Parpadeos fugaces

martes, 10 de enero de 2012

Fin.

El vacío aumenta cada día que pasa; arrastra el tiempo perdido hasta sus pies, desenganchándoles de éstos y perdiéndolo por el camino. No mira atrás, por que no le importa perder algo que no puede guardar. Sigue caminando, a penas se mantiene ya en pie. Esa mirada tan pesimista del mundo devora sus sueños e ilusiones. Dice que no piensa en la Muerte, que no tiene miedo, que es solo un segundo de agonía, que le duele más tener encarcelada su alma que liberarla en el último aliento. Sabe que miente. Miente y no quiere expresarlo. ¿No puede? No sabe cómo.

Le acusan de malcriar su corazón. Tan sólo por cambiar su punto de vista y ver el universo desde otra postura.
Observa las estrellas y no comprende por qué llora al verlas. La emoción no es su fuerte, pero no hay consuelo alguno ante tal dolor. ¿Por qué no puede ser ella una estrella? Y no una humana errante -Pensaba.

Las miradas de intriga que la analizan de los pies a la cabeza siempre tiene un efecto negativo, misterioso, extraño. Quizás lleguen a sentir miedo, o vergüenza.
Pero sigue pensando en la Muerte. Su cabeza no para de pensar, ¿Qué hago aquí? ¿Quién soy realmente? ¿Qué me espera? ¿Qué debo hacer? ¿¡QUÉ, QUÉ, QUÉ!?
Y su cerebro se funde con sus lágrimas, y su cama la arropa, y cae en picado al  mundo de los sueños.

Allí se siente bien por que tiene todas las respuestas que quiere, por que si no hay respuestas las inventa, por que está sola o con quién quiere estar, por que tiene el control y la imaginación, por que la muerte es tan solo un chiste mal contado entre esos dos lados del cerebro. Y la fría mañana la despierta en su cama otra vez.
Otra mañana, como todas las demás, vuelve a desprenderse del calor de sus sueños y se abriga contra la cruel realidad. Observa el mundo más allá del papel de plata que lo envuelve. Observa una persona y cruzan miradas, mirando sus auténticos ojos a través de sus máscaras. Ve cuervos negros donde hay pájaros volando y piando. Su música no es más que el canto a la tristeza y a la libertad, que no quieren fronteras al volar. Bajo las baldosas que pisamos, corren ríos de sangre, lágrimas, pólvora, un conjunto de sucesos del pasado que el hombre intenta olvidar poniendo sobre ellos aquellas baldosas tan urbanas.

A través de la niebla de su invernal mente transmite y congela la desolación hacia su corazón. Dejando a su paso por las venas escarcha en cada rincón de éstas. El sonido de sus pies tambaleando la tierra hace eco en la fría mañana. Su cerebro indica que no quiere llegar tarde.

Cuesta arriba obliga a su cuerpo a andar, a continuar.
La luna llena cuenta los pasos que da y los segundos que faltan para que salga el Sol por el otro lado. Su reencuentro da lugar a un cielo rosa contaminado, un azul naciente y una brisa cálida.
Renueva el aire con cada paso y vuelve a centrarse en sus pensamientos. ¿Por qué no podría juntarlos de nuevo? Eclipsando nuestra soledad, dando esperanza a los humanos en lo que ellos llaman afecto. ¿Por qué no puedo hacer que los polos opuestos no se atraigan? Dando una oportunidad a las almas gemelas, tan tímidas que no pueden expresar.

Sigue pensando en la Muerte. Tan cercana mientras respiras. Tan atenta al sonido de tu corazón. ¿Por qué no puedo ser la única que decida cuando tengo que morir?
Pienso en otra cosa menos negra y busco la respuesta.
Por vivir, te toca morir.
El precio de tu vida es la muerte.
El ciclo de esta vida plastificada.

Llego a mi destino, entre sol y luna, ahogando la respiración y el oxígeno que falta entre garganta y pulmones. Un último esfuerzo para dar un futuro a mi cerebro, y salir por fin de esta corriente infantil y entrar en mares nuevos y quizás, extraordinarios.

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