no la llamé?" 
Se atraganta esas acciones que un día pudiste hacer, pero que por alguna razón que se escapa a mi conocimiento no hiciste. Pues ya es tarde. 

Pero supongo que tendré que esperar a las lágrimas, a que se rompan los corazones cuando se pare el mío. Tendré que esperar angustiada esa llamada que nunca tendrá lugar, que después traerá con ella el arrepentimiento. 

Esperaré distraída a la muerte, como todos los días, sin darme cuenta, sobreviviendo. 


martes, 17 de septiembre de 2013

Psychos in love

Sus cerebros habían estallado a la vez, salpicando su amor por todas partes.
Sus puños cerrados chocaban entre sí, el brillo de sus dientes dejaba ciegos a los espectros de su pasado.
Allí estaban, provocando la fiebre al ambiente, derritiendo la pintura de las paredes que impotente, las desnudaba y dejaba aquel color naranja ladrillo tan natural como industrial.
La sangre que brotaba de los mordiscos en sus labios alimentaban a las mariposas de sus estómagos.
Dilatadas las pupilas, habitaba en ellas la luna llena con espacio suficiente para invitar a la galaxia entera, cada noche se reunían en ellas.
El suelo transformado en techo, el techo transformado en cielo, el cielo transformado en las sábanas de su cama que se trenzaban entre sus cuerpos huyendo de las frías esquinas y el solitario cabecero.
La suavidad eléctrica de sus pies rozándose, los chispazos en cada caricia, los ojos como puñales que cortaban de raíz la respiración.

Los terremotos que resurgían de sus gargantas, interpretados como gritos de placer, asustaban a los pájaros que plácidamente dormían en el árbol.
Las nubes recorren el cielo esperando; esperando a que a la Luna le entre el sueño y vuelva la luz, para mojar con su frialdad las calles y el vapor de aquel cristal.

Cuando estaban vestidos, envenenaban el aire con sus medicinas, con sus caladas profundas, respirándose el uno al otro. Se tomaban el pulso, y cada diez minutos daba una señal de vida.
¿Durará eternamente?
¿Es el miedo a morir solos el que nos hace unirnos a un semejante o la necesidad de vivir acompañados?
Se preguntaban entre ellos.
Mientras sus dedos dibujaban asesinatos en sus espaldas, sus palabras se contestaban:
Quizás sea el efecto alucinógeno el que mantiene nuestros corazones con vida, quizás la heroína de tu piel, el calor de tus ojos desnudos en la nieve. Quizás. Quizás me descuartices con tu machete un día de estos, entre sábanas, partiéndome el corazón, como si lo metieras con saña dentro de un congelador.

Tenían claro que su mente pertenecía al presente, que las cenizas del pasado no eran fénix ni tampoco zombies que resucitan tras una epidemia de recuerdos y lágrimas. Estaban allí y el reloj cantaba. La noche se apagaba en el reflejo del cenicero de metal.
El sueño mecía sus mejillas.

Con sus brazos enroscados, como si se hubieran quedado pegados con la resina de los pinos, se quedaron dormidos en un submarino de humo y vapor. La mañana trajo las primeras lluvias que refrescaban las calles y llamaban tímidamente al cristal.

Roncaron y entre ronquidos soñaron, que sus cerebros explotaban de nuevo, prendiéndolo todo de un deseo casi imposible de satisfacer, casi imposible de controlar.
Soñaron, ¡y como soñaron! Entre fuego y tierra, allí estaban, sembrando la guerra. Y entre fuego y cielo continuaron soñando, clavándose las uñas, haciendo explotar todo su alrededor.




miércoles, 4 de septiembre de 2013

Interruptores de lluvia y tristeza.

Chapoteó en los charcos que aparecían alrededor de las lagunas de su mente, no llevaba botas, de esas fabricadas con plástico y miles de colores o tan solo uno, depende del modelo. Estaba descalza y como su madre misma la trajo al mundo. En su mente no existía la gente vestida y cuando se miraban entre ellos no crecían los prejuicios, ni tampoco existía la vergüenza.
Seguía chapoteando mientras el tiempo meteorológico pasaba a la velocidad de la luz, como en los documentales donde graban como las nubes se desintegran en las corrientes de aire. 
Las gotas de agua que salpicaban sus piernas eran cristalinas, a pesar de estar saltando en un charco que simulaba el fondo de un pozo.
A medida que chapoteaba, las gotas subían por su cuerpo, estampándose sin compasión contra su piel, resbalándose hasta llegar de nuevo al charco y ser catapultadas en un bucle caótico.

A nuestros ojos, sería una escena digna de ver en los teatros famosos, en esos en los que mucha gente expresa sus sentimientos más profundos a través de la danza.
Desde su punto de vista, solo estaba abofeteando a un charco con sus pies ¡Nada más!
Tenía fobia al agua, ¿y qué hacia? Maltratar a base de patadas a los restos que quedaban de la lluvia, que la hacia suspirar y temblar. Esa era su dulce venganza.
Miraba al cielo y éste estaba plagado de nubes que amenazaban con hacerla sufrir. De vez en cuando alguna se iluminaba, a causa de los rayos, otras veces lloraban tiñendo el cielo de su negra amargura.

Cuando las nubes lloraban y cubrían el suelo con sus lágrimas ella se sentía sola, muy sola. Podía escuchar cada gota estrellarse contra el suelo y desintegrándose en él. Caían una tras otra, como si fuera una epidemia mortal que viaja a través del aire. Si se fijaba en ellas, a veces sospechaba que se ponían todas en fila para salir de aquellas nubes tan negras ¿Kamikazes quizás?
Sus cadáveres se acumulaban en el suelo, inundándolo todo. Parecía que la muerte de aquellas gotas beneficiaba a todo el mundo menos a ella. Las plantas crecerían fuertes y sanas, las calles se limpiarían, los embalses aumentarían, pero ella, temblando, esperaría paciente a que pasase la tormenta bajo un techo de hojas de palmera. En su mente las casas eran un símbolo de las cárceles, las jaulas de los pájaros, la ansiedad.

Irónicamente, los truenos y rayos calmaban su tembleque. Sentía como una caricia eléctrica que ponía a toda su piel en pie, como si rozara con los dedos mojados algún enchufe.
Le encantaba esa sensación. Dejaba de temblar, tan solo susurraba: "Quiero más" le proponía a la madre naturaleza de su interior. A veces la complacía.

Mientras allí fuera llovía, ella creaba en la arena que rodeaba el lago algún enigma, un sol reluciente, o un par de monstruos bailando entre ellos. Tan solo tenía que tocarlos para que resurgieran del suelo, convirtiéndose en figuras de arena pantanosa que se mueven con bastante dificultad. Era su mente, era la dueña.
Entonces se le ocurrió la ingeniosa y reluciente idea de que si estaba alojada por unos segundos en su mente, podía hacer con su entorno lo que quisiera, y someter a sus miedos como sus miedos la someten a ella.

Se puso en pie con el orgullo sobre su hombro, como un loro parlante de algún capitán pirata.
Dibujó en el aire un rectángulo y simuló que lo pintaba: "Sé de color blanco" le dijo. Y apareció de repente un rectángulo blanco flotando en el aire. Ella aplaudía animada.
Dentro de ese rectángulo dibujó un cuadrado más pequeño y sacó de él, pellizcándole en el centro, un saliente que parecía un interruptor: "Sé amarillo" le dijo, y éste se volvió amarillo.
Encima de esa especie de interruptor puso "On" y debajo puso "Off"
Tan solo tenía que pronunciar el nombre de su miedo y darle al interruptor.
Su dedo a centímetros del interruptor, su boca temblando, como si pronunciar el nombre de su desdicha provocara terremotos entre sus dientes.
Después de temblar varias veces, relajarse y volver a temblar respiró con fuerza y dijo "Lluvia" y bajó el interruptor a "Off"
De repente dejó de llover.
Se hizo el silencio, que si agudizaba el oído podía escuchar como lo rompía el goteo en hojas de árboles y arbustos.
Observó todo su alrededor mojado y salió con los ojos como platos de aquel techo de hojas de palmera.

