Me refiero a esa clase de situaciones, en las que por más que piensas en algún tema de conversación, algo gracioso, o algo importante que quieras decir no se te ocurre nada.
Una mezcla entre timidez nata, vergüenza y una pizca de miedo, y todo eso se cuece a fuego lento y se convierte en una bomba de relojería, rellena con kilos y kilos de cobardía.
Y como unas espadas afiladas ese vacío de una personalidad extrovertida y social, ese cúmulo de timidez, corta las conversaciones de raíz. Dejando la muerte de la comunicación en un simple silencio que vaga en el aire. Se desvanece como el humo.
A estas situaciones, la solución suele ser un consejo útil pero solo para personas valientes y decididas.
Romper el hielo.
Por que romper el hielo no es coger un pico y empezar a machacar el Polo Norte. Es desprenderse de aquellos miedos, dudas, y timidez y dejar paso a la siguiente actuación: la curiosidad.
Una vez hubo un hombre que dedicó toda su vida a romper el hielo entre personas. Al principio solo era con amigos, personas que se amaban pero no llegaban a decírselo mutuamente, personas que se acaban de conocer y no saben qué decir. Él se convierte en su inspiración, en su empujón al abismo de "Lo que puede llegar a pasar." Finalmente se convirtió en un servicio gratuito que ayudaba a las personas más tímidas a mejorar en el ámbito de la comunicación.
Y si esto fuese de verdad, a algunos nos sería muy útil, ¿Verdad?
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