Parpadeos fugaces

lunes, 20 de febrero de 2012

Profundidades.

Tengo que huir. Ya sea volando por la ventana, bajando a las mugrientas alcantarillas o explotando en la tierra. Esconderme en cualquier sombra que no ilumine una puta farola. Dejar de respirar cuando pases a mi lado, para que no me escuches y pases de largo. Tengo que huir. Lejos o cerca. Mis piernas quieren correr y el alma torturada que hay dentro de mí tiran de las cadenas. Tenían que ahogarme las palabras para huir, tenían que inundarme las lluvias para poder huir. Tenía que tocar y sentir el extremo para correr en dirección contraria. Me quemo con fuego y derrito con hielo. Pero yo tenía que correr en una dirección que no estaba muy clara.
Yo, yo, yo y más yo. ¿Algún pensamiento más egocéntrico que ese? Tenía que huir de la mente que me poseía y controlaba. ¿Pero cómo? Si ni durmiendo soy libre.
¿Cómo huir de una cárcel que has creado para ti? Sellando tus puntos débiles y marcándolos a fuego. Ni siquiera te concentras durante un minuto en otra cosa que no sea en los problemas de tu mente. Te torturas con tu propia voz y ni siquiera tienes la llave para abrir los grilletes.
Pero tenía que seguir corriendo hacia ningún lugar, aunque solo fuera mentalmente. Tenía que sentir el cansancio en sus huesos para saber lo que era realmente el dolor. Tenían que llamarla fea para que se viese realmente guapa en el espejo.
¿Y si el espejo me miente? Últimamente mi alrededor está plastificado. Asfixiado en sus propias mentiras y excusas, en su tiempo perdido y en mi tiempo malgastado. No me importa, yo tenía que seguir huyendo.
Huir de un asesino que te persigue día y noche, ¿Dónde te escondes en mitad de un desierto? Sabiendo que bajo la arena te espera una muerte segura y venenosa.
Me siento una niña pequeña, con tantas preguntas inéditas y tan pocas respuestas. ¿Respuestas de qué? De todo en general. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? Imagínatelo.
Lo imbécil que pareces llorando frente a un espejo, ¿Te quieres ir? Vete y no vuelvas. Total me sirves de poco.
Somos cadáveres putrefactos, hijos de una tierra muerta. Hablamos y enlazamos palabras con significados huecos, vacíos. Miradas opacas que no dejan ver sus auténticas intenciones. Estás solo realmente a pesar de sentirte arropado por el amor y el cariño, quizás no lo verás ahora, pero eres tú el que se pudre en un ataúd, eres tú el que sufre el dolor de vivir y el que la disfruta, eres tú el que enferma y se cura. Eres tú el que llora frente a ese espejo y el que ve sus ilusiones rotas junto con ese trozo de cristal manchado de sangre, tú sangre. 

Pero tranquilidad, que esto nadie lo entiende por muchas veces que se lo expliques. Da igual todas las líneas de colores que hagas señalando las zonas importantes del esquema, da igual que pongas puntos 1), 2) o 3).
Quizás es que tu mente los sobrestima.
La culpa es tuya, por haber nacido. Y por tocar esos acordes tan tristes. La culpa es tuya por mirar el mundo con los ojos ciegos. Por oír el latir de tu corazón y no compartirlo con el mundo. La culpa es tuya, por callarte las palabras que escalan por tu garganta. Por no gritar para que te hagan caso. La culpa es tuya por haber crecido en un mundo de dragones escupe-fuego. La culpa es tuya por creer en sus máscaras y por respirar el aire que respiras.
Siempre he intentado repartir el mundo para cada persona. Regalar ríos de recuerdos agradables, que naden por la corriente sus sonrisas, sin miedo a hundirse o a no saber nadar.
Siempre he intentado contagiar el aroma de mi risa, como una cura, en sus vidas atormentadas. He intentado iluminar sus sótanos y desatascar sus tuberías atascadas. Casi siempre lo he conseguido.
Pero el vaso tiene un nuevo fondo, y el agua no lo rellena del todo.
El no puedo anula al no me sale. ¿Y si no me sale de dentro de donde va a salir?
Acostumbras al cuerpo a callar y cuando quieres decir el silencio es lo único que narra. Desquiciante.
La culpa es mía por no darme cuenta de en qué momento me dejó de importar, si pensaba realmente que podía vivir en un mundo normal siendo así. La culpa es mía por todo y por nada.
¿Quién ha roto el ordenador? He sido yo, aunque no lo fuera.
¿Quién le ha quitado las pilas al mando? No he tocado el mando en semanas, pero he sido yo.
¿Quién ha tirado el agua del pájaro al suelo? No llego a la jaula, pero he sido yo.
La culpa de todo es de todos, aunque solo le caiga el marrón a una sola persona.

Mente se pregunta que estás haciendo. Si realmente tiene ella la culpa o tú por hacerla pensar. Ella piensa que eres egoísta, y que no la dejas descansar, y que encima de no poder dormir por las noches por tus caprichosos sueños, le echas las culpas de tus desgracias y desquiciamientos. ¿Realmente se lo merece?
¡No le eches la culpa a la pobre muchacha por tu avanzada angustia existencial!
Eres tan cruel que ni tú misma te perdonas. Solo tienes que hablar con ella, piensa en todo lo que piensas. Piensa si merece la pena realmente. ¿No obtienes respuesta? Rodéala.

Te daré un consejo: afloja tus cadenas y vuelve a respirar. Si solo quieres salir de tu trampa es más fácil que ir pa' casa, solo tienes que salir por la puerta. 


Las cosas más difíciles siempre han sido tu fuerte, siempre has querido demostrar tu fuerza y te has puesto retos que quizás si no los superabas te hubieses hundido. ¿Y te hundes ante una puerta de plástico? De verdad que no entiendo lo que está ocurriendo, no entiendo estos altibajos, estos baches, estos agujeros negros que absorben tu energía y te dejan seca y sin luz. No entiendo por que miras el espejo y deseas ser el reflejo y no el cuerpo que se mira en él. ¿Qué tripa se te ha roto? ¿Qué cicatriz se te ha abierto? ¿Qué fuga interior está desinflando tu vida?  Vives en un laberinto donde el principio y el final solo te devuelven al mismo sitio, un bucle muy peligroso que puede acabar en una tragedia tan grande como la muerte. ¿Qué peor tragedia para tu vida que esa?

Debería darte un tortazo, o dos, y recordarte que vives hoy y no en mañana o en ayer. Debería darte un tortazo para hacerte olvidar el sonido del reloj. Debería darte dos buenas ostias y hacerte olvidar lo peligrosa que es la vida, lo frágil que es el cuerpo humano, lo cerca que está la muerte, expectante de tus acciones.
No serviría de nada. La violencia no sirve para nada más que para más violencia.
Tus estúpidas obsesiones van a acabar con tu vida.

Y vas a tocar las campanas antes de que el reloj anuncie tu hora.
 

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