El eco de su euforia sonó hasta en su propio estómago.
Bailó y gritó hasta que despertó de aquella apasionante aventura.
Como era su rutina, pisoteó hasta la muerte o hasta dejarlos vacíos los restos de la lluvia que tanto la hacía temblar.
Allí estaba ella, victoriosa y feliz. Y tan solo tenía que pulsar un botón. 

domingo, 14 de julio de 2013

La búsqueda, el abandono, la espera, perderse, encontrarse, reconstruirse.

"Érase una vez un incansable luchador, luchando por salir de tu aburrido corazón" dijo Robe más de una vez.
La muchacha cogió la manía de subirse a los sitios más altos, para que nadie pudiera alcanzarla y hacerla daño, o eso pensaba que le harían.
La ventaja de aquellas subidas era el paisaje que veía. Ningún rincón se resistía a sus ojos, y por encima de ella solo estaban el cielo, el Sol, y a veces las nubes. Los días de viento eran los mejores, mecían su intranquilidad y relajaban sus pensamientos, convenciéndola a veces de que bajar y tocar tierra de vez en cuando no estaría mal.
Una vez bajó del pino en el que estaba, y al sentir la tierra fría en sus pies cerró los ojos de la satisfacción. Tan fresca, húmeda, cercana. No le haría daño, no podía hacerlo. Ando varios kilómetros sin mirar atrás al pino donde ella estaba subida. Después de hacer crujir varias ramas y de haber bebido de un riachuelo que por allí corría alegre, se topó con un humano.
A simple vista parecía inocente. Pero la muchacha siempre desconfió de ellos, así que se escondió detrás de un árbol para observarle. El humano se estaba preparando la comida en una pequeña hoguera que había construido, poniendo piedras en círculo y leña dentro para prenderla. La muchacha observó todo el proceso, como devoraba la comida, como apagaba el fuego echándole un cazo de agua, como gruñía el fuego al fusionarse con el agua y que finalmente se convertiría en humo que se perdía en el bosque. Después el humano se tumbo en el tronco de un árbol y cerró los ojos. Parecía que dormía.
Cuanto más se mordía las uñas la muchacha más crecía su curiosidad y sus ganas de acercarse. Aunque la idea de que podría hacerla daño no se borraba de su cerebro.
Decidió acercarse sorteando las ramas crujientes que había en el suelo y que por experiencia, el ruido podría despertar al humano. Se acercó lo suficiente como para ver al humano como un ser bello, se atrevió a pensar que podía ver hasta su inteligencia sin que dijera palabra. Su respiración era música a pulmón, convirtiéndose en la banda sonora de sus anhelos.
¿Qué sintió?
Jamás te lo reconocerá.
Al marcharse miró de nuevo atrás, para echar un último vistazo al humano. Y cuando le vio éste estaba despierto. Del susto la muchacha se escondió rápidamente detrás de un árbol, pero ya era tarde.
Preguntaba el humano "¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué te escondes?" Y la muchacha no quería responder.
¿Qué tendría que decir?
El humano se levantó ofreciéndole la mano, mientras con un tono de confianza, le decía que no tuviese miedo. La muchacha desconfiaba, ya había escuchado a muchos humanos decir eso con un cuchillo tras la espalda, aún así decidió hablar, y preguntarle qué hacía allí.
El humano contestó que estaba harto de los otros humanos, de sus prisas, de sus opiniones, su compañía constante le agobiaba. Caminar por la calle rodeado de gente que era la misma especie que él y que ni siquiera se dirijan la palabra por el simple hecho de ser extraños le angustiaba. El ruido de la ciudad, las continuas luces de neón que intentan atraerte, como si fueran las telarañas de una viuda negra y tú un simple mosquito. El humo asfixiante de los coches, que le pudría por dentro. Estaba enfermo y necesitaba un cambio que fuera su cura, así que decidió perderse en el bosque para encontrarse.
La muchacha memorizó sin quererlo cada una de las palabras que salían de su boca en fila, sin prisa, con calma, con elegancia, como una pasarela de moda lingüística. Espectacular.
 Sin darse cuenta se había sentado a observarle y escucharle, como un alumno con su maestro.
El humano siguió expresándose, explicando con detalle todo lo que le agobiaba de su propia especie.
La muchacha sintió que aquel humano, era el ingrediente que le faltaba a su vida, el que daría el toque de gastronomía perfecta. La receta perfecta estaba en su piel, en su cabeza. Y sin quererlo, se coló en su pequeño corazón.
Entonces el humano le preguntó porqué estaba allí.
Ella también se desahogó, como si le conociera de toda la vida, le explicó porque desconfiaba de los humanos, porque los odiaba y le explico un par de teorías con las cuales entendía un poco más el mundo, o creía entender. Se pasó la tarde entre teorías, explicaciones, comparaciones y coincidencias, que agradaron tanto a uno como al otro.
Dos humanos que no comprendían el mundo en el que vivían, que odiaban lo mismo, que les agobiaba su propia especie, y que sin venir a cuento, se habían encontrado en el paraíso de la tranquilidad, de la naturaleza, se habían perdido para encontrarse.
Seguían los días y en cada uno de ellos se contaban historias diferentes, de sus vidas, inventadas, sus sueños, sus pesadillas, se intercambiaron gustos musicales, se dieron la confianza uno con el otro.
Sentados en la hierba, mirándose uno al otro mientras dejaban el tema libre a las palabras, las miradas se hablaban por otro canal, un lenguaje de parpadeos y deseo que se calaba entre los dientes.
El humano cogió por el cuello a la muchacha y la besó.
El tema de conversación pasó al silencio, un silencio que se rompía con el pequeño sonido que emergía de los choques de sus labios, el roce de sus pieles, el sentido del tacto acariciando cada uno de sus rincones.
Las palabras se quedaron allí calladas, cruzadas de brazos, esperando a que hablaran, pero no hablaron, solo se encontraron a sí mismos el uno con el otro.
Después de varias semanas cosiendo sus cuerpos mutuamente, llegó el caluroso verano, y con él lo temido.
Despertó un día la muchacha con un saco de promesas a su espalda, visitó el lugar donde vivía el humano, pero no estaba allí.
Él dijo que la vería allí antes de volver a la ciudad, pero se había ido sin avisar.
Sin cumplir sus promesas.
Sin dar explicaciones.
Ni siquiera dejó una nota, nunca más volvieron a hablar.
Se llevó la confianza que había depositado ella en él, también se llevó su corazón.
Tenía un hueco en el pecho que sabía que jamás podría volver a rellenar. Los ojos lloraban cuando el día caía y ella intentaba dormir.
Los pájaros ya no cantaban, solo piaban tímidos intentando no molestarla. Los árboles intentaban consolarla, meciendo suave con el viento, sus hojas. Los animales huían, la miraban con pena.
Caminaba descalza por la tierra que un día estaba fresca. Se clavó más de una rama crujiente en los pies y aún así siguió caminando, intentando encontrarle.
Perdió casi un año de su vida caminando, buscándole. ¿Dónde está? ¿Porqué se ha ido?
Los humanos no eran de confianza, no confíes en ellos, se repetía una y otra vez.
Cerró tantas puertas dentro de sí misma que ya ni siquiera podía encontrar atajos para sacar todo el odio y la tristeza que dentro de ella crecían.
Se subió al árbol más alto que encontró en aquel bosque, y allí se quedó, esperando a que volviera, aunque sabía perfectamente que no lo haría.

