Parpadeos fugaces

domingo, 12 de noviembre de 2017

Cucurrucus

Es la primera vez que escribo el título antes que el texto.
Hay un pensamiento inquieto que ha deshecho las maletas en mi cabeza, dice que con el tiempo se irá, que no va a quedarse. No le creo.
Hay un pensamiento que a veces se calza las botas y me persigue por la ciudad. Dice que quiere tomar el aire, que está harto de estar encerrado aquí dentro, que necesita pisar el asfalto. No le creo.

Mientras te marchabas guardé con celo una botella de paciencia, un gran reserva. Dije:
- Necesitaré esto más adelante sino, me volveré loca.-
Al día siguiente me la bebí de dos tragos y ya no me queda.

Al principio viajábamos por mi subconsciente, en barca, a pie, incluso en un carro de caballos. Visitábamos ciudades nunca vistas, más sumergidas que la Atlantida. Había colores por todos lados, escaleras, puertas que llevaban a diferentes dimensiones, donde la gravedad era solo una palabra y no una teoría.
Recuerdo el día, mejor dicho la noche, que navegábamos tranquilas en una barca en un cuadro de Monet. No podíamos parar de oler los nenúfares y desprendían pintura al cogerlos. Cada vez que veía un silencio entre tus rizos me preguntaba ¿Será así siempre?
Tú me respondías:
-¿Sabes que esto no es real? Cuando despiertes yo no estaré.
Había un segundo en el cual pensaba que eras cruel, después, encajando el corazón en un puño descubrí que era totalmente cierto.

Había noches donde llegabas cargada de dolor y no podíamos movernos, ni hacer nada, simplemente dejar que el sonido de tus llantos y los míos terminara, con suerte.
Estaba despierta, un día en el salón, dejando pasar las horas frente al televisor. No había ventanas abiertas, ni corrientes, ni humedad.
Pero aún así se me rizó el pelo de la nuca y por más que intentaba quitarme ese escalofrío no se iba.
Desde ese día no he vuelto a soñar contigo, ni con barcos, ni esferas, ni colores, ni siquiera con tu aroma o con tu dolor.

Después de aquello llegó ese pensamiento recurrente que todos los días se levantaba con más energía que yo.
Créeme cuando te digo que te busco por todos los rincones de mi cabeza, buscando tu rastro en cualquier recuerdo, tanto bueno como amargo, algún flashback, alguna pista o una nota que me diga que todo está bien, que no pasa nada, que ya nos veremos.
Mientras tanto Diana no para de maullar, buscándote por toda la casa.

Este pensamiento recurrente no hace más que tocarme la conciencia.
Siempre se escucha su eco de fondo, ¿Porque nunca te hice caso y en aquel momento sí?
Nunca me da la razón. Ni la tregua.

No sé cómo hacerlo.
No sé cómo cojones ha pasado.
No sé por donde empezar, por donde está la auténtica grieta.
No sé si estoy en paz o estoy en guerra porque no he sido suficiente. Nunca ha sido suficiente.

Lo peor de esto es que van pasando los meses y todo tiene menos sentido.
A veces imagino como sería si esto fuera una broma, si de repente entras por la puerta o si viera tu cara entre la gente.
Y luego vengo aquí y lo escupo y a decirte que te odio y no te odio por no estar y a dedicarte lágrimas y a confesarte que todos mis dientes sonríen porque ya no pueden más.
Me escondo detrás del jersey que llevo puesto porque parece que me da vergüenza el dolor.

Dicen que si no sacas todas las lágrimas terminarás por hundirte,
¿Pero quién no se va a hundir estando hueco?
Me bebería ahora mismo un chupito de calma. Mejor tres, no voy a mentir.

El pensamiento recurrente del que os hablaba, a veces me aprieta las tuercas, no me deja respirar. Un día bien, otro mal, tres mal, uno bien. Es una especie de relación a medias, un boicot contra el equilibrio, una oda al sufrimiento o como suele decirme "Apología del arrepentimiento"
Siempre le saco las mismas cartas y aún así me gana, no hace falta que ponga cara de poker, él me conoce, sabe donde caigo.
Luego hay veces que duerme hasta tarde, que me deja estar un día entero sin devorarme las uñas.

