Parpadeos fugaces

martes, 18 de marzo de 2014

Los monos fuman.

Se repetía un sueño todas las noches cálidas en sus adentros, desde sus labios hasta sus nalgas, pasando por el vientre haciéndola temblar.
Bajaba por una escalera con forma de cremallera lentamente, sin importarle el llegar tarde a su destino. Ella pensaba que siempre llegaba a tiempo.
Se abrían las ventanas de la desnudez con cada botón desabrochado.
Y la brisa chocaba con la piel erizándola cruelmente hasta retorcerse de placer.
Y sus dedos rozaban la perdición mientras la noche la observaba, mordiéndose los labios.

Los músculos se tensan y el corazón se pone un poco nervioso. Nervioso porque le gusta estar tranquilo fuera de su alcance, aunque a veces, se pare de vez en cuando buscándole.

En sus fantasías se rozan los recuerdos con la imaginación, bailando un tango de sensaciones, agarrando con fuerza la situación, acariciando con delicadeza las telas despojando a la vergüenza de sus típicas excusas.

Un dedo perdido subió a sus montañas a pie, quedándose atrapado en la espiral de sus cumbres. Temblores. Un volcán en erupción se despierta y emergen gemidos de su interior.
La respiración conduce muy por encima de lo permitido, pero a ella siempre le gustó la velocidad.

El neón nunca se apaga en su mirada. Parpadeos de deseo, chispas de los fuegos artificiales que anunciarán el éxito de la noche.
La imaginación se va de sus manos, destroza su mente y se hace con el control.
Se cuela entre sus piernas.
Empuja con fuerza, descubriendo la pasión debajo de sus sábanas blancas.

Su mano izquierda se asegura que su cuerpo está cómodo, tentando al colchón, acariciando cada uno de sus rincones.
Había un susurro que lamía sus labios y sus estímulos y mientras salivaba las escenas eróticas de las fantasías subían la potencia de los fogones, pasando de un fuego lento a un fuego intenso.

Hace calor.
Quítatelo todo.

Sus dedos se hundían en su carne al hacer fuerza. Las mandíbulas reprimen los mordiscos y sus dientes lo pagan con el labio inferior.

Llega una ola de placer que arrasa con todas las demás sensaciones inundándolo todo con una calidez increíble que te hace cerrar los ojos para sentirlo más.
"Espera, ya llego" le susurraba en sueños.

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