domingo, 16 de junio de 2013

Fauna Local

Tendría los genes de una pantera, y el físico de un león joven, con su elegante melena salvaje, su imponente imagen de Rey que se evapora al salir de sus propios poros. Miraba a un horizonte que con el paso de los minutos, se convertía en una paleta de pintor con cualquier tipo de rojo, naranja, amarillo, los que pudieras imaginar, allí estaban.
Aquel perfil tan pensativo culminó con una transformación de otros animales con cada acción, el sujeto empezó a fumar y el perfil pensativo ya no era el de un león, sino el de un orangután fumador.
El cigarrillo, sujetado débilmente entre los dedos, humeaba la escena y sus pulmones. ¿Inspiración es lo que buscaba en aquel horizonte? Aquel mono parecía sensato, estaba calmado, dejaba caer todo el peso de su cuerpo sobre sus piernas y glúteos, posados en aquel trozo de tierra. El humo rozaba sus labios al salir por ellos, era como un baile ceremonial, el humo subía hacia arriba mientras provocaba el roce y aumentaba el deseo de ser tocado por sus labios. Después en lo alto, desaparecía.
A medida que se consumían todas las hebras de tabaco junto con su papel perfectamente prensado, el filtro s
e manchaba de un marrón oscuro extraño, y el mono, al tirar la colilla y recostarse en la tierra, empezó a sufrir otra transformación.
De repente de sus poros empezaron a salir cantidades ingentes de pelo, pelo denso y fuerte que crecía hasta cubrir toda la piel. Un pelaje que al tacto era suave, y a la vista marrón oscuro y brillante.
Un oso pensativo estaba ahora tumbado sobre la tierra, observando el cielo que ya había dejado de ser una reunión de colores cálidos. Miraba al cielo y su profundidad.
¿Tendría aquel cielo oscuro varicela crónica? ¿Porqué tantos puntos, puntos y seguidos, puntos y aparte, dos puntos, comas, líneas, paralelas, puntos suspensivos? ¿Y aquel foco de luz lunar? ¿Afectaría melancólicamente a nuestro Oso protagonista?
Se rascó varias veces el pecho, pensativo de nuevo, mientras sin parpadear observaba todo su alrededor como si fuera a querer recordar cada detalle.
De pronto quiso levantarse, y al hacerlo, como si se tratara de una explosión, empezaron a salir miles de plumas de águila de sus brazos. A medida que se levantaba, surgían más plumas, y de sus pies salieron dos patas con garras de águila. No miró de nuevo hacia atrás.
Emprendió el vuelo sin mirar atrás, se fundió con el final del camino y no quiso hacer paradas.

Una vez más escribiendo con tinta venenosa en este papel virtual, escribiendo con aquellas plumas, que caían del cielo cuando rápidamente se alejaba.

sábado, 1 de junio de 2013

Otra opinión que se pasaran por el forro de los cojones

"Podrás olvidarte de la política, pero la política jamás se olvidará de ti" 

A medida que avanzamos en el tiempo, las máquinas progresan y los humanos se vuelven perezosos y estúpidos, hasta el punto de convertir este mundo en uno de sus estúpidos juegos de ordenador.
La comodidad que aportan el sofá y las redes sociales para comunicarse a distancia con todo el mundo está matando la esencia de la comunicación cara a cara, de saludarse conectando miradas, de la auténtica amistad.
No niego que las nuevas tecnologías aporten ventajas que mejoran nuestra vida cotidiana o nos ayudan en cualquier cosa, pero está cegando la capacidad nata del ser humano de explorar y curiosear su alrededor. Un claro ejemplo son los niños, que años atrás podían tener cualquier diversión con tan solo usar su imaginación y hoy en día, no apartan la mirada de las pantallas de los móviles.
Avanzar y progresar no significa dejar abandonadas en el pasado las viejas costumbres, significa mejorarlas y adaptarlas al tiempo que estás viviendo, no porque algo sea antiguo tienes que tirarlo a la basura o despreciarlo; modas a parte.
En mi opinión, la gente del siglo XXI está amariconada. Se fían más de lo que dice la televisión que de lo que ven sus ojos. Es muy triste, que un ciego se de cuenta de qué pasta está hecha la realidad antes que alguien que conserva la vista. El mundo se está volviendo más egoísta y materialista que nunca, y los de arriba lo aprovechan.
No entiendo porque algunas personas tienen anulado el sentido de luchar. Y no luchar en sentido de combate, sino luchar por lo que un día sus abuelos sangraron e incluso murieron, por lo que un día sus padres tuvieron que sudar para poder sacarle adelante.
Está claro que pueden compaginar tu vida cotidiana, con aficiones como el fútbol e interesarte por la política, pues da igual si te olvidas de ella, ésta nunca te olvidará.
¿No tienen vistas al futuro?
¿Es miedo lo que sienten?
¿Indiferencia?
Pues su indiferencia acabará por arrastrarnos a todos al hoyo.
Nos lo están arrebatando todo porque alegan que no hay dinero, y es normal, porque lo roban todo. La televisión manipula constantemente según que partido político o ideología les pague. ¡El periodismo está muerto! Nos ocultan el 90% de las cosas y el 10% restante de las noticias las cuenta como les da la gana, y lo peor, es que la gente se lo cree.
La televisión alega que en las manifestaciones hay radicales que las revientan, pero lo que no dicen es que son policías secretas. Dicen que somos terroristas porque ponemos pegatinas, lanzamos cócteles molotov, nos enfrentamos a la policía, les insultamos y amenazamos ¡Pero oiga! ¿Es usted capaz de nombrarme alguna guerra que se haya resuelto hablando? ¿Estás diciendo que hace años pedimos por favor que nos dieran nuestros merecidos derechos? ¡Sangre y sudor!
