Parpadeos fugaces

martes, 23 de enero de 2018

Hollow

Hay un hombre en la Tierra que sobrevive tan solo con medio corazón.
El resto, se lo robó el amor, se lo llevó la muerte, se lo arrancó y se lo entregó a su hija, para que no se marchara sola.
Con medio corazón acaricia nuestra herida, olvidándose de la suya.
El mundo se sigue rompiendo y él aguanta con su medio corazón, sin decírselo a nadie.

El otro día subí a verte y allí seguías, intacta y preciosa.
Entre los rayos del Sol, en la cumbre tumbada, en los escalones hacia casa.

Allí seguías y yo quería llevarte conmigo.
Allí seguías, sin que nadie sepa cómo velas por ellos.
Allí seguías y yo no quiero estar ni ser, ni cómo ni porqué.

Entre tanta niebla no pueden caber tantas lágrimas, entre tanta distancia no puede albergar tanto dolor.

Fue tal el abandono que la razón decidió hacer las maletas y dejó destrozado a más de un corazón, que a pesar de latir aquí, lo siente todo allí.
En aquellas maletas solo había teorías descabelladas, alguna pista que condujera a ninguna parte.
Toda la rabia nos la quedamos en casa y poco a poco nos acostumbramos.

Fue tan duro verte abandonada.
Fueron tan duros los golpes que todavía oigo su eco.
Fue tan reconfortante, aún así, verte reír.

Es inútil, mire donde mire por todos lados hay huecos.
Huecos en casa, en el sofá, huecos en la cama junto a papá.
Huecos en la calle, huecos en la grada, huecos entre la manta, huecos entre venas y arterias.

Y casi que no aguanto verte resumida en una fotografía, cualquier día.
No me queda paciencia para nadie.

No tengo reloj para darme un poco de tiempo.
Últimamente dejo la toalla en el suelo para no coger rutina.
Y parece que nada tiene emoción, porque no la tiene cuando pasan 10 segundos.
Parece que nada me importa, ¿Y qué importa?

Mantener la cabeza ocupada en otras cosas es una bala perdida, mojarme el gusto con cerveza, quizás caer de lleno en una carcajada, esconderme detrás de un abrazo. No  sirve de nada.

Hay tanta nostalgia por la muerte en su mirada, tanta preocupación entre sus canas, tantos intentos por avanzar en los besos en la mejilla. Hay tanto sufrimiento exprimiéndole el cuerpo que parece que la tierra nos llama.

No es solo hoy, también los Jueves, todos los Martes acompañados de los Miércoles, algún Lunes con insomnio y muchos Viernes ahogados en espuma. También hay huecos infinitos en los fines de semana.

Todas esas campanadas no significaron nada.
Todos esos rostros excesivamente cargados de autocompasión no significaron nada.
Tampoco significó nada la música que acompañaba.
No significa nada una victoria ni un empate, ni tampoco una derrota aunque duela.
Parece que nada es suficiente, aún así no significaría nada.

Estoy naciendo de crisálida en crisálida, cambio de piel para intentar ser una persona nueva.
Con menos dolor y más ganas.

Atrapada entre la negación y la aceptación saco el revólver para añadir un hueco más a mi pecho.
Y curiosamente no hay nada, dejé que te lo llevaras todo. Y aún así te mataría para que volvieras.
Porque ya solo te veo en sueños, en recuerdos, y no es suficiente porque no significa nada.
Y quizás mi ataúd esté llenos de flashbacks, pero no consigo dejar de pisar en el hielo aun sabiendo que se romperá.

Un día subí y allí estabas, y pensé: por fin has visto nevar.
Si supieras todo el invierno que has dejado. Un frío que quema y escuece por dentro, que llega a pudrirte y que al dormir no te deja ni soñar.

No sé ni como acercarme a cuánto te echo de menos.
Esperaré a que mis lágrimas sequen, a que la sangre hiele, y entonces cerraré los ojos al verte.
Algo me dice que cuando estoy de espaldas, observas.
Algo me dice que cuando camino de frente, sigues mis huellas.

Si me tiro al suelo no puedo evitarlo. No me queda paciencia, no he ido a buscarla, no la quiero.
No hay ningún sentido en continuar una vida sin sentido. Pero sí tiene sentido vagar de aquí para allá.
Hay infinitas señales, de izquierda a derecha, de arriba a abajo. Me quedé sentada en mitad del cruce.
Quizás sea una mentira el otro lado, el infierno y el cielo por supuesto.
Yo tengo claro que estás dentro de mis huellas, por dónde y cómo piso, pero déjame primero que me sacuda el alma y le dé el aire, que huele a cerrao' y no entra la luz.

Que no puedo.
No puedo.
No puedo con esto ni lo otro.
No puedo con tanta lágrima.
Con tanto hueco.
Y voy a dejar de esforzarme y que me lleve la corriente donde quiera a ver si con suerte me encuentro a mí misma en alguna isla. Y si me pierdo solo tendré que seguir la piel que haya ido mudando.

El otro día subí a verte, y pensé: por fin has visto amanecer.
Y créeme cuando susurro:
-Que envidia.-
Cuando subí a verte, pensé: solo puedo escuchar tu risa entre tanto silencio de montaña.
Y sentí paz y nostalgia con calma. 

Y ese segundo de paz lo guardé con mimo para algún día, coser con él por fin mi alma.



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