Parpadeos fugaces

miércoles, 18 de abril de 2012

A todos los corazones que dejaron de latir un 6 de abril.

No es la primera vez que no sé como empezar a arrancar las palabras para construir un escrito a partir de un sentimiento, del miedo o de un recuerdo. 
No es la primera vez que he pensado que debía dedicar este día a este texto. 


Parece que aún fue ayer cuando la tierra se partió en tres mitades y el cielo se volvió oscuro y frío. 
Tu cerebro piensa que fue ayer, pero el corazón lleva la cuenta de los días que ya no estás.
Parece que aún fue ayer.
Parece que aún fue ayer cuando te acaricié la cabeza con gracia, parece que aún fue ayer cuando estabas sentado en la hierba, tomando el sol, exhibiendo tu cuerpo flaco. 
Parece que aún fue ayer cuando llevabas aquel gorro barriero y te hice una foto. 


Hay tantos recuerdos que parecen que pasaron ayer que tengo que mirar el calendario una y otra vez para comprobarlo. Son fechas que se han grabado con fuego y con dolor. 
Dolor de mi alrededor, el olor a humedad por todas las lágrimas que han salido mientras te soñaban y te recordaban nubla este día tan soleado. 
Nadie es consciente de lo que tiene hasta que lo pierde, pero ellos, ellos sí sabían lo que tenían. 


Siento impotencia al no poder hacer nada, por no poder reanimar su vitalidad. 
Poco a poco lo van consiguiendo, un pequeño paso para ellos y un gran respiro para su sufrimiento interior. 


Todavía recuerdo las noticias recientes, lo que sentí al oírlo, la piel de gallina y el eco de tu risa.
Todavía me acuerdo el viaje en autobús en tu busca, todos esos baches y mis ganas de vomitar.
Y jugándonos la vida cruzamos la carretera, ten cuidado que vienen muchos coches, no quisiera que os pasara nada. 
Y en aquel lugar tan lúgubre, tan gris y metálico, con el eco de miles de llantos como banda sonora entramos en silencio y con el corazón en un puño. 
Vemos la catástrofe de lejos, que viene cubierta de lágrimas y con un pañuelo ya muy usado. Otro corazón roto en pedazos. Lo siento. 
Seguimos andando, buscándote. 
"Yo solo quiero que esto sea una broma y que aparezcas detrás de mí, haciéndote el gracioso" Pensaban nuestros interiores y decían nuestras bocas temblorosas. 


Allí estaba esa puerta, tan marrón y seria anunciando un desorden sentimental. 
Los pasos al ritmo del corazón, cada vez más cortos e intensos, inestables, nerviosos, indefensos sin su caparazón. 
Y en una sala tan pequeña no cabía un dolor tan grande. 
Allí estaba la abuela, sentada en un sillón pequeño y negro para la ocasión, con los ojos encharcados y sin una razón de por qué te fuiste. 
Y las mitades de tu familia tiradas por el suelo, sin consuelo alguno, arrastrándose por una oportunidad más. 
Haré un trato con Satanás si te deja regresar, por favor, háblame... 


Y en ese caos tan triste allí estabas tú, tras ese cristal tan fino; casi podíamos tocarte. 
Se empañaba el cristal al querer mirarte más cerca.
Y todas esas flores, acompañando tu última cama. 
Saltaban las lágrimas y bailaban con la muerte, allí presente, y la tristeza acariciaba nuestro pelo, y el recuerdo cerraba nuestros ojos y agachamos la cabeza rendidas. 
La mano en el cristal, y la lágrima cristalina y pura reflejando aquella misma imagen. 
"Todavía sigo pensando que es una broma, y que eres un cabrón por hacernos esta broma" 


Corre el tiempo dentro del reloj, cansando las agujas del reloj, y nuestros ojos vacíos y secos se vuelven a llenar de ti. 
Es como si un gran cuchillo nos hubiera partido por la mitad, como una continua angustia, el aliento de la muerte detrás de la oreja. 


Inquieta sigo mirando tras ese cristal, todavía no he sentido como resbalan las lágrimas, tan frías y sinceras, dolorosas. Pienso en lo que fuiste, y en lo que pasará ahora. 
Pienso en toda esa gente que realmente no encontrará una salida clara sin tu ayuda, que no verá la luz sin tu sonrisa, que no volverá a sentir la verdadera felicidad si no la comparten contigo. 
Sigo en aquel sillón negro sentada, observando a tu abuela. 
"Qué bueno era" Un alma más cae en la trampa del llanto y de la angustia. 


No entendía como no podía sentir. ¡Estás allí, inerte! Encerrado en esa caja de madera a oscuras, ¿Me oyes? Estoy aquí no te vayas, no nos destroces, quédate...
"Todavía pienso que cogerá su guitarra y se pondrá a cantar" 
Pero la música murió contigo, y el fuego quemó tus melodías, y las cenizas son notas que rasgan la piel y destrozan el acero de esta coraza. 
"¿Por qué?" Es lo que pensaba. "Solo dime, por qué." 
Tú ahí y yo aquí, y este cristal y esta vida en medio de nosotros, en medio de todos. 
¿Y qué sentiste? 
El viento. 
¿Y después? 
La muerte. Y nada más. 