La gente tiene miedo de la violencia en las manifestaciones y sin embargo cuando un hombre pega a una mujer en mitad de la calle nadie hace nada, solo un par de valientes la defienden. ¿Les han preguntado alguna vez a los que quieren luchar pero no pueden por miedo a quedarse ciegos?
¡Putos salvajes asesinos! La imagen de la mujer a la que dejaron tuerta por un bolazo de goma en Barcelona a manos de un antidisturbios recorrió toda España y aún así a mucha gente se la sudó. "Como no la conozco no me me importa" Así actúa el egoísmo. Creo que la gente teme a las ideologías. No se sienten agusto, ven un anarquista y ya lo relacionan con la violencia y el caos, un delincuente. ¡Pues señora ese delincuente está luchando por su futuro y el de sus propios hijos que están viendo la tele ahora mismo!
Qué voy a decir si el padre y la madre de esta "democracia" fue el franquismo. La sociedad española parece que no quiere progresar, que quiere volver al Antiguo Régimen. Los fascistas hacen manifestaciones y la policía los protegen. Y nosotros, que algunos como yo, ni siquiera estamos colocados en una ideología fija, nos dan de ostias. ¡Pero es normal teniendo un partido de derechas en el Gobierno! ¡ALEGRÍA!
La justicia está más que muerta. Tan solo la resucitan para aquel que no lleve traje y corbata. Toda la corrupción es en realidad la culpable de que estemos en esta situación, y aún así los peperos apoyan a esos hijos de una hiena. ¡Tú les aplaudes mientras ellos te roban! Como ya decía antes las máquinas progresan y los humanos se vuelven retrasados. ¿Has observado alguna vez las reacciones de la gente cuando ven a un transeúnte durmiendo en la calle? Está la gente que pasa sin mirar porque son fantasmas para ellos, los que miran con cierto asco, los que miran y ayudan o no saben cómo ayudar y los que miran y no sienten nada. Esos son los peores.
La gente no despierta porque todavía tiene mucho que perder, pero ¿Y la gente que lo ha perdido todo? Los que siguen vivos van a darlo todo a las manifestaciones y le hacen la vida imposible al sistema, o al menos lo intentan. El porcentaje de gente que se suicida porque les desahucian de sus casas y no tienen donde ir ha aumentado. ¿Esto es democracia? Educan a las niñas para protegerse de que no las violen, EN VEZ DE EDUCAR A LOS HOMBRES A QUE NO LO HAGAN; quieren reforzar las leyes de encarcelamiento para los que asesinan a sus mujeres, EN VEZ DE PROTEGER MÁS A LA MUJER CUANDO ESTÁ VIVA. Nos educan para ser malas personas, ¡joder, en qué puto mundo vivimos!
Si alguna vez existió Dios, como dijo Nietzsche está muerto, o como creo yo, se ha suicidado. Hablo de Dios como una mezcla de todos los dioses que supuestamente existen. Pero Dios no me preocupa porque no creo en su existencia. Los que me preocupan son sus "supuestos representantes" en la Tierra. Porque la Iglesia Católica ha dejado claro que a lo largo de los años se ha estado aprovechando del miedo de la gente a la muerte, a ese supuesto fuego eterno y también  de su fe interior. Tan solo utilizaron la religión para mantener a la sociedad encadenada a los pensamientos eclesiásticos y a la moralidad. La Iglesia Católica, y su más importante representante, el Papa, predican humildad, buena voluntad, amor, solidaridad.
¡HIPÓCRITAS!
La Iglesia podría acabar con el hambre en el mundo dos veces con todas las riquezas que han ido acumulando. Y piden humildad. SINVERGÜENZAS. Si yo fuera Dios bajaría a la Tierra a decapitar a todos los curas parásitos que se aprovechan de la gente. Qué habrá curas que realmente quieran ayudar a las personas, sí, excepciones hay en todos lados, pero no sé si han nacido todavía. Los curas que violan niños deberían colgarlos de los intestinos y exponer sus cadáveres en la fachada del Vaticano, y que los pájaros se comieran su carne putrefacta. Ahora entenderéis porque Dios se ha suicidado, sus representantes violan niños, monjas, son avariciosos, en otros tiempos hasta provocaban guerras donde se mataban a cuchillo por el mismo Dios que predica amor y toda esa mierda solo que con diferentes nombres, las monjas roban recién nacidos, y muchísimas más atrocidades en el nombre de Dios.
Un consejo Dios: si existes, no mandes a un humano a hacer el trabajo de un Dios, hazlo tú mismo. Hipócritas homófobos que dicen que el matrimonio gay y la homosexualidad va en contra de la naturaleza y es una aberración a los ojos de Dios. Cuando ellos sean la mitad de humildes de lo que deberían ser que hablen. ¿Es peor violar a un niño o que dos personas del mismo sexo se quieran como se querrían una pareja heterosexual? Las palabras hablan por sí solas.
Como diría Nega, no entiendo porque los de derechas quieren anular el matrimonio gay,  si todos se dejarían petar el culo por el Rey.
La monarquía es otra cosa que no entiendo muy bien. ¿Porque eres tú Rey y no yo, o mi vecino del quinto? ¿Sangre azul? PUTAS CHORRADAS. ¿Por la gracia de Dios? No creo que Dios quiera dirigiros la palabra en muchos años.
La gente sigue apoyándola a pesar de que ellos también nos roban. ¿Porqué?
¿Por que el Rey Juan Carlos tomó el timón de España y evitó nuevos conflictos? Pues gracias, pero hay que saber cuando retirarse. La república está claro que no va a ser el milagro que nos saque de la mierda, pero te quitas unos buenos parásitos que nos están chupando la sangre. Que vergüenza de país y de sociedad, de los políticos mejor no hablar, ya les dedico mis mejores versos y párrafos cuando cago.