Siempre pensé que a ti el alma no te pesaba 23 gramos.

Es tan frío aferrarse a la imagen congelada de una fotografía.
Es tan frío que sea plana, que solo haya congelado ese momento pero no haya conservado el calor.
Es tan fría la nostalgia.

Siempre tuviste una especie de fobia a la vejez, nos reíamos del paso del tiempo y nos creímos inmunes a sus efectos.
Siempre he pensado que yo tuve la culpa.

Me ardía la sangre.
-Ahora podéis descansar vosotros.-
Como si hubieras sido una carga. Acojonante.
Es triste, muy triste, ver el trozo de sombra que cubre una excusa apilada sobre otra.
Darse cuenta después de que no ha servido de nada ninguna de ellas.
Me arde la sangre.

Últimamente me muevo por impulsos que de alguna manera me dan chispazos de vida. Aunque son efímeros, los guardo con mimo por si algún día me quedo sin luz.
Sigo sin poder conjugarte en pasado, no me da la gana.
A veces pienso que vagas por aquí, que de vez en cuando vienes y te enfadas al ver la casa. Tenías que ver como está mi cuarto ahora, tenías razón, tengo más espacio.
Otras veces, sin obsesionarme con el tema, pienso que realmente no hay nada más. No hay auras ni sombras, ni fantasmas ni una dimensión donde todo es mejor. A veces creo que estás atrapada en el hospital. Otras que no puedo dejarte escapar de mi interior porque sino todo se pudrirá.

En algún momento, ya sea jueves o martes, tendré la sensación de que al moverme no se me abrirá la herida, estará allí, en forma de cicatriz o como una especie de cráter en la piel donde una vez hubo dolor, pánico y nostalgia.
Estará allí recordándome lo que hemos sido, lo que hemos tenido que ser sin ti y lo que seremos cuando seas algo más que una lágrima cayendo por las mejillas.
Mientras tanto esperaré a que llegue, pegándome con todo, levantándome de la cama por cojones, por ovarios. Mientras tanto tendré miedo, temblaré de rabia y con toda probabilidad me consumirá la depresión en una especie de agujero negro. Mientras tanto veré la vida en blanco y negro, como solías soñar, y tendré que recordarte en vez de poder abrazarte y volveré al bucle de la ira, a la apología del sufrimiento. Mientras tanto los días no significarán nada, las semanas serán un cúmulo de números sin importancia, los meses y sus aniversarios me añadirán más piedras en mis hundimientos. Mientras tanto la ilusión estará en algún lugar del mundo, donde no pueda encontrarla. Mientras tanto todo me parecerá insuficiente, sin dar la talla, cualquier cosa me parecerá que no está a la altura. Mientras tanto buscaré algo con lo que llenar el estómago, los pulmones, el corazón. Mientras tanto buscaré la aguja adecuada para coserme el alma y que no se rompan los hilos. Mientras tanto seguirás siendo lágrima en vez de vino. Mientras tanto ese pensamiento recurrente se levantará con más fuerza que yo y el mundo dejará de ser fascinante.

Pero cuando llegue el día, ese día, ese maldito día, sea martes o jueves o incluso un lunes, ese maldito día pondré los pies en el suelo y el pensamiento recurrente se habrá ido sin avisar. Y haré movimientos bruscos al recordarte y no se abrirá la herida. Conseguiré abrazar una fotografía y el recuerdo que en ella alberga y no te convertirás en lágrima.
Serás un trozo de alegría porque solo quedará agradecimiento cuando el dolor se haya cansado de existir. A pesar de que me seguirás doliendo, miraré atrás y desde lo más alto, veremos con claridad todo lo que hemos avanzado.

Y ese día, estés donde estés, sentirás como yo, que en las cenizas de un Fénix no hay más que superación y orgullo, y todo lo que nos has enseñado.




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