Cuando la trágica mañana se había consumido entre canuto y canuto, mi alrededor lloraba. 
"Tranquila, no llores más" 
Una frase totalmente inútil que solo te auto-convence de que debes mantener tu serenidad para consolar a los demás, para darles lo que necesitan en ese momento, ánimos. 
La estrujé entre mis brazos, canuto a canuto, recordándote. 
¿Y ahora qué? El mundo se cae en picado hacia el lodo solo para unos pocos, se hunde, se está ahogando, ¿Y tú que sientes? "¿Por qué? Solo dime, por qué" "Tú ahí y yo aquí" 
"Todavía estoy pensando que es una broma, sal de dónde estés" 




Abro el grifo y empieza a caer el agua a gotitas. 
El agua fría congela mi pelo y se escurre por todo mi cuerpo hasta perderse por el desagüe. 
"¿Por qué?" Solo dímelo. 
Cierro los ojos y recuerdo el último día que te ví:
Sentado en aquel muro, con el pelo recién rapado, y yo te tocaba la cabeza con gracia. 
Echándole los trastos a mi amiga, qué pícaro. 
Y cuando descubrimos que hacíamos los canutos igual de torcidos los dos. ¡Era un don! 
Y aquel tatuaje en la oreja, siempre pensé que lloraste de dolor pero nunca me atreví a preguntar. 
Me reía en mis adentros cuando me mirabas y hacías de rabiar a alguien. 


Se corta la imagen de golpe y el agua me quema. 
Me he escurrido del dolor al quemarme con el agua y en posición fetal me beso las rodillas. 
"¿Por qué? Solo dímelo" 
Ahora empiezo a sentir. Todo viene de golpe como si fuera un alud de nieve. 
Aquí viene, agárrate. 


Golpes en los azulejos, el vapor oculta la ira. 
"¿POR QUÉ? ¡Solo dímelo!" 
¿Por qué has destruido la vida de tanta gente? 
No puedes, no. 
Las lágrimas cierran el telón. 


Se corta el recuerdo y aparezco en otro día. El día que le ví a él, con las gafas de sol y la cresta de luto. Sin dudarlo salí del instituto y corrí, crucé la calle, tiré la mochila y y exprimí su cuerpo en un abrazo de más de 1 minuto. Siénteme, estoy aquí si me necesitas. Creí que me derrumbaba por un momento, pero su mano me agarro y correspondió el abrazo. 
El silencio nos envolvió, no dije nada, él tampoco, no necesita decir nada, solo sentir. 
Y después de aquel momento eterno, le miré a los ojos, escondidos bajo esas ojeras y aquella tristeza y le sonreí, pensé que no iba a poder, pero devolvió la sonrisa y entre dientes un gracias. 
Pensé que me derrumbaba pero su mano agarro mi hombro y lo reprimí todo hacia dentro. 


Y también mis chicas rubias, destrozadas por la tragedia. Mis compañeras y compañeros, amigos de amigos, conocidos, destrozados. 
Las noticias vuelan y no te aterrizan en la verdad. 
Crecen los rumores y se clavan como lanzas, como una patada en la boca del estómago, una patada en los cojones, unas ganas de coger un cuchillo de carnicero y rajarle la yugular mientras su mejor amigo observa que va a ser el siguiente. Y las bromas, con un bate con clavos callaría las bromas. 


Hasta la Primavera te echa de menos. 


Todavía recuerdo lo feliz que estabas con aquella entrada para tú último concierto. 
Todavía recuerdo tu cuerpo flaco y tus dados colgando, tatuados en el pecho, en el lado del corazón. 
Recuerdo tu diamante rojo, y tu clave de sol en la oreja, que siempre pensé que lloraste al hacértelo pero nunca me atreví a preguntar. También recuerdo el nombre de tus guitarras y sus imágenes, impregnadas de tinta en tu espalda. 
Y aquel gorro barriero, y esa barba que bien te quedaba. 
Recuerdo el don que teníamos. 


Pero mi angustia no se compara con el dolor de tus almas gemelas, que ahora vagan sin ti superándolo cueste lo que cueste. Y aquí estoy yo, echando una mano y una costilla. 




Parece que aún fue ayer ese jueves tan trágico, tan negro, tan lúgubre e inerte. 
Un jueves donde dejaron de latir demasiados corazones que no se lo merecían; como el tuyo. 


"Me noto apagao, a oscuras..." 
"Todavía sigo pensando que esto es una broma y eres un cabrón por gastarnos esta broma tan pesada"


Hasta Siempre y Feliz Cumpleaños. L.    



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