DESPIERTA PUEBLO

sábado, 11 de mayo de 2013

El cuerpo, la cárcel del alma. El carcelero, la muerte.

Como todas las tardes lluviosas de Domingo, el alma encerrada en aquel cuerpo mortal y corruptible vagaba por los alrededores de la ciudad intentando encontrar algo que le diera la vida.
¿Qué buscaba? ¿Otro espíritu con ansias de libertad? ¿Algún aroma que trajera un recuerdo de la mano del viento por donde se transporta? ¿Un paisaje difícil de olvidar? ¿La llave que le liberaría de sus cadenas y de su cuerpo terrenal? ¿La muerte?
Cada noche la liberación tenía su efecto, pero a través de la libertad de su mente. Podía transportarse a cualquier lugar con tan solo cerrar los ojos, tan solo soñando. Cualquier fantasía, idea retorcida, paisaje esquizofrénico, allí podía crearlo y pisar su propio sueño. Se pasaba las noches al pie de un acantilado, donde el mar comenzaba en la tierra y terminaba en el horizonte. Con tonos malvas en el cielo y ni rastro de una nube que amenaza tormenta. Se quedaba allí y observaba como salía el humo de su cabeza, transformándose en figuras de animales que corrían por el aire como si fuera una pradera infinita. Sus figuras favoritas de humo eran los ciervos, que saltaban de un lado para el otro, rodeando con su humo la imagen de su cuerpo sentado al filo del acantilado. Las figuras desaparecían cuando agitaba el pelo.
A veces, cuando se cansaba de ese acantilado, se sacaba un rotulador blanco de uno de los bolsillos de su pantalón roto, y empezaba a desdibujar el cielo, dejándolo completamente blanco. Tenía ahora el cielo a su entera disposición, como un lienzo en un blanco virgen deseando ser desvirgado, manchado por colores y su eterna imaginación. Hizo que las olas del mar descansaran su continúo vaivén, y arrancando flores que emergían del suelo empezó a manchar el cielo. Una vez tiraba esas flores contra el cielo las hacía explotar, y como una bomba de polvo el horizonte se llenaba de colores, hasta que de tanto mezclar se volvía todo negro dejando entrar a la noche. Se limpió las manos espolvoreando el polvo colorido de las flores por su alrededor, y con el dedo empezó a dibujar en el cielo una media luna, extendiendo la varicela de puntos blancos a su alrededor, dándole brillo a cada punto y bautizándolos como estrellas.
Pero a pesar de que la noche era perfecta, y de que la Luna mecía sus inquietudes, se sentía muy sola. Aquella alma en aquel sueño que le arrebataría el cuerpo cuando éste despertara le hacía sentir muy triste. No quería salir de allí jamás.
Y aquel sentimiento de tristeza se reflejó en la hierba donde estaba sentada, que crecía a una velocidad de espanto y le acariciaba la piel traslúcida y la sumergía sutilmente dentro de la tierra, como si fueran arenas movedizas. Una vez perdida la noche de vista y a sus estrellas enfermas cayó en un túnel de tierra y barro donde las raíces se inclinaban a su paso, como haciendo reverencias. Ella se dejaba llevar por la fuerza de la gravedad, que tenía totalmente controlada en aquel sueño fantástico. Mientras caía recordaba la película y el cuento que leyó su cuerpo cuando era pequeña. Alicia en el País de las Maravillas. Pero aquí, en este túnel, no había relojes que daban la hora dos veces, tazas de té rotas, teteras humeantes, vestidos antiguos con faldas pomposas, animales adictos a las paranoias y al té, reinas dictadoras de corazones y cartas al servicio de la monarquía. Aquí solo estaba ella y el aire que no le hacía falta respirar.
Vio luz al final del túnel vertical y le cegó los ojos, sumergiéndola en una aguas subterráneas bastante frías y cristalinas. Era como nadar en una urna de cristal. Era un sueño, y como en todos los sueños puedes manejar y manipular el entorno a tu antojo, y ella quería respirar bajo el agua cristalina. Inhaló profundamente como si quisiera meterse todo aquel agua en los pulmones y después sopló con fuerza, creando una marea de burbujas que nadaban caóticas, temiendo explotar en cualquier lugar con cualquier roce. Se vio reflejada en cada una de esas burbujas que desprendían los colores del arco iris. Con el dedo índice empezó a explotar burbujas y al estar cargadas de color extendieron como si fuera humo el color por todas las aguas subterráneas cercanas, aquella imagen era preciosa.
Pero la imagen poco a poco se iba alejando, viendo en planos y secuencias cada centímetro que se alejaba. La imagen de su alma se difuminaba cuánto más se alejaba y el interior de aquel acantilado con esas aguas subterráneas de colores infinitos empezaron a tomar forma de esfera.  Empezaron a dibujarse las líneas de la estructura geométrica de su mano y aumentando la velocidad comenzaron a difuminar los detalles de su mano que sujetaba dicha esfera, que poco a poco se iba tomando la forma de una bola de cristal con la réplica de ella misma nadando en aquellas aguas coloridas. Sujetaba melancólica aquella bola de cristal mientras lloraba sangre. Dicha sangre, de un color un tanto oxidado, se deslizaba sin poder evitarlo por sus casi transparentes mejillas.
"¿Qué hice yo para no poder salir de aquella urna de cristal?" pensaba. Y al pensarlo, las gotas de sangre que se precipitaban desde sus mejillas al suelo formulaban aquella pregunta organizándose entre ellas. Después desaparecían.
El paisaje era más desolador de lo normal. Sentía en su interior una oscuridad inmensa y profunda, seguido de un sentimiento de soledad más profundo aún. Estaba en mitad de la nada, y aquella nada era de un color negro absoluto, donde tan solo la iluminaba un foco que no se sabía de donde provenía. Bajo sus pies, baldosines de color negro y blanco, como si estuviera sobre un tablero de ajedrez, siendo ella la única pieza.
Seguía sosteniendo la bola de cristal y la alzó por encima de su cabeza, haciendo un arco con el brazo. La hizo explotar y el agua se convirtió en arena que se colaba entre sus dedos y comenzaba a construir una pirámide de arena en sus pies. Después se la llevó el viento y no dejó ni un grano de arena.
"Existir o no existir, esa es la cuestión" se dijo a sí misma mientras con las dos manos empezaba a arrancarse la piel del cráneo, como si fuera el envoltorio de un caramelo. Empezó a desvestirse como si su piel fuera una vestido más que te quitas cuando terminas el día. Empezaba a tener calor, y decidió también arrancarse los músculos como si le estorbaran. Se quedó en los huesos y aún así no se sentía del todo desnuda. Se miro sus manos huesudas, donde en algunas de sus falanges colgaban trocitos de músculos de la mano. Chasqueó los dedos y una luz al fondo se encendió de inmediato, llenando su cuerpo de luces y sombras. Con su esquelético dedo dibujó en la nada oscura cinco líneas que la rodeaban y las hizo moverse por todo aquel fondo negro como si estuviera jugando con ellas al milenario juego del "Snake"
Parecían locomotoras sin dirección alguna, sin ningún pasajero al que recoger y ninguna estación en la que parar. Cada vez que alguna de esas cinco líneas la rodeaba les pegaba diferentes notas de música para que todas juntas construyeran una melodía que la tranquilizara por dentro. Mientras aquel pentagrama seguía serpenteando por la oscura nada ella se colocaba en el suelo agarrando sus huesudas rótulas con sus huesudas manos. Mientras la melodía calmaba por poco tiempo sus ansias de saber qué estaba ocurriendo en el exterior las notas brillaban cuando les tocaba el turno de cantar. Y la nada oscura poco a poco se iba aclarando, pasando por una infinita escala de grises hasta llegar a un blanco de quirófano. El blanco era tan puro que hacia daño en los ojos. El esqueleto paró en seco la melodía con un grito que no llegó más allá de los dos metros, y el pentagrama se descolgó del aire haciéndose añicos contra el suelo. Todo se quedó en silencio y decidió quedarse allí sentada en la nada blanca esperando el despertar del cuerpo.
Estaba llorando. Y cuando fue a restregarse los ojos y a secarse las lágrimas se dio cuenta de que volvía a tener músculos, piel y pelo. Que había vuelto a ser humana sin darse cuenta.
Notó que le picaba la cabeza y al rascarse sacó de allí una víbora de ojos amarillos y dientes afilados y venenosos. Le enseñaba la lengua y parecía inofensiva.
"¿Eres tú la que está intoxicando mi cerebro, la que no me deja pensar?" le preguntó a la víbora, pero no obtuvo respuesta. Dejó que aquel animal serpenteara por toda la nada blanca y cuando llegó a lo que parecía el horizonte se desvaneció como un espejismo.
Seguía allí sentada abrazando sus rodillas con la marea alta en sus ojos cristalinos y azules.
Sentía que a su libertad le quedaba poco tiempo y así sucedió. Todo empezó a temblar, como si se tratara de un terremoto, y los baldosines de un blanco esterilizado empezaron a caerse y a romperse contra el suelo, dejando ver el acantilado donde al principio estaba situada. Se reincorporó para ver el paisaje y todo estaba ardiendo, el horizonte era una mecha que se conectaba con la media luna que antes había dibujado con sus propias manos. El mar infectado de gasolina dejaba que el fuego se propagase a sus anchas por todo el paisaje, que se quemaba por las esquinas como un papel de secretos inconfesables. Los temblores continuaban hasta que el propio suelo del acantilado se partió en dos haciéndola caer a ese mar de gasolina infectado de llamas y brasas. Ella gritó cuando su cuerpo se vio esclava de la gravedad y no pudo hacer nada por controlarla, y al tocar el agua el cuerpo despertó de un susto en la cama.
El cuerpo se tocó la frente y estaba sudando y ardiendo, el contraste entre frío y calor era extremo y le hacía tiritar provocando también escalofríos continuos. Su alma lloraba por dentro al ver a través de los ojos del cuerpo un nuevo amanecer. El cuerpo, ajeno a todo esto, siguió con el susto en sus carnes y se levantó a la cocina a beber un vaso de agua y refrescarse.
"Menuda pesadilla" se dijo el cuerpo a sí mismo.
"Mi sueño es tu pesadilla" se dijo a sí misma su alma mientras lloraba. "Otro día más, encerrada en esta cárcel sin poder salir, añorando el día de mi liberación"
El cuerpo continuó con la rutina de vestirse, alimentarse, acicalarse para enfrentarse al mundo que le esperaba nada más salir por la puerta de su casa. Una parte de su mente no recordaba cómo había sido del todo aquella pesadilla pero cada minuto que corría le inundaba la sensación de un sentimiento de pena y desolación, mezclada con unos gramos de soledad, que no le dejaban pensar en otra cosa que no fuera en la muerte.

