Parpadeos fugaces

miércoles, 17 de mayo de 2017

Siempre yo, yo, yo, pero nunca nosotros.

No ha sido un buen año, ¿debería decirlo en plural? No han sido buenos tiempos, no lo son ahora.
El tiempo consume, lo hace rápido, no le tiembla el pulso.
La mosca sigue detrás de la oreja, susurrando el anhelo de una cura que no existe.

Soy vulnerable y de cristal tintado. No dejo que me veas a través de la piel.
Oculto cosas, como todas las veces que he deseado la muerte para acurrucarme en el silencio y en la suavidad congelada de un trozo de seda.
Silencio. Tranquilidad. Equilibrio.
Una línea recta que atraviesa los sube y baja que encontramos en los días que vivimos.
Pero solo la encuentro cuando el aire es fresco.

No soy dueña de mi autoestima, no depende de mí.
Quizás por eso aguanto cosas que jamás habría aguantado, porque es más fácil ceder que morir lentamente ahogada en mi propia mierda.


Excusas. Jamás.

Ando vagando por los mapas establecidos, por calles similares a las que he dejado atrás, deambulo y cuánto más lo hago más me destruye el tiempo y me congela por dentro.
Hay días que no daría más de dos pasos para salir de la habitación, otros sin embargo andaría hasta que me sangrasen los pies.
Últimamente en mi vida solo hay blanco o negro, nunca gris. Solo silencio.

A veces tengo conversaciones imaginarias conmigo misma:
Ella me cuenta que le duele absolutamente todo y yo siempre le digo que no es para tanto, que un poquito más, pero me termina arrastrando y agotando.

Perdóname por desear que se acabe el sufrimiento, que también me arrastra, nos arrastra, hacia algún agujero en mitad del jardín.
Perdóname todas esas veces que he hincado las rodillas y he gritado que no podía más.
Perdóname por hacerte tropezar, por no ser útil. Perdóname por no decirte que te quiero todos los días.
 Quiero que me perdones por tantas cosas que espero que nunca lo hagas cuando llegue el momento, porque me sentiré el doble de culpable por no haber estado a la altura. 

Hay días que la música no me dice nada.
El día me odia, la noche me engaña y la tarde hace días que no me habla.
Hay gente que no aprecia lo que tiene, ya sea físico o más fino que el aire.
Me quema por dentro y me escuecen los párpados, muchas veces desvarío y me doy de bruces con acciones impulsivas que no sé de donde han salido.

Siempre yo, yo, yo, pero nunca nosotros.
Siempre bien, bien, bien, pero nunca mal.

Estoy muerta por dentro. No me dejan reír, tampoco llorar. No me dan margen cuando tengo un error, tampoco lo puedo arreglar. No puedo parpadear por miedo a perderme algún cambio. Ni siquiera me dejan bailar con alguien que no sea el anhelo de respirar.

El hoy es un desastre, mañana ya veremos.
La vida no es para tanto.
Creo que estos días me lo he pasado tan bien que ahora tengo doble ración de depresión: dejadez, indiferencia, odio dormido, rabia contenida, tristeza larga y áspera, sueño acumulado, pesadillas extrañas, recuerdos atravesados.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche,
Escribir, por ejemplo: Mi alma está rota y no hay Dios que la cosa. 
Alguien intenta bordarla, pero al primer movimiento se desquebraja.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche, 
pero como es de día, aguanto un poco más.

Siempre está bien revolcarse en la sombra de los clásicos, desemboca en alivio, y el alivio trae paz.

Lo de aguantar me lo dice mi orgullo, yo ya no tengo ni voz ni voto.
Es verdad, hay días mejores en los que respiro profundo y se me hinchan los pulmones de serenidad.
Otros días, en fin.

Tengo una herida abierta y se me cuelan las lágrimas caídas.
La herida no tiene nombre, solo tiene un calendario que cuenta los días en los que me duele.
Esa herida también escuece cuando estoy alegre.
¿Podría hacerlo peor? ¿Podría apoyarme sin que nadie después metiera sus dedos en la herida?
Supongo que con tanta decepción, se hace más grande.
Pero aunque sea gigante, no cabe el amor.
Supura miedo, repugnancia, odio. Siento que me inundo de arrepentimiento y no puedo nadar como castigo. Soy una especie de madrastra malvada, da igual lo que haga, siempre seré la mala.

¿Es un don hablar con los ojos?
Podría cerrarlos y terminar la conversación, pero nadie me escucha.
No me quiero escuchar, por miedo a oír lo que me tengo que decir.
 De las conversaciones que tengo conmigo misma nunca salgo con algo en claro, siempre queda un doble fondo de duda y misterio. Nunca tengo nada claro y los universos paralelos también tienen que esperar a que me divida.
Enterraría todo lo que me hace daño en diferentes puntos del mundo, para que no vuelvan a buscarme.

Perdóname por no echarle más ganas a todo lo que tengo delante, pero ya no tengo hambre del mundo. No hay ilusión, no hay pasión, no hay arte. No hay nada.

Seré tu sombra como lo soy ahora, como muchas veces lo he sido.
Antes de que caigas yo estaré abajo preparando el mantel y las pasas.
Antes de que llores estaré tapiando las goteras, allí en lo alto de tus pestañas.
Puedo ser el color azul en tus días nublados y puedo ser la claridad dentro de tus sueños.
Pero no me pidas que me vuelva a subir al mundo, que llegue a la siguiente parada, si no puedes subirte tú a él. No me pidas que avance si no vienes conmigo. No me pidas que me desprenda de todo el mal humor que te desborda cuando no hago más que achicar agua y extinguir fuegos.
No puedo ser el color azul si tus días negros no me provocan serlo.
Ni tampoco puedo levantarte si no te dejas caer.

Perdóname por no haber heredado ni un cuarto de la fuerza que tú tienes, por no partirme la cara con el destino y por cabrearme con tu conformismo. Me sale solo.

Nosotros somos tú
Tú eres nosotros

Volveré a subirme al mundo cuando tú subas conmigo, sino, no hay trato.


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