Parpadeos fugaces

miércoles, 25 de enero de 2012

Explícale por que crees que vales más que lo aparentas.

Aquella toalla no insinuaba su figura, tampoco escondía sus vergüenzas pero si le daba un toque sensual al fusionarse con las gotas de agua que caían de su pecho.
El efecto visual que causa el agua mojando su pelo y haciéndolo disminuir en cantidad no es comparable al estimulante roce de sus dientes en mi piel. 
Inquietante sensación la de besar sin sentir nada. Explorando el interior de uno mismo comprendemos realmente lo que somos, lo que podemos hacer y lo que no, lo que decimos que haríamos pero no hacemos, y lo que realmente haríamos.
Pero la cabeza se fue de desparrame y los pensamientos se tomaron el día libre. El recuerdo estaba durmiendo en un rincón y la conciencia no pudo gritarle y amenazarle, suplicarle, como tantas veces había hecho.
Intensa electricidad abrazaba nuestras distancias y como dos imanes con gran potencia hacian rotar en círculos nuestros deseos oscuros. Malévolos, salvajes, instintivos.

Añorando el instinto me acerqué a sus orillas. Metí los pies en el agua y poco a poco vaporicé el agua del mar y lo convertimos en lava.
Y por aquellos mares tan cálidos, ardientes, abrasadores, nos dejamos llevar.
Los grados exactos de la lava, no los recuerdo, pero recuerdo el vapor.
Imagino ser el vapor en tus labios de cristal.


Como si fuera un café derramado, una copa de vino en un mantel blanco de Navidad, o un simple chicle mohoso en tu zapatilla nueva marcamos ese día. No seré escrúpulosa  y no diré que firmamos con sangre.
No firmamos ningún contrato en el que el compromiso es el primer paso, la confianza el segundo, y la sinceridad y todas esas mierdas el tercero. No firmamos bajo amenaza. No firmamos en esas paredes lo que podría pasar a partir de ese momento, no firmamos nada. Nos guiñamos el ojo, y seguimos con la marea.

Tan erótico. Como la lencería que se pone tu novia veinteañera, que provoca deseos de arrancar sin piedad dicha prenda. Miau, ronroneó. Piaba, como cantaba. Nadaba en los mares desordenados de aquellas sabanas tan onduladas.
Se retorcía su piel de gallina al notar la presencia de mis temblores. El calor arropa de nuevo nuestras vidas.
Las horas amanecían por el horizonte, que se colaba por la ventana y mostraba las siluetas humanas.
El silencio en la habitación hacia que el eco rebotara con más facilidad en las paredes. En todas las paredes de la casa.

Escogimos bien el momento. Aquel azul cielo observaba con inocencia: "Yo no he sido" susurraba.
La vida cansada y el alma relajada, se trataba de un ritual muy poco común en nuestras vidas. Casi inusual.
Respira aire puro, ¡Descansa! Haz soñar a tu sueño, haz que sueñe que sueñas, que estás en cualquier lugar imaginario y desapareces, y vuelves a aparecer en el mismo escenario pero con distinto telón.
Sueña que sueñas y que despiertas de ese sueño, cayendo en un bucle cinematográfico y terriblemente familiar.
¡No lo entiendes! Nadie lo entiende y nadie se lo merece. ¿No sabes que no hay que prometer nada en tiempos de guerra? ¿Qué hacia aquí? Avivar el fuego, y sufrir.

Que pena que hable en tu idioma y no me entiendas. Que te mire y me ignores los gestos. Que te grite y te tapes los oídos. Me refugio entre el humo, así no me ves. Sé que me observas, te huelo.
Ni siquiera las palabras entienden por que las ordeno así. 
Por que las hago sentir tan mal consigo mismas, por que las torturo contando historias retorcidas, las obligo a compartir paranoias. Os dejo en paz.


Quisiera que entendierais, que el significado que le pongo a cada frase rota cual planeta alrededor del Sol. Nadie entiende por que no utilizo un paraguas cuando cae un chaparrón. Tampoco entienden que mi venganza es en caliente y no en pre-cocinado. Tampoco entienden el juego de palabras.
No entendéis nada por que no quiero que entendáis nada.  Sin embargo seguís leyendo para saber el veredicto final: "¿Culpable o Inocente?"


Inocente sin querer, cuando acaricio tu cabello. Una sensación que no es igual a la de comerse un polo en verano. Ni como una ducha fría en un desierto a 40º. Tampoco es una sensación de calma y tranquilidad, ni de adrenalina, como coger las curvas a 120 km/h.
Me defiendo alegando que lo siento. Pero un humano no deja de escuchar a su instinto animal hasta que muere. Quizás lo siento ahora, pero dentro de cinco minutos se me ha olvidado.
Soy culpable, de sentir dolor al oír crujir tu corazón. Soy culpable al negarte el cielo pero dártelo poco a poco. Soy culpable de apuñalarte y asesinarte en cada caricia. Como he dicho, tengo instinto, y soy culpable de tenerlo.
No aceptas mi garrafón; aún así sigues bebiendo. Soy culpable de maltratarte cruelmente.
Soy culpable de tantas cosas. ¿Debo capear el temporal? ¿O solo rodearlo con mis manos hasta que se me caigan del frío?

Encerrada estoy, en esta celda craneal. ¡Que alguien me libere! Aquí dentro huele a cerrado, huele a podrido, huele a que necesita un cambio.
Un cambio independiente, sin explicaciones, sin rutinas, sin preocupaciones.

-Nunca había sido especial para nadie.
-Bueno, ahora eres especial para mí. 



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