miércoles, 10 de abril de 2013

Pase VIP al Cielo

Un día nos levantamos de nuestras camas e intentamos poner los pies en el suelo. Pero la cama no está dentro de tu habitación, ni tu habitación está dentro de tu casa. La cama planea por la atmósfera a sus anchas, imitando con las sábanas, las capas de los superhéroes.
Te acabas de levantar, y tus legañas aún no pueden dar crédito a lo que están viendo.
Sin razón alguna tu cama está sobrevolando la ciudad, y el vértigo se cuela en el pijama. Metes los pies dentro de la cama para evitar una caída fatal, mientras observas alucinado las vistas panorámicas.
Eres el pasajero de un avión de madera, sin paredes ni cristales, ni cinturones ni azafatas, ni siquiera con pilotos. Pero allí estás, atravesando las nubes con total tranquilidad.
En la superficie de la ciudad puedes observar como la gente camina decidido a su destino, otra gente no puede con él y tampoco con las bolsas cargadísimas de la compra. Una señora mayor cruza el semáforo en verde y anda despacio, en mitad del paso de cebra se pone en rojo y algunos coches empiezan a pitar y a pasar sin preocupación alguna, la anciana agita el brazo y camina como puede.
La cama zigzaguea entre los edificios altos de la ciudad. No llegan a ser rascacielos.
El reflejo de aquella cama mágica y voladora se plasmaba en las cristaleras de los altos edificios, sucursales bancarias, hoteles, lo que fueran.
En las alturas de este edificio, la gente viste mejor y no camina hacia su destino, pues está justo encima de él. Lo tienen todo absolutamente controlado, o eso parece. Sonríen mientras hacen sonar los finos y elegantes cristales de dos copas de cava.
La cama sigue volando y por fin en tu cabeza, después de recordar la visión cruel e injusta del mundo real, surge la idea de qué puede estar pasando, ¿un sueño? ¿Realidad? Pero, ¿realidad cómo?
¿Alguien podría llegar a creerte si le dices que tu cama te ha llevado por toda la ciudad volando como la alfombra mágica de Aladdín?
Después de un par de pellizcos, cada uno con más fuerza, nada sucede, y atónito asimilas que estás volando sobre tu cama por toda la ciudad, sin que nadie te vea.
Tras un rato dejando la mirada perdida en el vértigo tus ojos no parpadean a pesar del viento que se estrella en tu media cara. La cama se para en seco, y observas como las sábanas se mueven delicadamente a favor del viento que corre por allí arriba, el viento las acaricia y ellas vuelan sin temor a caer de esa propia cama y acabar perdida y rota por algún lugar.
Y entonces comienzas a pensar, ¿Y si me dejo llevar?
Total no sé como ha empezado todo esto, me he despertado y ya estaba sobrevolando la ciudad, ¿Cuánto tiempo ha estado volando la cama?
No recuerdo ni siquiera cuando me he ido a dormir, de repente estaba poniéndome el pijama y ya no recuerdo más. Pero tengo el pijama perfectamente puesto, tengo un poco de frío, y mi piel está un poco pálida, será por el vértigo.
La cama sigue aquí, inmóvil, con el viento aporreando la madera del cabecero. Las sábanas siguen simulando las alas de los pájaros.
Diviso en el cruce de una calle, entre edificios, un semáforo que están arreglando, muchas obras alrededor, ruido, polvo, desorientación, cemento. El caos urbano se esconde en cada esquina aunque los seres humanos que recorren sus calles sean desconocidos entre ellos, eviten mirarse, eviten relacionarse.
Desde esta cama todo se ve diferente, como la gente pasea sin preocuparse de su semejante desconocido, como la pobreza está en cada baldosa, en cada alcantarilla, en cada escaparate reflejado. Con el rostro triste observas como un niño camina por la calle con las zapatillas y la camiseta rota, y de repente en tu cabeza retumban los gritos de una poesía improvisada por la sensación de ahogo y angustia:

Las calles están salpicadas del recuerdo de un pasado violento, donde no había nada que perder y quedaba mucho por ganar. El asfalto que hoy desgastan las llantas de los coches acogió en su seno a los cuerpos muertos que un día sangraron y lucharon por un rayo de Sol en el futuro. Calle abajo afluentes de sangre y dolor. El cielo parpadea intentando evitar las lágrimas, pero finalmente comienza a llover. 

Tus lágrimas se van de paseo por tus mejillas dejándose caer en la tela desgastada de tu pijama. Sientes la cara fría porque el viento intenta hacerlas volar y ellas no quieren huir.
Te acabas de dar cuenta de que estás muerto, de que estar frío es rutina, que el mundo al igual que tú, es un espejismo de lo que un día fue.
Los zombis con sus trajes de humanos se pasean por las calles cegados de tecnologías y de sentimientos vacíos, de promesas caras que arrastran cadenas, de no ver más allá cuando la mentira baja el telón.
Se retuercen en sus ataúdes los muertos que un día fueron asesinados en esas mismas calles, se retuercen incómodos en sus camas que vuelan por un cielo muy negro.
Comprendes que aún estando muerto sientes más que ellos y maldices en silencio agachando la cabeza. El mundo murió antes de tiempo y no dio la oportunidad de dejarnos despertar. Amanece mientras dormimos. La noche se extingue mientras dormimos. El mundo cambia mientras nosotros dormimos. Nos roban y apuñalan mientras dormimos.

MUNDO DESPIERTA.


martes, 19 de marzo de 2013

Si encuentras la tecla adecuada te dejo grabarte en mi memoria.

Hace tiempo que en esta habitación no sale el Sol, y la falta del calor solar empeora la piel y el corazón, que cada día están más fríos. Los sentimientos bajo cero, enterrados además por las numerosas decepciones y traiciones. La sangre se estanca en la nieve. Aquella imagen tan bonita de un árbol arropado por capas de pura nieve blanca, sin que el viento o la lluvia la pueda hacer caer, no existe hoy.
Las hojas secas en el suelo y la corteza del tronco más dura que nunca. 
Tantas ramas han sido podadas para intentar que volvieran a crecer con fuerza, no ha servido para nada. Cortar por lo sano no sirve para nada. 
De vez en cuando abrimos las ventanas para ver al tiempo jugar en el parque con los otros niños, mientras ellos ríen, tú envejeces. 
Quizás más de una vez nos hemos dejado la ventana abierta y se ha colado sin querer el recuerdo acogedor de un antiguo rayo de Sol, que teñía las paredes de un color veraniego en donde el relax y la comodidad reinaban en nuestras cabezas. 
Caótico y frío invierno cubre nuestros ojos, congelando las lágrimas antes de que salgan de casa, paralizando palabras antes de que salgan de la boca, helando los sentidos, llegando a congelar nuestros oídos y nuestra percepción del mundo. 
Hielo en las calles y humo en nuestros pulmones. La lluvia no nos quiere y nos salpica con su odio, calando nuestros huesos, haciendo que nos replanteemos el lugar dónde vivimos. 

Cómo se nota que esa rabia no es sincera, pues la sangre de los tuyos no ha inundado las calles, recorriendo avenidas con el eco de sus gritos, sus puños en alto no te dicen nada, cómo se nota que no has sentido lo que ellos un día sintieron. 

Añadimos una hora más al reloj, ¿Y para qué? Para seguir perdiendo el tiempo en respirar un aire contaminado, para asumir el desastre que se nos viene encima, para cerrar la boca mientras otros opinan. Llega la primavera y con ella tu ausencia, y tus guitarras siguen con el mismo polvo bajo las mismas cuerdas que un día compusieron tus mejores canciones y tus alegrías. 
Y llega la primavera y con ella nuestros dientes, como si fueran un estreno, se lucen en el escaparate de nuestro boca, dejando ver nuestras mejores sonrisas. 
La Primavera llega con una capa roja al estilo Superman, limpiando con amoniaco todos nuestros días nublados, soplando como si fueran velas de cumpleaños, nuestros nubarrones. A las tormentas la deja en paz y en su caos natural, pues de vez en cuando en Primavera también hay desequilibrios y agua demás.
El Sol, un poco menos tímido que antes, se deja ver y se pasea de Este a Oeste con todo su esplendor y calor.
Aunque sigues estando por dentro, inundado, no dejas abrir las alcantarillas y el agua no puede escapar de tu interior. Cada día que pasa las tuberías gotean un poco más, dejando al bombeador con el agua casi ahogándole.
Si encuentras la tecla adecuada para liberarme te dejo grabarte en mi memoria, a través de mis ojos, dejándote la huella de mis labios en tus frías mejillas, mientras el vaho habla por nosotros.
Mientras tanto el agua sigue inundando los pasillos de este cuerpo seco y desquebrajado. Cualquier día esta inundación desbordará los límites de mi vida y empezará a llevarse por delante todo lo que encuentre, como un tsunami dejará a la Tierra muda y a la vida inerte.


martes, 19 de febrero de 2013

Esas ojeras, autopistas que llevan a la metrópolis de tus ojos, y yo dando vueltas a tus pupilas intentando aparcar...

