Parpadeos fugaces

martes, 19 de febrero de 2013

Esas ojeras, autopistas que llevan a la metrópolis de tus ojos, y yo dando vueltas a tus pupilas intentando aparcar...

Testigos de las noches sin luna, oyentes de los inquietantes ruidos nocturnos, de los breves discursos de los búhos que en algunos árboles se posan a observarte; desesperantes ronquidos que rompen el sueño y la tranquilidad en pedazos, que chocan contra el suelo como un vaso que se desquebraja en diminutos pedazos escondiéndose bajo los muebles. Imposible de recoger esos cortantes trocitos de sueño que se han roto por toda la habitación. 
Somos protagonistas de una obra de teatro nocturna, en el que el actor principal sueña con volar por ese cielo tan oscuro, tocar esas estrellas inalcanzables, besar la fría piel de la Luna. 
Y mientras pasan las horas, y el sueño sigue sin aparecer, das vueltas por tu casa pensando en qué hacer. Escuchas con paciencia al silencio, que susurra a través del viento poemas de nostalgia y tristeza que son arropados con dulzura por la fría noche que congela la ciudad. Las gotas de lluvia que se lanzan a la aventura del ciclo del agua se estrellan sin poder evitarlo en el cristal de tu ventana, componiendo una melodía natural que relaja tus oídos. "Toc, toc, toc, toc, toc" como si alguien llamara a la puerta, la abres y no hay nadie, el sueño sigue sin aparecer.
Desesperados, damos vueltas en la cama buscando una vía de escape que nos arrope, que nos abrace, que nos tranquilice y nos consuele, cerrando nuestros ojos con suavidad y dejando caer como si fuera una pluma el sueño sobre nuestros párpados. Las horas corren rompiendo récords mundiales, y la noche está intacta en tu habitación. Las sombras juegan con tu imaginación e incluso llegan a asustarte, riéndose de tu miedo al formar con la silueta de una rama de un árbol la figura de una mano y un cuchillo o cualquier otra cosa terrorífica con la que tu imaginación quiera torturarte.    
¿Por qué hoy no puedes dormir? Repasas en tu cabeza todo lo que has pensado antes de meterte en la cama. 
He estado pensando en todas las cosas que debería hacer y no hago, en proyectos que deseo hacer pero olvido con el tiempo porque otros deseos los sustituyen. He estado pensando en alimentarme, relacionarme y hasta en enamorarme. He estado pensando en todos los sucesos cargados de malvad que ocurren en el mundo en que vivimos, he estado pensando en cómo cambiarlo y también he estado pensando en cómo aguantar las lágrimas de la impotencia, que se deslizan cargadas de rabia por no saber finalmente cómo arreglar los problemas. 
He pensado también, en muchas personas. Personas que valen la pena y que no valen la pena, personas que valieron la pena y que ya no te acompañan por el mismo camino, como hacían antes. 
He estado pensando, a raíz de que ya no caminan conmigo, porqué dejaron de hacerlo. 
El silencio en ese momento da a luz a diferentes sensaciones y sentimientos, según haya sido dicho suceso, bueno, malo o fatídico. 
El agua puede inundarlo todo y puede llegar a ahogarte, pero no es el mismo tipo de asfixia que te produce un pensamiento que no has dicho en su día, como un "Lo siento" a tiempo, un "¿Porqué?" cuando no sabes la razón de la ausencia, y muchas preguntas que se ahogan en lo más profunda de mi materia gris. 
Como si de una inauguración se tratara, corto con tijeras el hilo de estos pensamientos sin pensarlo demasiado. Quizás esta sea la razón de porqué no puedo conciliar el sueño. 
El tic tac del reloj navega a través de las ondas sonoras colándose en mis oídos, haciendo disminuir la barrita de paciencia. 
Casi con violencia apartas la sábana y tocas el suelo con los pies, mirando al suelo que está oscuro, y casi sin ver por donde vas te levantas a despejarte un poco más. 
Bebes agua desenfocando el paisaje del fondo de ese vaso de cristal, se refresca tu interior y la impotencia del insomnio se calma. Pero solo un poco. 
Te desborda el silencio, te inquieta, te desespera. Tu pelo revuelto no comprende porque tus pensamientos se enredan con tus dedos, que agarran el cráneo con fuerza. 
Después de deambular durante un buen rato por toda la casa, el cuerpo está cansado de no hacerse caso a sí mismo. Las horas pasan lentas cuando las miras y rápidas cuando las sueñas, sigue ahí el rastro de sangre de los minutos que has matado por perder el tiempo en imaginar sueños. 
Tu cabeza loca empieza a desvariar. La noche está muriendo y te deja todo a ti en su testamento: un amanecer frío e intenso, que no puedes mirar fijamente porque el Sol naciente te derrite las pupilas, colores que acaban de despertarse de un sueño muy cálido, pájaros que cantan alegres a la silueta de tus ojeras. 
Y tú y tu pijama, arropados de cansancio, por fin relajáis los músculos y poco a poco la mañana baja las persianas que te dejan a oscuras; empiezas a abrir puertas mentales dónde solo hay sueños y pesadillas, caes en modo R.E.M. te dejas llevar por Morfeo. Ahí lo tienes, el Nirvana en tu almohada, respira tranquilo, sueña que sueñas y vuelve a soñar, deja que la sábana de la somnolencia te atrape, te enrolle, te dé calor. 

Piensa que hasta mañana no tendrás que volver a sufrirlo. Buenos días.