Parpadeos fugaces

domingo, 16 de junio de 2013

Fauna Local

Tendría los genes de una pantera, y el físico de un león joven, con su elegante melena salvaje, su imponente imagen de Rey que se evapora al salir de sus propios poros. Miraba a un horizonte que con el paso de los minutos, se convertía en una paleta de pintor con cualquier tipo de rojo, naranja, amarillo, los que pudieras imaginar, allí estaban.
Aquel perfil tan pensativo culminó con una transformación de otros animales con cada acción, el sujeto empezó a fumar y el perfil pensativo ya no era el de un león, sino el de un orangután fumador.
El cigarrillo, sujetado débilmente entre los dedos, humeaba la escena y sus pulmones. ¿Inspiración es lo que buscaba en aquel horizonte? Aquel mono parecía sensato, estaba calmado, dejaba caer todo el peso de su cuerpo sobre sus piernas y glúteos, posados en aquel trozo de tierra. El humo rozaba sus labios al salir por ellos, era como un baile ceremonial, el humo subía hacia arriba mientras provocaba el roce y aumentaba el deseo de ser tocado por sus labios. Después en lo alto, desaparecía.
A medida que se consumían todas las hebras de tabaco junto con su papel perfectamente prensado, el filtro s
e manchaba de un marrón oscuro extraño, y el mono, al tirar la colilla y recostarse en la tierra, empezó a sufrir otra transformación.
De repente de sus poros empezaron a salir cantidades ingentes de pelo, pelo denso y fuerte que crecía hasta cubrir toda la piel. Un pelaje que al tacto era suave, y a la vista marrón oscuro y brillante.
Un oso pensativo estaba ahora tumbado sobre la tierra, observando el cielo que ya había dejado de ser una reunión de colores cálidos. Miraba al cielo y su profundidad.
¿Tendría aquel cielo oscuro varicela crónica? ¿Porqué tantos puntos, puntos y seguidos, puntos y aparte, dos puntos, comas, líneas, paralelas, puntos suspensivos? ¿Y aquel foco de luz lunar? ¿Afectaría melancólicamente a nuestro Oso protagonista?
Se rascó varias veces el pecho, pensativo de nuevo, mientras sin parpadear observaba todo su alrededor como si fuera a querer recordar cada detalle.
De pronto quiso levantarse, y al hacerlo, como si se tratara de una explosión, empezaron a salir miles de plumas de águila de sus brazos. A medida que se levantaba, surgían más plumas, y de sus pies salieron dos patas con garras de águila. No miró de nuevo hacia atrás.
Emprendió el vuelo sin mirar atrás, se fundió con el final del camino y no quiso hacer paradas.

Una vez más escribiendo con tinta venenosa en este papel virtual, escribiendo con aquellas plumas, que caían del cielo cuando rápidamente se alejaba.

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