Testigos de las noches sin luna, oyentes de los inquietantes ruidos nocturnos, de los breves discursos de los búhos que en algunos árboles se posan a observarte; desesperantes ronquidos que rompen el sueño y la tranquilidad en pedazos, que chocan contra el suelo como un vaso que se desquebraja en diminutos pedazos escondiéndose bajo los muebles. Imposible de recoger esos cortantes trocitos de sueño que se han roto por toda la habitación. 
Somos protagonistas de una obra de teatro nocturna, en el que el actor principal sueña con volar por ese cielo tan oscuro, tocar esas estrellas inalcanzables, besar la fría piel de la Luna. 
Y mientras pasan las horas, y el sueño sigue sin aparecer, das vueltas por tu casa pensando en qué hacer. Escuchas con paciencia al silencio, que susurra a través del viento poemas de nostalgia y tristeza que son arropados con dulzura por la fría noche que congela la ciudad. Las gotas de lluvia que se lanzan a la aventura del ciclo del agua se estrellan sin poder evitarlo en el cristal de tu ventana, componiendo una melodía natural que relaja tus oídos. "Toc, toc, toc, toc, toc" como si alguien llamara a la puerta, la abres y no hay nadie, el sueño sigue sin aparecer.
Desesperados, damos vueltas en la cama buscando una vía de escape que nos arrope, que nos abrace, que nos tranquilice y nos consuele, cerrando nuestros ojos con suavidad y dejando caer como si fuera una pluma el sueño sobre nuestros párpados. Las horas corren rompiendo récords mundiales, y la noche está intacta en tu habitación. Las sombras juegan con tu imaginación e incluso llegan a asustarte, riéndose de tu miedo al formar con la silueta de una rama de un árbol la figura de una mano y un cuchillo o cualquier otra cosa terrorífica con la que tu imaginación quiera torturarte.    
¿Por qué hoy no puedes dormir? Repasas en tu cabeza todo lo que has pensado antes de meterte en la cama. 
He estado pensando en todas las cosas que debería hacer y no hago, en proyectos que deseo hacer pero olvido con el tiempo porque otros deseos los sustituyen. He estado pensando en alimentarme, relacionarme y hasta en enamorarme. He estado pensando en todos los sucesos cargados de malvad que ocurren en el mundo en que vivimos, he estado pensando en cómo cambiarlo y también he estado pensando en cómo aguantar las lágrimas de la impotencia, que se deslizan cargadas de rabia por no saber finalmente cómo arreglar los problemas. 
He pensado también, en muchas personas. Personas que valen la pena y que no valen la pena, personas que valieron la pena y que ya no te acompañan por el mismo camino, como hacían antes. 
He estado pensando, a raíz de que ya no caminan conmigo, porqué dejaron de hacerlo. 
El silencio en ese momento da a luz a diferentes sensaciones y sentimientos, según haya sido dicho suceso, bueno, malo o fatídico. 
El agua puede inundarlo todo y puede llegar a ahogarte, pero no es el mismo tipo de asfixia que te produce un pensamiento que no has dicho en su día, como un "Lo siento" a tiempo, un "¿Porqué?" cuando no sabes la razón de la ausencia, y muchas preguntas que se ahogan en lo más profunda de mi materia gris. 
Como si de una inauguración se tratara, corto con tijeras el hilo de estos pensamientos sin pensarlo demasiado. Quizás esta sea la razón de porqué no puedo conciliar el sueño. 
El tic tac del reloj navega a través de las ondas sonoras colándose en mis oídos, haciendo disminuir la barrita de paciencia. 
Casi con violencia apartas la sábana y tocas el suelo con los pies, mirando al suelo que está oscuro, y casi sin ver por donde vas te levantas a despejarte un poco más. 
Bebes agua desenfocando el paisaje del fondo de ese vaso de cristal, se refresca tu interior y la impotencia del insomnio se calma. Pero solo un poco. 
Te desborda el silencio, te inquieta, te desespera. Tu pelo revuelto no comprende porque tus pensamientos se enredan con tus dedos, que agarran el cráneo con fuerza. 
Después de deambular durante un buen rato por toda la casa, el cuerpo está cansado de no hacerse caso a sí mismo. Las horas pasan lentas cuando las miras y rápidas cuando las sueñas, sigue ahí el rastro de sangre de los minutos que has matado por perder el tiempo en imaginar sueños. 
Tu cabeza loca empieza a desvariar. La noche está muriendo y te deja todo a ti en su testamento: un amanecer frío e intenso, que no puedes mirar fijamente porque el Sol naciente te derrite las pupilas, colores que acaban de despertarse de un sueño muy cálido, pájaros que cantan alegres a la silueta de tus ojeras. 
Y tú y tu pijama, arropados de cansancio, por fin relajáis los músculos y poco a poco la mañana baja las persianas que te dejan a oscuras; empiezas a abrir puertas mentales dónde solo hay sueños y pesadillas, caes en modo R.E.M. te dejas llevar por Morfeo. Ahí lo tienes, el Nirvana en tu almohada, respira tranquilo, sueña que sueñas y vuelve a soñar, deja que la sábana de la somnolencia te atrape, te enrolle, te dé calor. 

Piensa que hasta mañana no tendrás que volver a sufrirlo. Buenos días. 




domingo, 27 de enero de 2013

Soldadito de pixeles.

Esto es la historia de un pobre diablo que nació en el momento menos oportuno, en el sitio menos indicado, en la cabeza más retorcida del planeta. El pobre diablo nació adulto, no tuvo madre ni padre, está solo. No tuvo infancia ni adolescencia, solo conoce la guerra. 
Nació hombre y soldado, casi en un suspiro ya estaba vestido de soldado raso. Armado hasta los dientes. Él no conocía la amistad, ni la paz, solo reconocía el honor y la lealtad, el fuerte impulso de ser un héroe de guerra. 
¿Su nombre? Olvidado por el camino. Nunca tuvo un nombre real, siempre cambia dependiendo de adonde tenga que ir. 
El pobre Diablo nació con una maldición adictiva, un trabajo infinito, la eterna guerra entre el odio de las personas. 
La llamada del jugador sonaba en sus adentros como la alarma de un móvil, su cuerpo vibraba y de vez en cuando le daba un par de calambrazos. Enseguida, el pobre diablo, cargaba su metralla y corría hasta el lugar de encuentro. Una vez allí, entraba en una especie de menú virtual donde podía cambiar su estado de salud, el número de armas, vestimenta y el lugar del conflicto, manualmente. 
Después se metía en una especie de tubo de cristal, que lo transportaba directamente y casi en un segundo, al lugar de partida. 
Su voluntad se bloquea, y el jugador manipula al pobre diablo como si de una marioneta se tratara. Con un mando a distancia de más de cuatro botones el jugador manipula a sus anchas a nuestro protagonista, que no puede hacer otra cosa más que disparar y matar. 
Pero eso no es todo. La mente retorcida de aquel creador, quiso que el juego fuese casi eterno, así que se le ocurrió la genial idea de resucitar al personajes segundos después de haber muerto, y que tan fresco volviese a matar y a morir innumerables veces. 
Imaginen cuanto tiempo han estado ustedes jugando al Call of Duty. 
El protagonista de esta historia es un soldado más de aquel juego infernal. Aunque en mi opinión, me encanta.
Este pobre diablo, después de un duro día, está agotado y se va a su casa. Ha dejado de jugar, está en game over. 
Llega a su casa y su humor no es muy gentil, amable y simpático. Su mujer, sentada en el sofá con una manta por encima observa como su marido, destrozado a balazos y resurrecciones, entra por la puerta. Ella tan preocupada como siempre, comienza a sentir los ojos húmedos. Se levanta del sofá quitándose la manta de encima y se aproxima a su marido, que está poniéndose hielo en las magulladuras de la cara. 
Nuestro pobre diablo ha optado por coger toda la bolsa de hielos y poner la cara encima de ésta. La mujer, muy suavemente cogió un par de hielos, envolviéndolos en paños de cocina y poniéndoselos a su marido en las diferentes magulladuras cada cierto tiempo. 
El silencio inundaba la cocina. Era la misma escena de todas las noches, las mismas miradas, los mismos gestos de preocupación y agotamiento, el mismo proceso de curación. 
La mujer se decidió a hablar: 
-Esto no puede seguir así, mírate la cara, te han vuelto a machacar. 
Pero el pobre diablo no decía nada. No era capaz de contestar. La lengua, inerte en estos momentos no podía transmitir lo que la cabeza quería decir. 
El silencio volvía a arropar a la pareja. 
-Cada día estás peor, déjalo por favor.- Suplicaba la mujer.
-¿Y qué quieres que haga? He nacido así. 
La mujer se dio la vuelta dando la espalda a su marido, se tapó la boca para intentar no llorar. 
Un par de lágrimas esquiaron por sus mejillas, estrellándose contra la palma de su mano. 
-Cada día estás más cambiado, te encuentro antipático, lejano, frío. No eres el mismo.- consiguió decir la mujer aguantando el vendaval. 
-Solo me quiero morir.-dijo el marido mirando fijamente al suelo. La mujer se giró sorprendida hacia su marido. Dio un par de pasos hacia él. 
-¡No puedes morir!-gritó la mujer agitando los brazos violentamente. 

Y era cierto. Nuestro pobre diablo no podía morir de ninguna manera. Su vida era una infinita rutina en la que la vida y la muerte no valían nada, simplemente este hombre no tenía alma, la muerte había hecho tantos amagos de llevárselo que sus sentimientos son pasto de las llamas del infierno. Atrapado en el tiempo, como si fuera inmortal, deberá vagar por todos los escenarios y matar a todo enemigo hasta el fin de sus días. O hasta que el disco de dicho juego, deje de funcionar. 
Cogerá una y mil veces su chaleco antibalas y se lo ajustará, empuñará el arma con firmeza y nunca se rendirá. Equipado con granadas, podrá lanzar por los aires a sus enemigos, masacrar sus cuerpos una vez estén en el suelo. No le temblará el pulso al recibir un aviso de ayuda de un compañero, irá corriendo y sin descanso, matando a todo aquel que se interponga en su camino. 
Así es la vida de nuestro pobre diablo. Idéntica a la de otros muchos pobres soldados que les ha tocado vivir en un mundo virtual, y para la ceguera de sus ojos, irreal. 
Que algún día aquel soldado tenga la paz. 

lunes, 21 de enero de 2013

Aficiones

Tan normales como extravagantes, esas aficiones que forjan tu alma dejando ver al mundo quién eres y qué haces aquí para entretenerte, para sobrevivir.
Yo, como humana, también tengo aficiones y algunas son tan normales como bailar con la música que te gusta. Aunque no me guste bailar.
Aficiones o incluso obsesiones como esnifar el olor que desprende la gasolinera cuando paras a echar gasolina, la satisfacción y tranquilidad que te da ese aroma de hierba mojada, justo cuando acaba de dejar de llover, está allí, y ese olor sube desde el barro hasta los tallos y de allí a nuestra memoria.
Aficiones o simples posturas como sentarse en una silla de mil formas posibles y que cada cierto tiempo tienes que cambiar porque empiezan a ser molestas. Sentarme en cualquier mesa, a escuchar. Sentarme en el suelo y estudiar en el suelo, simplemente sentarme es otra de mis obsesiones más comunes.
Respecto a la obsesión o afición de los olores, también soy aficionada a los olores que me recuerdan algún suceso, la colonia de alguien, el champú del pelo, cualquier olor que traiga bajo el brazo un recuerdo.
Otra afición común es la de ponerme los calcetines uno de cada color. Hace ya mucho tiempo que lo hago y ya sin darme cuenta. No siento nada si me pongo los calcetines iguales, los veo extraños, tan uniformes.
Otra de mis aficiones más comunes es comer. Sí, la comida es la mitad de mi vida y sin ella no podría vivir, claramente. Como un heroinomano sin su chute. Básicamente.
Otra de mis aficiones más comunes es la de ir a todos lados en pijama. Si pudiera, iría a la piscina en pijama, me ducharía en pijama, me tatuaría mi propio pijama. Esta es muy común también.
Mis otras aficiones se resumen en escribir todo lo que me imprima la mente, procesar recuerdos y exportarlos, definir las cosas de una forma grotesca para eliminar su aspecto más grotesco aún. Me gusta estampar con fuerza las ideas sobre el papel, manipular personajes, torturar sus vidas y ser la única que puede decidir su destino, "Retorcido ¿Verdad?" Dirán algunos.
  Me gusta cuando el viento aporrea con fuerza las ventanas dejando una sinfonía de percusión y de viento. A veces cuando eres pequeño esta afición está todavía en su fase de miedo, y rápidamente te escondes bajo la sábana.
Me gusta crear la perfección entre líneas, dedicarte algún párrafo y huir sin dejar rastro. Dedicar una canción asquerosa cantando casi a pulmón.
Hablando de cantar, otra de mis aficiones más comunes es la de cantar, canto en la ducha, en el parque, en la cocina, en clase, en todas partes. Di una palabra que pueda relacionar con una canción y la cantaré. Soy como el spotify, te busco una canción, play y a cantar. Pero lo que más me gusta cantar es flamenco y ópera. Bueno, imitar a Shakira también me gusta mucho.
Otra de mis aficiones más comunes es comer dulce. Me encantan los caramelos, las golosinas, el chocolate, adoro el azúcar. Si pudiera montar un altar con una montaña enorme de azúcar como Homer Simpson lo haría encantada, y todos los días rezaría y me echaría en el café cuatro cucharadas de azúcar.

Son tantas las aficiones que puede uno llegar a desarrollar en la vida que no cabrían todas juntas en este espacioso blog. Cada uno tienes sus gustos, sus colores preferidos y sus antojos en la madrugada.

Hoy tengo antojo ronronear.

jueves, 3 de enero de 2013

Incómodo

Sí, aquel momento incómodo, embarazoso, ese momento en que quieras que Madre Tierra arrastre tus pies hasta el fondo de la tierra. Situaciones vergonzosas, silencios incómodos. Pero no tienen porque ser situaciones con aspecto negativo, un ejemplo claro, cuando tu novio te pilla poniéndole los cuernos, ¿Demasiado incómodo? 
Me refiero a esa clase de situaciones, en las que por más que piensas en algún tema de conversación, algo gracioso, o algo importante que quieras decir no se te ocurre nada. 
Una mezcla entre timidez nata, vergüenza y una pizca de miedo, y todo eso se cuece a fuego lento y se convierte en una bomba de relojería, rellena con kilos y kilos de cobardía. 
Y como unas espadas afiladas ese vacío de una personalidad extrovertida y social, ese cúmulo de timidez, corta las conversaciones de raíz. Dejando la muerte de la comunicación en un simple silencio que vaga en el aire. Se desvanece como el humo. 

A estas situaciones, la solución suele ser un consejo útil pero solo para personas valientes y decididas. 
Romper el hielo.
Por que romper el hielo no es coger un pico y empezar a machacar el Polo Norte. Es desprenderse de aquellos miedos, dudas, y timidez y dejar paso a la siguiente actuación: la curiosidad. 
Una vez hubo un hombre que dedicó toda su vida a romper el hielo entre personas. Al principio solo era con amigos, personas que se amaban pero no llegaban a decírselo mutuamente, personas que se acaban de conocer y no saben qué decir. Él se convierte en su inspiración, en su empujón al abismo de "Lo que puede llegar a pasar." Finalmente se convirtió en un servicio gratuito que ayudaba a las personas más tímidas a mejorar en el ámbito de la comunicación. 

Y si esto fuese de verdad, a algunos nos sería muy útil, ¿Verdad?